Capítulo III

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  Mamá y papá seguían caminando. Aunque papá tuviera el tobillo torcido, no era excusa para dejar su búsqueda.
Pero caminar así no era tan fácil, y menos en un bosque tan oscuro como ese. Y lo peor: cada segundo que se detuvieran eran menos posibilidades de encontrar a Mery. Por fin, papá se rindió.
-Ya querida, ya. Ya detente por favor –dijo papá muy exhausto.
-¿Qué, estas loco? No podemos detenernos ahora. ¡Mery nos necesita!
-Ok, ok... pero déjame descansar un poco, ¿vale?
-Vale, descansemos –dijo mamá disgustada.
-Gracias.
Papá comenzó a buscar a tientas un lugar donde sentarse. Luego de algunos minutos caminando y tropezando encontró un tronco caído. Se sentó.
-Uff –dijo papá entre suspiros mientras se sentaba.
-¿Ya terminaste? –preguntó mamá impaciente, golpeando el piso con el pie.
-Sí, si... solo dos minutos más.
-¡Nada de eso!
Mamá haló a papá hacia ella e hizo que este se lastimara su tobillo.
-¡Ay, ay! ¡Mi tobillo!
Papá se molestó con mamá.
-¿Por qué hiciste eso?
-¿Cómo que por qué? Nuestra hija está perdida en medio de este oscuro bosque, ¡y tú solo piensas en tu tonto tobillo!
-¿Ahora es mi culpa? Si no lo recuerdas te dije que regresaría a casa para no hacerte estorbo. ¿Y quién fue la que me dijo que no regresara? Ah espera, ¡fuiste tú!
-¿Me estás echando la culpa a mí?
-¿Tu qué crees?
Mamá y papá continuaron discutiendo por un largo rato sin llegar a ningún acuerdo. Por fin, cuando vio que iba perdiendo, mamá se cansó.
-¡Ya es suficiente! –Gritó mamá- ¡discutiendo no lograremos nada! Debemos tranquilizarnos, ¿ok?
-Ok... lamento haberte gritado.
-Yo lamento haber lastimado más tu tobillo.
-¿Me perdonas?
-Si.
Mamá y papá se abrazaron. Ya habían hecho las paces y estaban muy felices. En eso, comenzaron a oír una voz.
-Vengan...
-¿Oíste eso? –preguntó mamá.
-Vengan...
-Sí, lo oí.
-Vengan...
-¿Puedes saber de dónde viene?
-Vengan...
-Sí, eso creo. Solo necesito oírlo otra vez...
-Vengan...
-¡Por aquí, se escucha delante nuestro!
Mamá y papá empezaron a seguir la voz. Iban despacio, por el tobillo de papá. Sin embargo, después de un rato, ya no oyeron la voz. Guardaron silencio varias veces, pero ya no la volvieron a oír.
Y cuando estaban a punto de volver hacia atrás, una pequeña luciérnaga se puso frente a ellos. Giró en círculos varias veces y voló hacia ellos. Se apartaron para que no chocara con ellos. Y cuando quisieron continuar siguiéndola con la vista... se encontraron con una gran sorpresa. Frente a ellos se encontraba un sendero iluminado por hermosas y resplandecientes luces que provenían de los árboles.
-Por aquí –escucharon decir a una voz muy familiar. Era la misma voz que los había traído aquí. Mamá estaba asustada.
-¿Vamos? –le preguntó a papá mirándolo. El la tomo de la mano.
-Vamos –dijo con mucha seguridad mirándola a los ojos. Mamá sonrió y apretó fuertemente la mano de papá y ambos caminaron por el sendero.

* * *
Mery regresó hacia el anciano y se veía un poco decepcionada.
-¿Qué ocurrió? –le preguntó.
-Nada.
-¿Nada? Yo te veo muy triste. Dime que pasó.
-Eso es lo que pasó: ¡Nada! ¡No pasó absolutamente nada! Dejé a mis padres por seguir estas tontas luciérnagas y... -sus ojos se llenaron de lágrimas- ¡Y ahora estoy sola, sin nadie!
Mery comenzó a llorar. El anciano le extendió sus brazos y ella lo abrazó fuertemente mientras continuaba llorando.
-Ya, ya, ya cálmate. No llores, ¿de acuerdo? Mírame.
Mery miró al anciano. Muchas lágrimas corrían por sus mejillas pero el las limpiaba son su pulgar. La nariz de Mery estaba algo mocosa.
-No estás sola. Me tienes a mí, ¿lo olvidas?
Mery asintió y se limpió la nariz con la manga de su camisa.
-Además, dentro de poco habrá más compañía.
-¿Cómo lo sabe?
-Es una corazonada.
-¡Mery! –gritó una voz familiar. Mery dejó de abrazar al anciano. Estaba oscuro, ya que la única luz que había provenía de las luciérnagas, y estas habían desaparecido.
-¿Oyó eso?
-¡Mery!
-Sí, lo escuché.
-¡Mery!
-¿De dónde proviene?
-No lo sé.
Y mientras el anciano pronunciaba estas palabras los árboles se iluminaron hermosamente. Las luces despedían un precioso brillo, que hacía parecer que el tiempo pasaba lentamente. Mery contemplaba asombrada lo que sucedía. Mientras giraba su cabeza para contemplar todo, vio a 2 personas a lo lejos. Una de ellas corría y la otra caminaba cojeando. Mery corrió hacia ellos. La persona que corría, al ver a Mery correr hacia ella, corrió con más fuerza. Y la otra persona, como pudo, también apresuró su paso.
-¡Mery! –Gritó la mujer abrazando a la pequeña- ¡Mery! ¡Por fin te encontramos!
-¡Mami!
Madre e hija lloraron. El padre de Mery, que por fin logró llegar a donde ellas estaban, se acercó y se unió al abrazo. Los 3 compartieron un abrazo familiar único y especial, como ningún otro. El anciano sonrió y se acercó.
-Me alegra mucho que hayas llegado hasta aquí Mery.
Mery y sus padres se dejaron de abrazar. Papá se puso enfrente de su esposa y Mery y su esposa la protegió con el brazo.
-¿Quién es usted? –preguntó papá en con un tono de seriedad.
-Me alegra que preguntara. Yo soy quien trajo a Mery a este lugar.
-¿Qué? –dijeron los 3 al mismo tiempo sorprendidos.
-¿Quiere decir que fue usted el que mandó las luciérnagas que me trajeron aquí?
-Así es.
-¿Entonces usted fue el responsable de que Mery abandonara su casa y se internara en este oscuro bosque? –preguntó la mamá de Mery mientras se separaba de ella.
-Efectivamente.
-¿Y por qué hizo semejante cosa? –preguntó el papá de Mery enfadado.
-Porque ella es la elegida.
-¿Elegida? –preguntaron los tres.
-Sí, la elegida.
-¿Elegida para qué? –preguntó Mery confusa.
-Para ser mi sucesora.
-¿Sucesora?  

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