Capítulo 2

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New Beginning

— ¡Vamos, mujer! —. Me grita arrojándome un pequeño cojín—. No podemos darnos el lujo de perder este empleo.

Despabilo un poco y entre abro mi ojo izquierdo y le observo correr de un lado para el otro en la habitación, con su mano izquierda, cepillando su cabello, y con su mano derecha sostiene una tostada con miel.

— ¡Mierda! —. Refunfuña cuando las puntas de su cabello son embarradas con aquel pegajoso líquido, me rió entre dientes y me siento sobre la cama bostezando—. La princesa ha decidido honrarnos a vosotros con su emblemática presencia—. Dice con la cabeza mirando hacia el techo y las palmas hacia arriba.

Me limito a fulminarla con la mirada y apresurarme hacia la ducha para poder alistarme.

Tras un rápido baño, seco mi cuerpo con la toalla color naranja de la repisa y tomo la secadora para el cabello, la conecto, pero sufro de una pequeña laguna mental y no recuerdo donde se enciende esa porquería. Comienzo a ponerme nerviosa y miro a mi alrededor, no quiero gritarle a Hayley para que me diga, por décimo quinta vez, como se usa ese aparatejo. Opto por la sabía idea de mandar al demonio aquello y secarlo con la toalla, si se seca o no, no es de gran importancia. Me coloco la ropa interior después aquella falda horrorosa de color verde limón junto con la blusa de botones blanca de manga un cuarto. Salgo descalza hasta el living con el cabello aún húmedo y me pongo los zapatos color beige con pequeños decorados de encaje en la punta.

Me hago una cebolla y dejo un mechón de cabello en trenza para acomodarlo alrededor del demás cabello. Me veo en el espejo, tengo unas ojeras espantosas, un rostro pálido, las piernas aún me duelen, pero sigo de pie.

—Este es otro "encierro" pero escaparás de él, corazón—. Me digo en susurros convenciéndome a mí misma de que sigo teniendo fuerzas.

—Niña, ya vámonos, más tarde admiras tu belleza—. Dice exasperada. Doy una última mirada al espejo y sonrío, mientras veo a Hayley por el espejo golpeando levemente el suelo con su zapato;

Sí, a pesar de todo esto, me siento feliz. Hayley, al igual que yo, lo tuvo todo, pero su familia se encargó de que perdiera todo y ella terminó arruinándolo aún más  (realmente no sé cómo fue, ni cómo era que tenían tanto dinero. Sospecho que no era algo bueno). Yo sé que ella no ama esta vida que llevamos ahora, a decir verdad, tampoco yo la amo, pero es mil veces mejor que no poder ver la luz del día y la noche. Sí, en definitiva es mejor esto.

Asiento con la cabeza mentalmente y continúo caminando con la chica a mi lado. Llegamos a la cafetería donde ella y yo comenzamos a trabajar desde ayer.

Casi en cuanto entramos al lugar ya nos han asignado mesas y las órdenes pendientes por entregar. Me coloco la pequeña placa metálica con el nombre de la cafetería y salgo casi disparada con una bandeja con cruasanes de chocolate, y dos tazas de fino cristal con té amarillo.

Dejo el pequeño canasto con los panes y el té en la mesa tres que se encuentra por fuera del restaurant y regreso en seguida hacia adentro a tomar una nueva orden, la espera de los desayunos se recorta al mantenerme tomando y llevando órdenes.

Tras hora y media de trabajo, regreso a la mesa tres para recoger las tazas, el canasto, limpiar las migajas de pan y recibir mi propina.

—Señorita—. Escucho una voz a mis espaldas, pero no me giro.

—Disculpa, niña, ¿podrías ser tan amable de tomar nuestra orden? —. ¡Mierda! Ese estúpido tono de voz arrogante yo lo conozco, abro los ojos como plato por la impresión y me giro lentamente hacia el lugar donde proviene la voz.

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