Bely siempre fue tierna, agradable, inocente, un hilo sujeto tanto a la vida como al amor.
Yo... Era el dedo al que se mantenía anudado.
A día de hoy habría hecho todo lo posible por mantener ese nudo atado, por no haberlo soltado.
A veces nos damo...
El vacío es la ausencia total de material en los elementos en un determinado espacio o lugar.
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Otoño.
Odiabas esta época del año, siempre me lo decías, no era por el inicio del curso escolar, eras una persona muy comprometida con los estudios a pesar de tus pocos recursos, las vuelta clases no causaba tristeza alguna en ti.
La muerte de tu abuela sí.
Tu abuela, aquella vieja mujer que dormía bajo tu techo, que cuidaba de ti, que nos contaba historias inventadas mientras nos alimentábamos de sus ricos muffins.
Tan solo pude compartir dos años a su lado, a veces me asustaban sus manos huesudas, su piel exageradamente blanca y sus ojos, sus ojos de cristal. Si a caso mi ignorancia e inmadurez me hubiera permitido disfrutar de su compañía en vez de temerle.
Supe la verdad una semana después de su muerte, estuve contigo durante "su último adiós", te tendí mi mano, te acompañe y llore a tu lado, no por un motivo en concreto, pero tu sufrimiento era el mío, las dos éramos una, si tú llorabas, yo también. Me afectó mucho que durante los siguientes cuatro días de clase no asistieras, tal vez porque estábamos en la misma clase, y porque odiaba ver la silla que te había reservado a mi lado vacía, no estabas con gripe, ni con tos, como las demás veces que faltabas, entonces, ¿Por que no venías?
Ese viernes si asististe, pero no estabas tan animada como siempre, tus labios se encontraban blancos y, tus mejillas, que siempre solían estar teñidas de un suave rojo, habían perdido color.
Fue cuando mire tus ojos, me di cuenta de que algo realmente iba mal. Ese color azulado que tanto envidiaba estaba apagado, rodeado de un color rojo imposible de disimular, lo cubrían unas grandes ojeras que nunca había visto en ti.
En clase, tu comportamiento también fue extraño, en vez de mirar a la pizarra mientras tomabas apuntes, habías colocado tu cabeza sobre tus brazos y mantuviste la pose durante horas, con la mirada perdida, tampoco habías traído la tarea, lo cual era normal en mi, pero en ti no. Cuando la profesora te pidió explicaciones, llevaste tú vista hacia el suelo y observe como una lagrima salía de tus cansados ojos.
No te volví a ver hasta el recreo, pues la maestra decidió dejarte unas horas de soledad y te envió a la sala de los profesores, entendí que tal vez eso sería bueno para ti, ya que, cuando llorabas, Victoria cuchicheaba y reía con sus amigas, y no quería que nadie cuchichease sobre ti.
De todas formas, esa tarde quedamos para jugar. Mi madre dijo que te iría bien despistarte y divertirte, yo opinaba lo mismo.
Te noté mejor que por la mañana, tus mejillas habían cobrado un ligero color rojizo, y tus ojos estaban cerca de recuperar su color azul puro.
También estabas más animada, o eso parecía, pude conseguir hacerte reír levemente, lo cual era imposible seis días atrás.