CAP I - FALSAS REPUTACIONES Y OTROS MALOS ENTENDIDOS.

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Byun BaekHyun tuvo que soportar toda una vida de desventajas por causa de su complexión física, así como malos entendidos debido a su aspecto.

Su cuerpo delgado, apenas marcado por los ejercicios, parecía tan frágil como la más fina porcelana, lucía una piel lechosa como si nunca antes hubiese tenido contacto con la luz del sol.

Pero este chico de rostro angelical era todo lo contrario a lo que dictaba su apariencia y JongIn, su compañero de apartamento, lo sabía muy bien.

− ¿Piensas quedarte ahí tirado todo el día? ¡Uhg! ¿Qué es esta peste? ¿Cómo puedes dormir en un lugar así?

Pero no interpreten al morenito bello como un quisquilloso amargado que ya bastante tiene con soportar al desastre andante de nuestro protagonista.

− Mmhh− gesticuló a modo de reproche por la abrupta intromisión del más alto, mientras se removía entre las sábanas y demás prendas esparcidas sobre la cama.

−Están a punto de ser las dos de la tarde, al menos deberías reportarte en el trabajo. No van a tolerar tu actitud por mucho tiempo más Baek.

−No molestes Jong, es muy temprano para que estés gritando en domingo.

− ¿¡Qué dices!? ¡Es martes, martes Baek! − exclamó con enfado, preocupado por el comportamiento del más bajo.

− ¡Qué!− el castaño dio un brinco fuera de la cama y huyó con prisa al cuarto de baño.

Kai bufó negando ante el actuar de su compañero de apartamento, quien al parecer era definitivamente un caso perdido.

− ¿Por qué no viniste antes a despertarme? − se quejó entre bocados mientras devoraba con rapidez su desayuno.

−Ya estás bastante grandecito como para que ande detrás de ti recordándote a cada instante lo que debes o no hacer− soltó a modo de reproche tras un pesado suspiro.

JongIn y Baek eran amigos desde tiempos inmemoriales, se conocían desde la universidad. Al bajito le era muy cómodo vivir con él ya que, al ser el dueño de casa el hermano mayor de otros cinco desastres andantes, tenía arraigada la costumbre de cuidar todos esos aspectos que el castaño creía innecesarios.

Al moreno no le importaba limpiar la casa, cocinar para ambos o incluso hacer las compras de la semana. Solo pedía un poco de cuidado en las áreas comunes.

−Eso no te detiene de hacerlo− respondió mientras aún se ocupaba por masticar los waffles de canela y miel que el alto había preparado.

−Te lo repito una vez más, deberías tomar de una vez por todas el control de tu vida ...

El castaño rodó los ojos y simplemente ignoró el sermón matutino de su compañero de apartamento. Comprendía que las palabras ajenas venían con buena intención pero no por eso tenía la obligación de cambiar.

−Mi vida está bien tal como está. − respondió tras acabar con su desayuno. −Trabajo, pago la mitad de las cuentas y como acordamos, respeto tu excesiva compulsión por la limpieza y el orden en los espacios que compartimos.

−Un trabajo que solo Dios sabe cómo mantienes− contraatacó.

−Porque soy bueno en lo que hago, más que bueno, me atrevería a decir – presumió sus dotes con autosuficiencia antes de que el moreno pudiera terminar con sus reproches. −...ellos saben que sería un error perderme por nimiedades.

−Tampoco te vendría mal ser algo organizado en tu habitación, seguro podrás estar listo en menos tiempo si supieras en dónde encontrar tus cosas, o al menos distinguir que está limpio y de lo que no.

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