III

84 13 7
                                    

     No puedo contar con exactitud cuánto tiempo pasó hasta que la camioneta paró y las puertas se abrieron, todo el camino estuve muy ocupada sintiendo pena por mi misma y llorando de miedo como para prestar atención al lapsus pasado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No puedo contar con exactitud cuánto tiempo pasó hasta que la camioneta paró y las puertas se abrieron, todo el camino estuve muy ocupada sintiendo pena por mi misma y llorando de miedo como para prestar atención al lapsus pasado. Los hombres que me arrastraron esta vez eran dos, ambos con el cabello muy corto, uno de piel café y otro de piel oscura como el carbón, era casi violeta. Ambos eran enormes, como roperos con testosterona y patas. Me tomaron cada uno de un brazo y a rastras y poca lucha de su parte— ya que el batallón que estaba dando yo no les hacía mucho efecto —me llevaron fuera de la camioneta hasta una enorme casa antigua, era una casona vieja pero bastante cuidada contra el deterioro. La puerta se abrió y dejó a ver un mundo que solo creí posible en películas de narcos o una porno.

Cientos de mujeres, jóvenes y de mediana edad, vistiendo prendas más que provocativa, dejando entre poco y nada a la imaginación, llenaban el lugar, caminando de un lado al otro, buscando una presa, un cliente. Estos se diferenciaban no por su género— ya que había mujeres también allí esperando por los servicios de las damas —sino por su vestimenta muchísimo más rescatada. Me sorprendió que las telas y marca de ropa y accesorios que los clientes llevaban eran propios de la alta sociedad.

Entré aún siendo arrastrada por mis escoltas, algunas personas me observaron curiosas, pero la mayoría no se inmutó siquiera. Supongo que todos sabemos cómo se manejan las cosas aquí. Mis pies tocaban el piso pero no caminaban, y es que me negaba a aceptar sus intenciones y a hacerles fácil mi claro destino.

     Maldecí cada vez que mis piernas golpeaban el borde de los escalones; tres pisos, ¿Eran necesarios?. Pensé que me llevarían a lo que sería mi cuarto y que allí me quedaría, pero en su lugar entramos a una oficina, elegante, con costosos cuadros, alfombrado en el piso y un candelabro. Fui sentada en una silla, cómoda a decir verdad, y la silla frente a mi se dio vuelta. Debo admitir, me sorprendí.

—Hola querida— la voz de Betty seguía siendo la misma, dulce, inocente e hipnotizadora. Solo que ahora me causaba repulsión. Me quedé en shock, helada como agua en la Antártida, mirando a la ansciana que acariciaba un gato ¿En qué momento mi vida se convirtió en una versión rara de 'El Padrino'?—Espero que mis chicos no te hayan tratado más rudo que lo necesario, no me gusta que mis chicas comiencen magulladas, eso es cosa de los clientes—su propio comentario le causó gracia, mientras a mi un vómito que tuve que contener.—Bueno, como sea, dejemos de perder tiempo, te explicaré como son las cosas aquí—soltó al felino que maulló huyendo de la escena al tiempo que ella se ponía de pie. Al ver su vestimenta noté que no llevaba lo mismo que cuando estábamos en lo del tal Apolo. Con sus estiletos y vestido largo, ambos color rosa, parecía más joven, sensual, y aún así una bruja total.

¿Dónde he llegado a parar?


— Creo que habrás notado de que se trata este lugar, y que hacen mis chicas

O R A T E // Z SquadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora