Vasos chocan acompañados de gritos y risas. La comida vuela de un rincón a otro con fuerza, impactando en diferentes rostros de rasgos similares entre sí.
Dos hombres mayores estaban semidesnudos y borrachos, bailando y riendo con sus rostros y estómagos pintados. Las personas a su alrededor, tanto como hombres y mujeres que estaban igual de ebrios, los alentaban a bailar más, aplaudiendo y gritándoles emocionados a que continuaran.
Los gritos y las risas se perdieron en el eco de los pasillos de la gran casa que era compartida por un clan de no muchas personas. La luz a través de las puertas deslizantes chocaba contra la madera de los pasillos desérticos.
El ruido fue captado por el oído de un hombre albino, que al reconocer el ruido, sólo atinó a sonreír gracioso por su familia – No pensé que se pusieran tan felices.
El hombre se giró a la persona que había hablado, encontrándose con las delicadas facciones de su esposa, una mujer de mirada profundamente oscura al igual que su cabello corto. Él estaba seguro que con una sonrisa, esa dama aumentaría su belleza, lástima que sea difícil lograr que eso ocurra.
- Pfff, cuando supieron que apenas y tenía novia tuvieron problemas con el hokage por usar fuegos artificiales sin permiso legal. – admitió algo apenado el albino. Su mirada esmeralda chocó con la oscura de su esposa e inmediatamente se puso nervioso.
- Tranquilo, sé que serás un buen padre. – murmuró en un tono bajo la mujer, sudando levemente con esfuerzo al respirar.
- ¿Qué sucede?, ¿son contracciones?, ¿te duele mucho?, ¿qué hago?, ¡¿dónde está el médico?! – empezó a dar vueltas por doquier, sacudiendo su cabello con exasperación al notar las incomodidades de su acompañante.
Los pies descalzos del hombre se enredaron entre ellos, haciendo que cayera de rostro contra el tatami – No sé si me preocupo más por mí o por nuestra hija que tendrás que cargar. – mencionó algo agitada, llevando una mano sospechosamente a su crecido vientre.
- ¿Hija? – levantó el rostro del suelo, viendo fijamente el ceño fruncido de su esposa – En serio, deja de hacer eso, se te harán arrugas.
La azabache abrió la boca ofendida, pero negó con la cabeza – Cállate y ven aquí.
Su esposo obedeció. De apoco despegó las yemas de sus dedos del tatami y se fue gateando al lado de la cama en el suelo de su esposa, quedando de rodillas.
La mujer sujetó su mano con fuerza, haciendo sonrojar levemente al albino por su toque sorpresivo, y poco común a decir verdad – Usa el reikigan conmigo. – pidió seriamente.
- ¿C-cómo?
- Kazuo... algo está mal. – susurró, apretando más los dedos de su pareja.
El mencionado no vio más opción que hacerle caso a la mujer.
Sus ojos se cerraron con lentitud y al medio segundo los volvía a tener abiertos, sólo con la diferencia que la iris eran amarillas y tres líneas recorrían el sector con color de su globo ocular.
Usó su chakra para guiar su vista a través de los poros de la mano que sujetaba la propia. Su pupila parecía ver a la nada pero en realidad veía desde dentro de las venas de la mujer, hasta llegar en su camino al estómago, donde una especie de líquido morado se evaporaba por cada tejido que tocaba, dejando que las venas se abrieran y todo se intoxicara con los químicos que seguramente llevaba consigo el líquido.
El mundo de Kazuo pareció venirse abajo después de perder la concentración en su jutsu y ver el sufrimiento que vivía la mujer que amaba. Sus manos temblorosas abrazaron con fuerza el cuerpo de la azabache, haciendo que esta se quejara de dolor, pero eso no evitó que Kazuo la siguiera abrazando.
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¡Hotaru! |Naruto|
FanfictionLlega la muerte junto a un nacimiento, el destino parece sellarse. El día de la muerte del clan Yorokobi, un grupo de línea sanguínea querido y poderoso, ha dejado mucho que pensar. Y más si ese mismo día fue el nacimiento de su último integrante. P...