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La familia Zimmermann no era tan diferente a la nuestra, sus hijas eran asombrosas (sin mencionar que su hijo era encantador) nos llevamos bien al instante. Yo permanecía sentada la mayoría del tiempo, pocas veces me quedaba parada.

Llego el momento de aclarar dudas respecto a la escuela, nos dijeron que asistiríamos todos juntos, y que sería bueno que no nos separáramos mucho, Naia y yo iríamos al mismo curso, junto con Linus y Narella. Linus al descubrir eso, se puso rojo como si la vida le dependiera de ello. Lenin, Licario, Nastya y Nataniel irían uno por encima de nosotros, pero aun así nos veríamos mucho.

Nos explicaron que el director era bastante, sombrío, los uniformes eran raros, en realidad no se escuchaban como si fueran uniformes. Eran pantalones negros de cualquier tipo (preferible de cuero o de mezclilla), podíamos llevar cualquier blusa o camiseta que quisiéramos, pero era llevar una chamarra de cuero de cualquier tipo en todo momento, los hombres llevarían guantes de cuero completamente negros sin los dedos, con las mujeres sería lo mismo. Era de esperar que cada uno de nosotros en parte se sintiera satisfecho con el uniforme.

Nos dijeron que durante las primeras semanas seguramente conoceríamos más hijos de colegas, que no era seguro, pero que nos preparáramos por si acaso; eso nos puso los pelos de punta, al parecer casi toda la compañía se había mudado a Pensilvania.

Poco después llegó el momento de que los Zimmermann se fueran, Nastya, Narella y Naia, me prometieron que irían a visitarme a menudo, no vivían lejos de allí, Narella le dio un beso en la meguilla a Linus quien se encendió al rojo vivo como lucecita de navidad. Narella era una chica muy linda sus cabellos rizados, rubio intenso, caían con naturalidad sobre su espalda, sus ojos eran como los de Linus y al igual que todos su piel era tan blanca como la nieve o al menos casi lo era.

Nastya hablaba en medio de susurros con Lenin, Lenin asentía con una pequeña sonrisa en los labios, al final se quedaron viéndose un momento y él le hizo una reverencia, ella correspondió y poco antes de voltearse se despidió con la mano. Nastya tenía los cabellos tan lacios que podrías ponerle un peine y se resbalaría por sí solo, era completamente negro, sus ojos eran como los de Lenin, tenía una sonrisa bastante pegadiza.

Nataniel en cambio solo le estrecho la mano a Licario, al parecer habían estado hablando durante la velada y eso los volvió mejores amigos.

Naia, se acercó lentamente, era algo tímida, pero era muy linda y tierna, me sonrió y se acercó más rápido. Su cabello era parecido al mío, solo que un poco más oscuro, sus ojos eran cafés casi negros.

-Nos vemos pronto –me dijo cuando llego a mí.

-Por supuesto, seria agradable que hubiera más personas por aquí, se vuelve muy silencioso cuando solo somos nosotros.

-Si, en nuestra casa igual, y su casa no queda lejos de la nuestra, así que nos verán a menudo –sonrió un poco, le devolví la sonrisa al tiempo que ella se volteaba hacia donde estaban Licario y Nataniel –Sé que no debería decir esto, pero cuídalo mucho.

-¿A qué te refieres? –enarque las cejas, ella volteo a verme de nuevo y así se quedó unos segundos.

-Hasta pronto, Leyda, conoceros fue lo mejor que me haya pasado desde que llegamos –salió disparada a donde estaban sus padres, no me dio tiempo de preguntar nada más.

-Es bueno ver que se llevan bien –no me había dado cuenta de que había quedo de espaldas a él en el momento en el que me quede viendo a Naia irse. Me gire lentamente evitando el dolor, y levante un poco la cabeza para poder verlo mejor.

Sangre antiguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora