Prefacio

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El encierro de todo una vida en ese lugar.

Años, sumida en un abismo difícil de salir. Imposible.

El silencio y la calma en casi todo momento era algo para exacerbar a cualquier persona y sobre todo a ella.

Lo que mayormente ocupaba su mente era la forma de escapar de ahí; divagando horas y horas sobre el mismo tema, caminando en círculos preguntando y planteándose una posible solución.

Al fin, una idea cruzó por su mente. Era demasiado difícil para lograr hacerlo.

Ya era tiempo de hacer un cambio.

Lo que había en el lugar sólo frustraba más su ser y la hacía sentir una gran carga y opresión en su vida, era algo deprimente.

Armó sus cosas, tomó lo necesario en una pequeña maleta en desorden. Subió los escalones y abrió la puerta con el cuidado de no hacerla rechinar o caer al suelo. ¡Estaba sin candado!
Logró asomar la cabeza y se percató de que todo estaba en calma. Era la primera vez que su padre la dejaba sin seguro.

Aprovechó su descuido. Corrió hacia la puerta principal. A punto de cometer una estupidez se reprendió. La detendrían si salía por la puerta principal.

Abrió la ventana de la cocina y salió por ella con cuidado. Se quedó parada sobre el césped húmedo. Se acercó al barandal trasero de hierro, trepó por él. Y se soltó de las últimas barras para estar a punto de caer al suelo.

Corrió como pudo con una maleta pesada rodando tras de sí y una mochila colgando de su hombro. Y la libertad frente a ella, acompañada del viento fresco. La paz del vecindario y las calles oscuras bañadas por el alumbrado público. Todo parecía ser más hermoso ahora.

Se detuvo y vio en todas direcciones, nadie la seguía y ni siquiera se veía una sola casa del final de la residencial donde vivía.

Ahora se encontraba cerca del centro de la ciudad. Estaba lo suficientemente lejos. Lo más probable es que se percataran de su desaparición hasta que la luz del sol logre entrar por la ventana de la habitación de sus padres, y aún no se lograba ver señal alguna del sol, la luna se encontraba justo antes de estar sobre de ella.

Caminó mucho más tiempo, según su reloj en la muñeca izquierda, eran 4:38 de la mañana. Llevaba casi cinco horas caminando. Logró su objetivo de pasar desapercibida, había encontrado múltiples atajos por callejones. No se había encontrado a nadie. Eso era buena señal. Y continúo caminando.

Más tarde, escuchó unos pasos. Resonaban los tacones por la entrada del callejón, al parecer, una mujer acababa de entrar al callejón. Se quedó pasmada, no sabía lo que debía hacer.

La chica paró en seco al verla ahí. Nunca veía a alguien caminar por aquel lugar. Como la mayoría de sus noches, estaba desolado.

Sus labios dibujaron una sonrisa carmín en su rostro fino y de piel blanca, con ojos grises; Era muy bonita. Paso un mechón de cabello castaño ondulado como el de la chica que tenía enfrente. Al verla de pies a cabeza, supo que ella sería alguien distinta a los que siempre veía, por el tipo de ropa que usaba y en su rostro se veía sorpresa y angustia.

La chica la saludó, y le pregunto por su nombre.

Le brindó ayuda desinteresada. La escuchó atentamente durante el resto de la madrugada, mientras ella le contaba su historia. Jamás había escuchado una historia igual.

La confianza se dio con rapidez. Y de sus labios surgió una sugerencia. La sugerencia que le cambio por completo la vida, el cambio que tanto había añorado por años. Una vida feliz, libre, sin tener que estar atado a nada ni nadie.

Un camino difícil que a simple vista, Sería sumamente sencillo. Era libre de hacer lo que ella quisiese.

Sobre las aceras londinenses, de pie, viendo pasar autos admirando a las chicas. Muchas veces esos rostros solo se les veían una vez, y jamás regresaban.

Solo tuvo un par de semanas para saber al respecto a este mundo, este nuevo mundo...

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