Era época de invierno, una gruesa capa de sucia nieve cubría las aceras de Londres, el frío pasaba a través de mi traje de caza, las runas de calor perdían su efecto con mucha más rapidez de la normal, la nieve que caía me calaba hasta los huesos, las patrullas de estos días eran las más severas pero ni a mí, ni a Zachariah nos importaba éramos el equipo más unido y organizado del Instituto, se nos eran confiadas las misiones más riesgosas, y siempre retornábamos con la victoria.

Zachariah y yo nos hicimos amigos desde el instante que puso los pies en el Instituto, de eso ya hace ocho años; Nos comenzamos a entrenar juntos y nuestras habilidades se iban desarrollando a la par, Un día, entramos a la sala de armas para "escoger un nuevo desafío", Zachariah tocó todas las de una pared mascullando que ninguna de esas era la que quería, luego como si alguien le hubiese llamado dio un giro casi mortal que logró ponerme de los nervios, posó su mirada sobre la pared que estaba detrás de mí, y comenzó a caminar hacia ella con una inmaculada seriedad, yo solo me limité a observarle desconcertada sin interrumpirle, él estaba absorto mirando una espada larga, esta era casi negra y tenía un grabado de estrellas en la hoja, alargó su mano y la liberó de su cautiverio, al empuñarla susurró

–Phaesphoros.

Y esta como si cobrase vida resplandeció con una luz que inundó la habitación, el chico parecía un ángel real, empuñando la espada la clavó en suelo de madera sin soltarla, mientras el brillo se iba apagando la respiración de él se apaciguaba a igual medida, cuando pudo hablar me contó que noche tras noche desde que llegó al instituto soñaba con una espada que le llamaba por su nombre Axel Zachariah Morgenstern Verlac, las primeras veces no pudo encontrarla y de hecho en su sueño de anoche se le fue mostrado donde estaba la espada pero no pudo empuñarla, hasta ahora, cuando después del desayuno me persuadió para ir a la sala de armas.

Ya era entrada la noche, todo iba fluyendo con normalidad, no había indicios de actividad demoníaca, pero al adentrarnos en una de las veredas de Whitechapel, el olor nauseabundo como a basura podrida nos golpeó, dirigí una mirada a Zachariah, le noté tensarse preparado para la batalla y sonreí pues yo también lo estaba. La oscuridad que reinaba en aquel lugar era indudablemente de naturaleza demoníaca, pero gracias a la runa de visión nocturna el asunto no era de importancia, nuestra caminata era sigilosa como corresponde a un Cazador preparado, pero lo que encontramos nos paralizó pues entre las sombras se levantaba un gran número de demonios, de diferentes formas y estaturas, estaban ante Lilith, sus voces sonaban como crepitar de llamas y lamentos tormentosos. Miré a Zachariah no sin un poco de temor, su mirada era como la de un ángel anhelando venganza divina esa expresión llegó también a sus labios crispándolos en una sonrisa casi malvada, yo sabía que él entraría a la batalla sin pensar en la gran diferencia que teníamos en cuanto número, le detuve sujetándole de su brazo derecho, me miró severamente y juró en voz baja.

En ese instante Lilith y unos grandes demonios se desvanecieron mientras que los restantes se vinieron como avalancha en nuestra contra, algo era seguro ellos sabían de nuestra presencia, Tomé el arco de mi espalda y Zachariah empuñó su espada y susurrando Phaesphoros. Al darle nombre la espada resplandeció cegando a los demonios más próximos a nuestra posición, Zachariah avanzó cortando todo a su paso, mientras yo disparaba con precisión flechas a su derredor, de un momento a otro los demonios restantes se unificaron en una masa nebulosa que como resultado dio un demonio enorme, con alas negras y rotas que colgaban a su espalda, ojos rojos flameantes como las llamas del infierno, y una sonrisa diabólica que me retorció las entrañas, Zachary se detuvo y volteó a verme en el segundo que el chico me miró a los ojos se me fue mostrada una runa, tomando con rapidez mi estela la grabé sobre la flecha esta resplandeció mientras salía a gran velocidad de mi arco, esta pasó por el lado izquierdo de mi compañero e impactó en el pecho del demonio junto a Phaesphoros, el demonio tambaleante le propinó un golpe a Zachary enviándole lejos por el impacto, el demonio puso sus manos en la empuñadura de la espada y esta resplandeció con gloria haciendo estallar al demonio.

Yo había corrido al lado de Zachariah que estaba como un ovillo en la nieve, llegué a tiempo para protegerle del icor que llovía, masculle con dolor, luego volteé a Zachary, notando el gran corte que sangraba en su pecho, su semblante era pálido y sufría espasmos; Él me miró con sus hermosos ojos verdes, yo quité el rubio cabello que se había pegado a su cara.

-¿Funcionó verdad? Dijo con dificultad

-sí, sí, ya hablaremos luego de eso, voy a llamar al instituto. Me miró con pesar y me habló no sin estremecerse tomando la mano donde tenía mi celular.

–Adele, tienes que hacerlo tú, no pierdas tiempo. Yo estaba temblando y no de frío pues el calor que irradiaba aquel chico era suficiente para ambos, mi respuesta mientras soltaba el celular fue –Estás loco Zachary. Pero con su mirada me decía que había algo que yo no acababa de comprender. Tomé la estela de su cintura, pues había soltado la mía minutos atrás, él me miró y asintió, yo cerré los ojos y sentí sus ardientes manos alrededor de la mía, comencé a trazar y al finalizarla abrí los ojos ante el resplandor de aquella runa antes desconocida para mí, mi corazón golpeaba contra mis costillas, mi respiración y la del chico iban al mismo compás, Yo estaba mareada, puse mi frente sobre su pecho allí donde la herida se había cerrado, le sentí estremecerse y l con eso me incorporé como resorte, tomando mi celular enviando un mensaje pidiendo ayuda y dando nuestra dirección.

-Ya levántate vagabundo. Le dije al notar que mi reacción al levantarme le había perturbado, él sonrío de lado y se desmayó. En ese instante un portal apareció cerca de nosotros seguido de un grupo de cazadores que nos rodearon para examinar a Zachary, mientras otros patrullaban alrededor como era el protocolo. Los encargados del herido le cargaron y pasaron por el portal. Mientras esto sucedía yo recogí la espada y la flecha que yacía junto a la primera, mi arco y mi estela, al volver fui de las últimas en pasar por el portal.

Llegué corriendo al cuarto de Zachariah, un hermano silencioso llamado Enoc estaba al pie del lecho donde yacía el chico no se si dormido o inconsciente, mientras me acercaba con el corazón desbocado el hermano Enoc habló en mi mente.

–Tú Joven Blackthorn, usaste una runa que es del uso exclusivo de la hermandad de Hierro, ¿Cómo puede ser tal cosa? Yo le miré sorprendida

-¿Una runa de la hermandad? Mi mente reprodujo una vez más aquella runa.

–Sí, por eso el estado actual de Zachariah es tan delicado. Dijo con voz severa, aquel tono que usó encendió ira en mi interior y mi respuesta expresó aquel sentimiento.

-¿Soy culpable de tal hecho aun cuando a nosotros no se nos es transmitido humanamente tal conocimiento?

El hermano Enoc se movió hacía mí y bajó su capucha –No me creas en tu contra corona de espinos, este asunto es sumamente delicado, La runa que trazaste en el pecho de este joven puede quitarle la vida si él en su interior no es digno, debe luchar para resurgir del letargo en el que está. Suspiré mientras me sentaba en el sillón al lado de la cama, lagrimas corrían por mis mejillas, cuando levanté el rostro noté que estábamos solos en la habitación.

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Un Morgenstern  y Una BlackthornWhere stories live. Discover now