Observé el vestíbulo sorprendida, era muy moderno y estaba muy bien decorado.
Yo estaba acostumbrada a lo rústico pero como estaba en Nueva York debía acostumbrarme de una vez a lo moderno.
Emily se acercó al ascensor y pulsó el botón. James ahora abrazaba a Tom. Las puertas se abrieron y Emily fue la primera en entrar, seguida por James, Tom y por último yo.
James y Tom empezaron a besarse. Emily puso por ojos en blanco.
-Chicos ¿podéis esperar a llegar a casa?-dijo Emily.
Los dos se separaron. James sonrió.
-Cállate Emily.-dijo Tom.-No eres una santa.
Emily le fulminó con la mirada.
-Oye ¿alguien le ha dado al botón?-pregunté.
Todos abrieron los ojos de par en par.
-Se nos ha olvidado.-dijo James.
Emily pulsó la planta número diez. Joder, diez plantas.
-Me preocupa que a Ryan le pese la maleta, es pequeña pero pesa mucho.-dije.
-No importa, es un chico fuerte y puede con todo.-dijo Emily sonriendo.
Me encogí de hombros. El ascensor se paró en la planta cinco y aparecieron dos chicas.
-¿Bájais?-preguntaron.
-No.-dijo Emily secamente.
Las chicas se encongieron de hombros y las puertas se cerraron.
Emily hizo una mueca de asco al igual que James.
-¿Qué pasa?-pregunté.
-Tenemos un vecino algo mujeriego pero eso sí, está muy bueno.-dijo James.
Tom tosió disimuladamente.
-Sabes que solo te quiero a ti.-dijo James.
Los dos comenzaron a besarse otra vez. Las puertas del ascensor se abrieron en la planta diez.
Salimos del ascensor. Habían dos puertas en la misma planta como leí en internet y por las fotos los apartamentos eran bastante grandes.
Emily resbuscó en su bolso y sacó la llave del apartamento.
-Tenemos una copia de llave para ti.-dijo James.
Sonreí.
Emily abrió la puerta y fue la primera en entrar. Me quedé parada en la entrada.
El apartamento era moderno como todo el edificio y muy bien decorado pero estaba un poco desordenado.
James tosió detrás de mi. Me moví y les dejé pasar.
Tom se tiró en el sofá y James junto a él. Tocaron el timbre y Emily abrió. Era Ryan. Se dieron un beso y Ryan entró al apartamento con mi maleta.
-¿Pesaba mucho?-pregunté.
-Un poco.-dijo riendo.
Ryan se sentó en el sillón y puso la televisión, un partido de baloncesto.
-Rachel, te enseñaré tu habitación.-dijo Emily.
Asentí y cogí mi maleta. Pesaba mucho.
El pasillo era largo. La primera habitación era la de Emily, luego la de James y por último la mía, cada una con su propio baño pero había uno para invitados.
Emily abrió la puerta de la habitación y se echó hacia un lado para que entrara.
Era bastante amplia y tenía una gran ventana con vistas a Nueva York, a lo lejos podía ver la Universidad de Columbia.
-Todas las habitaciones tienen estas vistas, no te sientas especial.-dijo Emily sonriendo.
Reí y me senté en la gran cama.
-Te dejo para que te acomodes.
-Gracias por ir a buscarme.-sonreí.
-De nada.-sonrió y se fue cerrando la puerta detrás de ella.
Me tiré en la cama y suspiré. No pude evitar sonreír.
Llevaba pocas horas allí pero todo estaba siendo tan perfecto. Nadie me había mirado raro o con lástima como hacían todos en Portland. Aquello si que era un infierno o al menos después de lo ocurrido. En Nueva York la gente estaba demasiado ocupada como para interesarse por la vida de los demás.
Me levanté de la cama y suspiré. Cogí la maleta y la coloqué sobre la cama, la abrí y saqué la ropa mientras la iba colocando dentro del gran armario. Si quería rellenar aquello debía irme de compras mas a menudo.
Dos horas después ya había acabado de colocar la ropa, me había bañado y ya estaba vestida con el pijama.
Eran las diez y media. Mañana debía levantarme a las siete para poder llegar a clase a tiempo. Mi primer día.
Salí al salón para desearles a todos buenas noches. Me los encontré a todos tirados en el sofá del salón viendo alguna película. Emily sujetaba un bol con palomitas.
-Buenas noches.-susurré.
Todos se giraron menos Tom que estaba concentrado en la películas.
-Hay pizza ¿Quiéres?.-dijo James.
-La pizza me la he comido toda.-dijo Emily inocentemente.
James puso los ojos en blanco.
Sonreí y me giré hacia el pasillo para irme a mi habitación. Entré y cerré la puerta detrás de mi.
Estaba agotada por el vuelo y lo mejor sería dormir pero no pude.
Oí gemidos que provenían de la habitación al lado pero del otro apartamento. La gente allí no se avergonzaba por lo visto.
Acabé durmiéndome a media noche que fue cuando cesaron los gemidos. Parecían conejos.
Yo necesitaba mis ocho horas de sueño si quería descansar y ellos me las habían jodido.
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This is not the end.
Teen FictionYa han pasado cuatro años desde el incidente en casa de los Crowley, cuatro años intentando olvidar lo ocurrido. Ahora Rachel Crowley tiene diecinueve años y le han concedido una beca en la Universidad de Columbia, localizada en Nueva York. Rachel n...