Capítulo 5

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Justo en el instante en el que el auto arranca a toda velocidad junto con la Harley, el resto de las chicas vuelven la vista a las personas con las que estaban conversando momentos antes de la llegada de Lark.
Llevo los dedos de mi mano derecha a la boca y comienzo a masticar una uña sin arrancarles del resto, al no saber que más hacer.
Colline se planta delante mío y me observa con esos ojos oscuros que incitan a perderse en la bruma que es su alma.
Las comisuras de sus labios sin pintar se elevan en una enigmática sonrisa y le respondo con una tímida y bajo la mirada hacia el dobladillo de mi vestido que sostengo entre los dedos de mi mano derecha.
Toma mi muñeca de la misma mano.

-No-quiero-volver-a-ver-que-hagas-eso-. Me reprende agitando levemente mi muñeca y doy un saltito en mi lugar al no esperarmelo.

Me hace sentir como una niña pequeña, mi boca queda ligeramente abierta mientras un flashback cruza por mi cabeza, a tal velocidad, que no soy totalmente capaz de asimilarlo.

Mamá continúa con su reprimenda, al mismo tiempo que yo no sé qué hacer y me siento tan nerviosa, tan torpe y triste. De nueva cuenta la decepciono.
-Emm, ¡Quiero que me veas a los ojos mientras yo te hablo!-. Me confirma su ira con aquel tono cortante como los cristales esparcidos en el suelo.
Con su dedo índice levanta mi barbilla, pero me niego seguir su penetrante mirada y giro la cabeza evitando el contacto.
-¡Por milésima vez, deja de morderte las uñas!-. Sube la voz aún más y doy un salto hacia atrás. Saca el dedo de mi boca y se acomoda en cuclillas para estar a mi altura.
Al ver que mis ojos oscuros han comenzado a aguarse, los suyos, de un verde oliva, llenos de furia y desconcierto, ahora se encuentram anegados de lágrimas. Una pequeña escapa de los míos y mamá se apresura a enjugarla con su dedo pulgar. Me aprieta contra su pecho, me eleva en el aire hacia la sala de estar, abre la ventana y deja reposar mi pequeño cuerpo sobre su regazo, ambas sentadas en el alféizar de la ventana. Como todas aquellas ocasiones en las que intenta corregirme con reprimendas o los días de lluvia. Entre hipidos de llanto, tararea una cancioncilla que he escuchado toda mi infancia. El aire golpea mi rostro y mueve con ligereza mi cabello enmarañado, pegándolo a mi cara por la humedad en las mejillas. Me abrazo a su torso, apegándome a su brillante aura de protección.
Mis lágrimas han cesado, sintiéndome en esa paz que sólo el calor y el perfume de mi madre puede darme.

Las imágenes desaparecen, volátiles, al igual que el perfume de mi madre de la nariz y la memoria.
No puedo verle a los ojos, y tengo un nudo en la garganta que no me permite pasar saliva.

Me observa inquisitiva y pasa repetidas veces la palma de su mano frente a mi rostro.
Trago, en un vano intento de refrenar el impulso de un llanto convulso.

-¿Arriane?-. Atrae mi atención con su voz cantarina.
-Estoy bien-. Me apresuro a responder.
Las luces de los autos no se hacen esperar, aparece uno tras otro. Llevando y trayendo. Como un "mortífero vaivén", suele decir Colline.

El sonido de un claxón interrumpe la calma de nuestros pensamientos, y ella, con premura y elegancia, se acerca al automóvil blanco que acaba de aparcar a unos metros de nuestro lugar. Apoya los brazos en la ventana para estar a la misma altura del hombre de cabello negro dentro del auto. Ambos cruzan un par más de palabras y pronto se siente la ausencia de Colline, tras retirarse junto al hombre anterior.
Desde la otra calle, atisbo más luces y un calor interno llega a mí, haciéndome sentir la piel fría. Reconozco ese auto. Instintivamente, retrocedo unos pasos.
Cuando este se detiene en la acera, comienzo a temblar: era la última persona que deseaba ver hoy.
Traté de evitar estar en su campo de visión. Lo cual, no funcionó, escuché su voz grave pronunciar mi nombre como si un veneno mortal destilara de él.
Una chica pelirroja de no más de 16 años, frotó mi brazo desnudo al comprender que no anhelaba el encuentro con ese hombre.

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⏰ Última actualización: Jul 30, 2016 ⏰

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