Prólogo

340 36 10
                                    


Ella caminaba por la oscura noche estremecida, con sus labios que brillaban bajo un rosal de placeres que pinto sobre su boca marchita y sin habla.

Con el tiempo que pasaba lentamente por la calle vieja y vacía, con el frio que llenaba sus entrañas en un dolor que sumergía caía sumisa bajo su propia agonía.

Fragmento poema a una prostituta (Jercy, 2013)


🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺🌺

París, 1836

El llanto de un nuevo ser había despertado a cuanta concubina yacía sobre las fieras sabanas, un tanto arrugadas por el peso de sus cuerpos y la compañía de sus amantes casuales que pagaban por sus servicios durante casi toda la noche. Sus pies danzaban rápidamente sobre los pasillos de aquella casa de placer en los años mozos de la ciudad de París, el viento permita que cabellos rubios volaran a la par de sus movimientos de su cuerpo al correr, su sonrisa, tan pura e inocente como lo era la de un joven, brillaba al poder informarle a quienes eran sus amigos como, la perfección de un ser que él no podía explicar, había permitido el nacimiento de su pequeña hermana. La muchedumbre sonreía al notar la felicidad de aquella fina carita informando la bendición que había llegado a esa pobre mansión, a una donde los omegas tenían que trabajar para poder subsistir de forma decente en un país donde no existía un buen trabajo para gente de su estirpe. Bajo rápidamente la escalinata, olvidando por completo a las parejas que se encontraban besándose en las esquinas y a una que otra intimando bajo las cortinas que cubrían los ventanales. Su respiración aumentaba conforme sus ojos, tan finos como el jade, buscaban desesperados la presencia de cierto chico de ascendencia asiática, el cual debería de estar engatusando a hombres bonachones que dejaran buena propina después de unas cuantas caricias, y si tenían suerte, un acoston rápido. Diviso a lo lejos una silueta esbelta, pero con un lindo trasero que el miso envidiaba y deseaba poder tener algún día, puesto que su condición como omega le había permitido entender que su destino no era muy distinto al que poseía aquel pelinegro de aire tímido, pero que por lo que había escuchado de los clientes entre platicas casuales, aquel jovencito había roto los tabús del sexo, llevándolos a la mismísima gloria en tan solo unos minutos.

—Cerdito~.— Se abrió paso entre los clientes mientras su vaporosa pijama le evitaba avanzar de forma veloz, si bien, él era un niño, su belleza había originado la incertidumbre de todos los trabajadores de aquella casa de citas. —Joder, déjenme pasar.—

Sus ojos cual esmeraldas brillantes, su piel, tan blanca como la nieve que se acumulaba en invierno y su hermoso cabello dorado que se asimilaba a los rayos de sol que se colaban por su ventana cada mañana tratando de despertarle de su sueño, todo aquello era el conjunto de una belleza andrógina, que, a pesar de su corta edad, 15 años para ser precisos, había logrado cautivar a más de un viejo millonario y pervertido que lograba verlo danzar de un lado a otro con la música que resonaba en el piano todas las noches. Si bien, la dueña de aquel sitio, la famosa vedette Lilia Baranovskaya, había recibido propuestas por lo virginidad de aquel pequeño omega, pero esta se negó rotundamente, puesto que aquella hada, como le llamaba de cariño, no caería en manos de hombres lujuriosos que no se harían responsables de sus acciones y mucho menos con un joven infante. Así, la infancia del joven que llevaba el nombre de Yuri Plisetsky, se vio rodeada de sexo, alcohol y hombres necios que en ocasiones lastimaban hasta a su misma madre, que lograba mantenerlo a él y ahora a su hermanita con lo obtenido de su cuerpo.

—Mila, soy el hermano mayor de una bebé.— Musitó acercándose a la pelirroja que yacía sobre las piernas de unos de los marinos que habían llegado a la comarca. Los ojos de aquel hombre le penetraban con fuerza, como si quisiera que aquella delgada batita sucumbiera ante sus pupilas, un verdadero asco, pensó aun cuando la inocencia no le permitía ver las intenciones por completo. Un manotazo fuerte en la mejilla del hombre, hizo que su mirada se apartara por fin de su cuerpo, y con detenimiento vio la causante de aquella acción, sin lugar a dudas la delgada y un tanto esquelética mano de la pelirroja había tomado un fuerza especial, llegando a enrojecer esa áspera piel que poseía el alpha, la indignación no se hizo esperar, pero como siempre Yakov, el líder del regimiento y eterno enamorado de Lilia, logro calmar las cosas de forma un tanto amenazante o como él lo llamaba, llena de vigorosidad. —Vamos Yuri, mira que tengo muchas ganas de ver a ese pequeño bodoque, será tan bella como tú, solo espero que pueda hacerle frente a esos hermosos ojos tuyos que irradian ternura.—

SWEETY BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora