UNO

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Dos años antes.

Pequeñas gotas, caídas de aquel gris cielo, chocaban contra el lujoso parabrisas que el coche poseía.

La suave llovizna había interrumpido los planes que el chico tenía y ahora se veía atrapado allí para ayudar a su padre con negocios.

— Ponte chaqueta o te enfermarás. Ya casi llegamos. —Seokjin asintió sin titubear, como siempre hacía, a las órdenes de su padre.

— ¿Y porqué vamos a los terrenos?

— Necesito comprobar algo. Estoy a punto de cerrar un contrato y quiero asegurarme de algunas cosas antes.

— Entiendo —Volvió a dirigir su mirada hacia la ventanilla, apreciando las edificaciones y las tierras que rápidamente quedaban atrás—. Si quieres puedo ayudarte a acabar el papeleo, así vuelves temprano a casa.

— No hace falta, lo acabará el secretario Kim.

— ¿No crees que le das demasiadas responsabilidades? Pienso que se merece un descanso.

— ¿Demasiadas responsabilidades? Le pago para eso, hijo. De cualquier modo, pronto serán Navidades. Podrá descansar entonces.

Seokjin frunció el ceño cuando el coche empezó a balancearse sobre el inestable terreno.

Su padre era un reconocido empresario que había comenzado con una pequeña organización treinta años atrás dedicada a asistir a las grandes fundaciones, facilitando así los trámites que éstos debieran realizar. Algo así como una gestora.
Sin embargo, algo cambió y acabó siendo una Empresa de Urbanismo e Inmobiliaria, ganando posiciones en el mercado hasta convertirse en una de las más importantes.
Esto conllevó a que Seokjin naciera como el hijo de un adinerado CEO, en una cuna de oro y con una cuchara de plata en la boca.
Había sido criado entre algodones y siempre tenía a alguien que cuidase de él.
Consiguió que esto cambiase tras cumplir los dieciocho apenas un año atrás, pero incluso ahora, su padre a veces se encargaba de contratar a alguien que estuviera a su lado y le asistiera con cualquier cosa que necesitase: desde llevarlo en coche a algún sitio, pasando por prepararle un sándwich, hasta secarle el pelo después de ducharse y recordarle que debía abrigarse.

Seokjin había sido despojado de parte de su privacidad y esa carencia de intimidad había impedido que hiciera muchas cosas que los adolescentes a su edad ya habrían hecho.

— ¿Qué demonios...? —Su padre se movió tras el volante para divisar una zona del terreno, llamando la atención de su hijo, el cual hizo lo mismo.

Una botella de agua voló por los aires seguida de una lata y la cara del Sr. Kim fue invadida por el desprecio.

— ¡Ésos punks! Jin, quédate en el coche. Se van a enterar.

Su padre siempre decía lo mismo de cualquiera que no fuera de clase alta o como mínimo, de clase media. Tragedia social, delincuentes, punks...

El chico desobedeció la orden de su padre y bajó del vehículo, cerrando la puerta con cuidado. Observó a tres muchachos que se encontraban de espaldas, curioso. El primero tenía la cabellera rubia, y era el más alto de los tres. El segundo, que era el de menor estatura, tenía el cabello blanco con un peinado muy similar al de Seokjin, y señalaba algo a la distancia. El tercero, tenía el cabello negro y fue el primero en girarse al oír las puertas del coche cerrarse. Los otros dos se volvieron al oír los pasos del Sr. Kim sobre la grava.

***

— Le he estado comentando a los jefes que cerca del taller hay un terreno vacío.

Cherry BlossomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora