Don Miguel.

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Don Miguel estaba muy entretenido exponiendo su asignatura un Viernes a última hora. Explicaba de manera apasionada, tenía un modo de vivir la historia que incitaba a prestar atención pero no dejaban de ser las 14:10 de un Viernes.

– Lolita – me llamó señalándome con su porta-tizas verde. – Hoy estás muy distraída. Pásate luego por mi despacho que hablemos y así de paso me aclaras unas fechas.

Abrí mi agenda roja de piel y apunté "Visita al despacho del profe de historia."

– Sí, claro. – terminé de escribir resignada por tener que esperar más de lo previsto.

Don Miguel era un hombre de tez pálida y pelo castaño perfectamente peinado y engominado hacia atrás. Su mirada era fría, de un azul hielo intimidante, de esas que no te atreves ni a corregirle aunque se equivoque de día de la semana: si él dice un jueves que estamos a martes, pues estamos a martes.

Tenía unas facciones serias y una mandíbula bastante marcada que te hacía temblar cuando (rara vez) se ponía serio, aunque su sonrisa compensaba sus rasgos amenazantes. una barba corta, muy cuidada y perfilada que acentuaba sus rasgos. Físicamente desentonaba entre tanto carcamal: un hombre atractivo, alto, de espalda definida y pecho marcado bajo esos trajes de estirado que acostumbraba a llevar. Era un profesor muy deseado entre sus alumnas (y algunos alumnos), es más, pondría la mano en el fuego a que disfrutaba de las sonrisas tontas y comentarios subiditos de tono de las colegialas. Sin duda era un hombre al que le gustaba gustar

Yo era la delegada y alumna del consejo y, por desgracia (o por suerte para otras) tenía que pasar demasiado tiempo entre docentes, papeles y cómo no, Don Miguel estaba entre ellos.

Sonó el timbre y tras comprobar unos apuntes y confirmar mi asistencia en dos reuniones, salí de clase encaminada a su departamento a paso rápido para escaparme de allí lo antes posible a comer.

– Pasa – dijo justo cuando iba a llamar – se escuchan tus tacones desde el principio del pasillo – añadió.

Dejé mi bolso en la silla contigua y tomé asiento mientras sacaba la agenda y una pluma para apuntar lo que sería seguramente una propuesta de fecha de exámenes o trabajos.

– Hoy no te va a hacer falta ese repertorio de notas al que tanto temo– señaló divertido a la vez que se sentaba encima de la mesa tomando una postura informal. – Sólo quiero charlar contigo un rato de tú a tú.

Miré el reloj pensando que no eran horas para tener una charlita "de tú a tú"

– Si tienes algún compromiso lo dejamos para mañana– se percató de mi prisa.

– No, es sólo que hay hambre – sonreí

– Préstame 30 minutos y te dejo libre, incluso te invitaré a comer si me demoro –se ofreció.

Miré mi agenda e hice el amago de apuntarlo pero cerré la pluma.

– No creo que sea apropiado –advertí – aunque mi estómago no piensa lo mismo.

– Perfecto – carraspeó– Veo que tus compañeras están un poco distraídas en clase, no quisiera perder a la única que parece escucharme y que te unieras a ese bando, aunque no sea por los mismo motivos –guiñó el ojo.

– Es un profesor que no pasa desapercibido y creo que es completamente consciente de ello –hice una pausa – pero yo vengo a clase para estudiar, no a estar de cháchara y tonteo con los profesores. –ajusté mi falda.

– Es decir, que no me ves atractivo –pasó la mano por su perfectamente peinada cabellera.

No supe qué responder a eso. Era obvio que Don Miguel estaba como un queso, tengo ojos en la cara, pero eso no era algo que yo le iba a decir.

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