Espejo roto.

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Un día cualquiera llegué a mi casa me miré al espejo y me quise, estaba enamorada de mis cicatrices, de mis estrías, mis ojos, mis curvas y de absolutamente todo lo que veía en ese espejo. Pero, de pronto, se cayó. Deseé que no se hubiera roto o que al menos pudiera arreglarlo. No pude. Y desde entonces, siempre me veo como me veía en ese espejo roto, a pedazos, miles de piezas desordenadas, distorsionadas.

Tengo que reconocer que he ido de cama en cama buscando un espejo en el que pueda quererme, enamorarme de mí misma como no lo he estado nunca. Poder enamorarme de mi sonrisa al igual que lo hago de cualquier sonrisa que me cruzo por la calle. Todos los brazos por los que he pasado me han robado un pedazo de ese espejo y me he enamorado de cada abrazo que ha sido capaz de sostenerme cuando yo no podía mantenerme en pie. Ha llegado un punto en el que pienso que esos brazos no querían realmente sostenerme, solo aprovechar mis momentos de máxima fragilidad para poder coger un pedacito de ese espejo roto, quien sabe para que, para coleccionar o para llenar un vacío en el que mi pieza no encaja, pero deja un alivio temporal.

No sé cómo recuperar todas mis partes perdidas entre mil sábanas. No sé cómo dejar de esperar encontrar unos brazos que me sostengan cuando yo no puedo. A estas alturas ya solo soy un desastre que no quiero arreglar, solo deseo poder volver delante de ese espejo y que la imagen que hay en esos pedazos sea lo que logre mantenerme en pie, sin la necesidad de unos brazos en los que perderme.

InmarcesibleWhere stories live. Discover now