Capítulo 2. Lluvia melancólica

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Cuando abrió los ojos tardó un momento en componerse.

Primero dirigió su mirada al techo: estaba en un hospital. Olía repugnante, aunque bien podría ser él mismo. Su vista estaba bien, pero no podía decir lo mismo de su olfato. Reconocía la mitad de los olores en la habitación.

Aún sentía el viento cosquilleando detrás de las orejas.

Estaba vivo.

Un enfermero entró a la habitación. Lo llamó por su nombre, pero no respondió, y volvió a llamarlo una vez más, pero siguió sin responder. No estaba seguro de cuáles recuerdos eran reales, ni la razón del por qué estaba ahí.

El viento golpeando su cuello, el olor de las flores de primavera, la sensación de calor que lo envolvía mientras montaba encima de un lobo de pelaje plateado. Todo fue real.

—¿Por qué estoy aquí?—decidió preguntar.—¿Quién me trajo al hospital?

—Lo siento. No puedo hablar contigo.

Louis llevó las manos hacia la mordida en su cuello. Había aberturas grandes, de al menos 5 centímetros, brotando sangre, pero estaban cubiertas. También tenía montones de picaduras en los brazos y le dolía el estómago.

En el bote de basura estaban montones de gasas ensangrentadas y a su derecha las bolsas de sangre estaban vacías.

Cuando el enfermero se acercó hacia él, lo tomó de la muñeca.

—¿La persona que me trajo aquí te amenazó? ¿Sigue aquí? ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Por favor, suéltame. No puedo hacer nada por ti, solo soy alguien que trabaja aquí. Así que déjame en paz. Tengo que avisar que despertaste. 

Louis asintió. 

—Bien—retiró su mano—.veo que no me darás respuestas, así que esperaré.

Él no volvió.

Nadie llegó a verlo después de eso. Esperó durante diez minutos, recostado en la cabecera de la cama, con las manos en el regazo, hasta que oscureció y las luces de la habitación se encendieron.

Para ese entonces, recordaba todo. Tenía tantos pinchazos en el brazo que era imposible que no le dolieran, incluso algunos le habían formado moretones amarillentos. Además, la cicatriz en su estómago dolía como el infierno.

Duró tanto tiempo observando al techo que comenzaron a dolerle los ojos. El color blanco de las paredes, del piso, de las sábanas y de la bata que traía puesta, lo enloquecían.

Lo único que resaltaba era el abrigo marrón en el sillón frente a él.

Cuando cerró los ojos, la puerta se abrió y un lobo caminó sigilosamente hacia él. Sus ojos eran espeluznantes, de un color azul brillante, casi gris.

Era enorme. El color oscuro alrededor de las orejas se extendía hacia la columna vertebral, terminando en su cola. Era una cola totalmente oscura. Y su pelaje níveo sobresalía en el pecho. Tenía bastante pelaje, capas y capas que parecían no terminar. En su espalda había espacio para transportar un cuerpo encima. Realmente majestuoso, aunque con bigotes cortos. Nunca vio a un lobo tan grande con bigotes cortos.

—¿Qué quieres de mí?—preguntó visiblemente asustado.

El lobo se acercó lentamente.

—Sé que eres tú. Eres ese alfa. Tú...me asustas.—admitió.—estoy tan asustado que no sé cómo reaccionar. No sé si llorar, o gritar, o enojarme. Si pudiera huiría de aquí, así que dime qué es lo que quieres de mí.

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⏰ Última actualización: Oct 29, 2023 ⏰

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