Kyoya estaba feliz.
Estaba.
Ya no.
¿Razón? Muy simple.
Vivía su tiempo tranquilamente, habían incluso comprado un candado a estrenar esa misma noche para que cierto niño no interrumpiera.
Todo. Era. Malditamente. Perfecto.
Hasta que él llegó.
Esa misma tarde, cuando regresaba de sus siestas al aire libre diarias, escuchó dos voces dentro de su habitación.
Cuando entró, con el ceño fruncido, descubrió a un Mukuro rojo y un albino sobre él.
Y entonces la piña dijo la palabra mágica.
—¡Apártate, maldito malvavisco!
Y todo se derrumbó dentro de su pacífica y hermosa vida.
Aquel sujeto que había dejado en paz sus vidas estaba allí, en carne y hueso con una sonrisa socarrona sin acceder a la petición de la piña.
Apretó los puños y Hibird cantó alarmada, como queriendo explicarle la situación y alertando a los otros dos.
Mukuro se puso azul, Byakuran sólo... Siguió sonriendo, el maldito.
—¡Ave-kun, no es lo que...!
—No hace falta que me des explicaciones, lo puedo ver por mí mismo.
Con dignidad, dio media vuelta y salió de la habitación.
—¡Que te quites, joder!
—Vaya, me he tropezado...
—¡Hijo de perra! ¿¡Qué demonios haces en Japón?!
—¿Venir a visitar a mi prometido, quizá?
—¡Nadie te pidió, desgraciado!
—Moo~. Yo que venía con todo el amor del mundo y así me tratas...
Mukuro suspiró, logrando quitárselo de encima y poniéndose de pie con los brazos en jarra.
—Byakuran, Shoichi y tú llevan medio año saliendo —señaló con una mueca—. Y ese de ahí lleva sólo días de haberme aceptado. ¡¿Por qué quieres joderlo?!
El albino apartó con una mano al ave asesina que intentaba quitarle los ojos nuevamente y sonrió con altanería.
—Muku-chan, esta es mi venganza —declaró más que tranquilo—. ¿O acaso de verdad creías que no habría rencor por aquello que le hiciste a Sho-chan?
El italiano tensó la mandíbula y se sonrojó furioso.
—No fue tanto, se estaba metiendo con mi prometido —bufó apartando la mirada—. Podré no amarte, pero tengo mi orgullo, ¿sabes?
—Ya, ya —sacudió una mano.
—¿Y ese pelirrojo está de acuerdo con esto?
—Am...
—No lo sabe, ¿verdad?
—No, pero de cualquier manera, sabe que acabaremos casados —suspiró—. Lo tendrá que aceptar tu ave también.
—Sabe que es un compromiso forzado.
—Pero cree que está roto, ¿o no?
—No ha preguntado.
—Pues más vale que se lo adelantes. Ni a ti ni a mí nos conviene que esto se mantenga en secreto. Tarde o temprano lo descubrirá y por el carácter que se carga, creo que nos mata a los dos.
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Aves y piñas
FanfictionRokudo Mukuro asiste a la universidad en Italia. Es un buen estudiante, no tiene problema alguno más que un forzado compromiso con el heredero de los Gesso. Sin embargo, todo se empieza a complicar cuando su hermana Nagi acepta una beca universitari...