Bely siempre fue tierna, agradable, inocente, un hilo sujeto tanto a la vida como al amor.
Yo... Era el dedo al que se mantenía anudado.
A día de hoy habría hecho todo lo posible por mantener ese nudo atado, por no haberlo soltado.
A veces nos damo...
El hilo rojo del destino también conocido como "cordón rojo del destino", es una creencia de Asia oriental, presente en la mitología china y en la japonesa. Además, este mito se refleja también en Occidente con las llamadas "almas gemelas".
Según este mito, los dioses atan un cordón rojo alrededor del tobillo -o del dedo meñique, en el caso de la cultura japonesa- de los que han de conocerse o ayudarse en un momento concreto y de una manera determinada
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Él césped húmedo envolvía mi figura, humedecía, junto a mis ojos, mi ropa.
Mis parpados se habían cerrado hace años, tal vez no, tal vez tan solo llevaban cinco minutos cerrados, pero para mi habían pasado años desde que descolgué el celular hasta ese momento.
Recorría por mi cuerpo una sensación que no conocía, una rabia e impotencia que me impedía respirar con normalidad, es mas, ¿Realmente estaba respirando? ¿Esto me estaba sucediendo a mí?
Abrí mis ojos, algo me estaba sucediendo.
Un dolor poco común había invadido mi pecho. Miré mi alrededor, una serie de personas se habían amontonado a mi lado, observándome en silencio, algunas se sorprendieron al ver que reaccionaba, que estaba viva, ¿Realmente lo estaba?
Mi cabeza empezó a dar vueltas, un pitido empezó a retumbar mis oídos.
Sin embargo, la gente me seguía observando, sin decir nada, pendientes de todo aquello que podía sucederme.
Algo me agarro la espalda, me sorprendí, no me asuste, pero me sorprendí, ¿De que asustarme, si ya había sucedido lo que más temía en esta vida?
Una voz distorsionada habló, creo que intentaba calmarme, miré hacia la persona que me tenía agarrada, entre una mancha borrosa, logré localizar a mi madre, cerré los ojos y dejé que me cubriera con sus cálidos brazos, por un momento pude verme actuando como tú frente a la vida, frágil, ese pensamiento hizo que mis ojos se cerraran y de ellos salieran lagrimas sin parar.
Realmente, eso no estaba pasando.
Realmente, no podía estar pasando, era imposible.
—Vámonos a casa—Me susurro mi madre al oído con la voz ronca, mientras me abrazaba.
Algo me impedía hablar, intenté calmar mi respiración, mi pecho subía y bajaba sin parar, notaba pinchazos invadir mi cuerpo, impidiéndome mover ni un solo musculo.
Tosí unas cuantas veces, volví a cerrar los ojos, negándome a volver a la realidad, no sin ti.
—Chloe, por favor.—Mi madre apoyó su cabeza contra mi espalda, empezó a llorar, observé su borrosa figura en silencio. Realmente esto estaba pasando.
En ese momento pude escuchar tu voz, pude ver como arropabas a mi madre mientras le decías que todo estaba bien, que ella no tenia porque preocuparse de nada. Sentí envidia, mi respiración volvió a fallarme, miré mis alrededores, lo que antes estaba lleno de gente, ahora estaba desierto, tan solo alumbrado por una defectuosa farola, que parecía enfocarnos a nosotras, como si esa noche estuviésemos en un escenario, mientras miles de estrellas acompañaban nuestro llanto.