Capítulo 1. Parte 2.

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Por eso no respondió y su corazón dejó de latir. 

Nadie fue a buscarlo

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Nadie fue a buscarlo.

El callejón en donde estaba olía a desagüe, algunas ratas merodeaban dentro de los botes de basura, y unos que otros gatos desnutridos peleaban por un pedazo de comida.

Lo primero que vio cuando abrió los ojos fueron los botes cargados de basura alrededor de él y la pared de ladrillos con moho.

Intentó hablar, pero solo logró emitir un chillido. Sus cuerdas vocales estaban lastimadas de tanto llorar; no sabía cuánto tiempo había pasado desde que se desmayó, pero al observar al cielo se dio cuenta de que no había pasado mucho porque todavía era seguía oscuro. Tal vez diez minutos o quince que para él se sintieron como una eternidad.

Contó los ladrillos para no desmayarse otra vez. Terminó hasta el tres y volvió a empezar. Uno, dos, tres. Uno, dos, tres. Repitió varias veces para sobrellevar el dolor que se extendía en todo su cuerpo.

Mientras contaba sintió la sangre deslizándose desde su trasero hacia su entrepierna.

Realmente esperaba que estuviera muerto. Incluso si eso significaba que él también iba a morir.

Lo vio desangrarse. No se quedó para verificar, pero no podía estar vivo después de haber perdido tanta sangre. Le apuntó en la carótida. Además, ni siquiera era un rango superior. Era intermedio. Por lo que sus heridas no se regeneraban tan rápido y su cuerpo no aguantaba tanto.

Era afortunado de vivir en un vecindario privado. Había unos callejones donde vivían alfas de rango inferior que no podían reincorporarse a la sociedad porque fueron violados o humillados por otros alfas, y se dedicaban a arruinarle la vida a los omegas, los violaban y los dejaban embarazados o les obligaban a llevar su marca.

Él no tenía que pasar por eso. Era afortunado. Sí. Lo era.

Inquieto, se llevó las manos a su enorme estómago de ocho meses. Había algo ahí adentro. Un pequeño lobo al que no le latía el su pequeño corazón. Un niño muerto.

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