El café en la medianoche

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Al llegar a la mansión el silencio hacía ruido en cada esquina, la casa parecía aún más oscura que hacía horas atrás. José fue notificado por su hermana mayor camino a casa, ni bien llegó después del largo viaje ya que vivía en un pueblo lejos de la ciudad se puso furioso preguntando que le había sucedido a su madre, golpeando las paredes con fuertes puños sostenía el sollozo para no entristecer aún más a su familia.

Los hermanos se sentaron frente al fuego del hogar, en un inmenso sillón color nieve, ya todo limpio y ordenado luego de quitar la alfombra cubierta de sangre. Mientras Mara les preparaba algo caliente para tomar, Lucia, José y Gabriela permanecían en silencio, sus miradas estaban perdidas en el intenso fuego abrillantando más sus ojos húmedos empapados de dolor.

La mayor de las hermanas se alzó de repente quebrando en llanto.

–Tranquila Gabriela, despertarás a las niñas, tranquilízate y siéntate a tomar un poco de té. –Exclamo José, ya que sus hijas se encontraban durmiendo en uno de los sillones tapadas con cobijas abrigadas.

Con mirada desconcertada y triste la joven se paseaba de lado a lado con actitud inquieta, caminando a paso rápido subió por las escaleras, pero Lucia interrumpió su caminar preguntando.

– ¿Nos vas a decir qué pasa? –Con miedo en su voz.

–Mamá dijo algo cuando entró al living, algo así como ¿Por qué a mí? O ¿Por qué yo? No recuerdo muy bien estaba muy estremecida cuando la vi en ese estado. Iré a su habitación, algo encontraré.

Subieron todos al cuarto de la señora Dolores revisando todo con sumo cuidado mientras que Mara cuidaba de las niñas que reposaban en pura calma junto al fuego del hogar.

Dentro de los cajones, debajo de la cama, en los bolsillos de su ropa nada había que indicara que fue lo que llevó al suicidio a la madre de esta gran familia. Ya resignados José y Lucía se retiraron de la habitación, bajando frustrados por las escaleras, pero Gabriela no podía con su dolor y su intriga, llorando desesperada tomó la almohada de su madre y la apoyo en su rostro buscando consuelo, posó su espalda sobre la gran puerta cerrándola despacio, pero algo llamó su atención junto a la pared donde estaba la abertura apoyada hacía instantes, antes de que ella la cerrara , un papel estaba doblado en dos partes sobre el frio suelo, dejó caer la almohada y lo recogió, era una carta claramente, una carta de su padre, el mismo que no pudieron localizar ya que estaba de viaje por su trabajo y su teléfono celular se encontraba apagado, aun no le habían dado la triste noticia.

Querida, cuantos años nos acompañan desde aquella vez que subimos a aquel altar, noches eternas de amor, cariño, lujuria y locuras, y que locuras ¿no? Quiero que sepas que eres la mujer más hermosa que pueda existir en este mundo, eres la dama que cualquier caballero quisiera tener, y la madre que cualquier hijo elegiría. ¿Recuerdas aquella vez que fuimos al parque y torciste tu pie culpa de tus zapatos? Al llevarte cargando hasta nuestro hogar soñé con envejecer junto a ti, y sostenerte aún cuando fuéramos ancianos, siempre juntos, esa era nuestra frase, lo recuerdo como si fuese ayer Dolores.

Pero algo sucedió, nuestra cama comenzó a enfriarse, nuestras charlas comenzaron a ser vacías y ya casi no nos mirábamos a los ojos al hablar. Busqué refugiarme en mi trabajo para despejar mi mente, pero algo ocurrió en ese entonces, conocí a una mujer, una mujer que me hizo sentir aquello que entre nosotros se perdió hacía ya tiempo, te juro que intenté recomponer mis sentimientos hacia ti, pero ya las flores no olían a flores contigo, nuestras almohadas eran solo témpanos de hielo que enfriaban nuestras noches. Entonces conocí a alguien, y hoy estoy enamorado. Perdón... Voy a ser padre de un niño, lo sé, sé que parece una gran locura todo esto, jamás creí que a esta altura de mi vida algo así podría ocurrirme, te pido perdón, pero no puedo seguir más con esto, no volveré a casa, espero algún día sepan perdonarme, nuestros hijos ya crecieron y ellos pensarán por si solos. Pero me enamoré y no lucharé contra eso. Hasta siempre Dolores, un abrazo y te pido perdón nuevamente.

GABRIELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora