Capítulo 1:

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La alama del reloj suena a las 6:10hs. Debo haber golpeado el botón OFF por lo menos dos veces, antes de escuchar el chillido de mi madre gritándome para que me levantara.

Soy una chica común y corriente como cualquier otra chica. No tengo mucho dinero, provengo de una familia de clase media, estudio por la mañana y trabajo en casa de familia por las tardes.

Antes de bajar a desayunar busco en el placar la ropa que usare el día de hoy. No soy de aquellas chicas que llevan faldas colorinches y remeras que van con la temporada, No, lo mío es más simple y neutro. Un pantalón negro con hebillas y correas, una camiseta gris con tirantes en la espalda. Y borcegos negros con apenas plataforma. La forma de mi cabello es de un corte desmechado, largo, un poco más debajo de lo hombros y es completamente negro.

Bajo a desayunar. Mi abuela está sentada al lado derecho de la chimenea, se la pasa todo el día mirando un fuego inexistente. No hace otra cosa que mirar y mirar. Me pregunto, ¿Cuándo va a ser el día en que finalmente se disponga a decir algo que no sea Tengo hambre?. Su arrugada piel la hace ver como un esqueleto. Demasiadas arrugas y su mente que no funciona bien.

Mi madre, al instante que ve entrar, rápidamente como es de costumbre me mira de arriba abajo. Ambas somos completamente diferente. Ella tienes los ojos marrones, mientras que los míos son pardos, verdes- azulados. Su pelo es de color castaño rojizo, mientras que el mío es completamente negro. Ni siquiera su piel es similar a la mía, ella es de un tono broceado que brilla con el sol. Cualquiera que nos viera por la calle pensaría que no somos familia

Mientras desayunamos me sermoneaba, porque no puedes ser como las demás chicas, déjate de esa ropa rara o no te hará nada mal cambiar un poco, siempre las mismas palabras, me las sabía de memoria.

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Tome mi cacheta fina con capucha, por si las dudas. Nunca se sabe cuándo el clima se le dé por cambiar y mi mochila, que estaba sobre el sillón colorinche de la sala. Saludo a la abuela, y su contestación como siempre es tengo hambre, le sonrió y le doy un beso en la frente.

−Kendra, ¿no te olvidas nada?− pregunta mi madre, secándose las manos con el delantal.

−No, tengo todo en la mochila− le doy un beso en la mejilla y salgo.

Cruzo la puerta, tengo una Kawasaki Zx9r pista 1998, color negra con gris. Es mi bebe y mi madre la odia.

−No vallas tan rápido, ¿llevas el carnet, los papeles, dinero?− como siempre tan exagerada.

−Sí, mama, no te preocupes. Vuelvo para el almuerzo−

Me pongo el casco, pongo primera y salgo.

Observo a mi madre desde el espejo izquierdo, me mira con aquellos ojos preocupados. Pongo segunda y doblo en la esquina. Trafico paralizado, el hombre del clima dice habrá lluvia esta semana, lo escucho claramente desde la radio dentro del auto que está detrás. Inclino la cabeza hacia atrás, aun con el casco puesto veo a una mujer peleando con sus hijos. Dos mocosos que no tienen más de doce años. Me cruzo de brazos, acomodándome en la moto. Mis ojos deambulan vagamente, veo un cartel inmenso en lo más elevado de un edificio, son de esos carteles que te pasan publicidades repetidas, una y otra vez como en la tele.

Debo haber perdido la noción del tiempo, varios bocinazos me piden que avance. Como un rayo me pongo primera y salgo. Como en toda escuela, donde los estudiantes llegan en sus propios automóviles, el encontrar lugar para estacionar era todo un desafío. Espere detrás de un mini cooper blanco con rayas negras. La escuela no es tan diferente de la mayoría, lo cual es bastante común: dos plantas, de pasillos largos, baños que siempre andaban limpios y cursos repletos de idiotas charlatanes.

El mini cooper comienza avanzar. Cinco minutos de espera, es una eternidad. Rápidamente tomó un hueco entre dos motos, estaciono y bajo.

− Hola, Kendra − llega a mis oídos el saludo de Samanta Will.

Pelirroja de pelo bien largo hasta las caderas , ojos color marrón común, piel bronceada y un pequeño lunar en el lado izquierdo del cuello. Samanta y yo éramos las mejores amigas desde el Kínder.

-Sami, ¿Cómo estás?- le pregunte acomodándome la mochila antes de que se me cayera de los hombros.

Ella llevaba sus libros en mano, para mí es más fácil llevar una mochila que llevarlos en las manos, es incómodo y agotador arrastrar con ellos. Solo imagínense intentar llevar un arsenal de libros, carpetas y que además tener que acomodar el casco sobre mi brazo derecho, imposible.

− ¿Qué vas hacer esta tarde?− pregunta dirigiendo la mirada hacía un grupo de chicos.

Me guio por sus mirada y me percate al instante quien era el dueño de aquella mirada embobada. Cristian Valdés. El chico que le quita el sueño a la tonta de Samanta, no entiendo que ve en él, si es bajito, no muy inteligente y para colmo siempre anda con el pelo de distinto color, el día de hoy lo trae rojo. Un desastre de muchacho.

−Olvídalo− expresó seria.

− ¿Qué?−

Ni siquiera me escucha, esta tan embobada con ese chico, que ni atención le pone a mis palabras.

-Tiene novia, y sabes bien quien es; así que deja de mirarlo tanto que lo vas a ojear.

−Vamos, un poco de diversión no vendría mal- sonrío de un modo macabro- además escuche que su relación con Estefanía, va más mal que bien se la pasan peleando y en más de una ocasión vi a la mosquita muerta, en situaciones muy incomodas con alumnos de tercer año. No es para nada santita.

-Sí yo también la he visto- suspire, podre chico- el pobre de Cristian tiene más cuernos que un arce. Aunque aun no entiendo él porque siguen junto. Ella le mete los cuernos y él hace que no lo sabe, cuando no es así.

Atravesamos la puerta de entrada, caminamos por el pasillo, hasta que llegamos a las escaleras, donde nuestros caminos se dividían. Antes de que tocara el timbre le pregunto.

− ¡Oye!, allá afuera mientras observabas a tu romeo, me preguntaste algo

− ¡Ah!− chasquea lo dedos –Esta tarde, nos vamos a juntar para ir de compras, ¿quieres venir?

− ¿Y perderme la cara de Erika cuando tenga que pagar?, será un placer.

−OK, entonces nos vemos a las cinco.

PERRO FIEL Donde viven las historias. Descúbrelo ahora