II

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Estoy en un cuerpo, estoy levantándome, quiero mirar la hora, pero no puedo, no controlo mis movimientos, aunque este es mi cuerpo, pero es mi cuerpo en el pasado, estoy viendo todo como un huésped dentro de mi cuerpo, observándolo todo a través de mis ojos, como una película en primera persona, escuchando mis pensamientos viejos mezclados con los de ahora. Miro y alrededor hay un desorden, resultaría extraño si estuviera ordenado, me duele, o me dolía, la cabeza, me voy a desayunar, parece que anoche no cené, porque tengo demasiada hambre hasta para mí, estaba desayunando cuando todo se desvanece y aparezco preparando mi maletín, lo preparo todo y todo vuelve a desvanecerse; es un salto en el tiempo de mi memoria, aparezco en la biblioteca de la Universidad, hablando con Ben Bowers, lleva su camisa celeste, jeans oscuros y unas botas marrones, es mucho más joven que yo, pero tiene mucha suspicacia, inteligencia y sabe escuchar, se ganó mi confianza, y por eso ahora estamos trabajando en esto; en poder llegar a conocer los secretos de los lugares más recónditos del multiverso. Es un buen chico.

-¿No lo entiendes? –le digo con énfasis- si logro romper la barrera y descoser la oscura tela de lo que consideramos realidad vamos a poder pasar a cualquier tiempo y espacio existente ¿no es en lo que hemos estado trabajando? Vamos Benjamín, solo nos hace falta el libro, ahí están las instrucciones, ¡tendremos tanto poder en nuestros cerebros que tendremos que taparnos las orejas para que no se nos escape!

-Si siguen habiendo secretos, y si no hemos podido encontrar respuestas es porque no hemos buscado en donde debemos. Pero yo lo hare y recuerda bien estas palab...

Todo desaparece como una cortina de humo y ya no recuerdo la frase completa. Ahora estoy en un lugar caricaturesco, hay casitas, el Sol brilla (demasiado diría yo), tiene ojos y una boca que sonríen amablemente, el lugar está cubierto por césped de un verde muy brillante también, las casitas se ven algo así:

 Ahora estoy en un lugar caricaturesco, hay casitas, el Sol brilla (demasiado diría yo), tiene ojos y una boca que sonríen amablemente, el lugar está cubierto por césped de un verde muy brillante también, las casitas se ven algo así:

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Son bastante sencillas, miden por los menos tres metros y medio de altura, en el patio de algunas, hay mesas y sillas, todas blancas, sobre algunas mesas hay pedazos de pastel en platos también blancos. En medio del césped hay un camino gris, al fondo, detrás de las pintorescas casitas, rojas, verdes y azules (todas con techos azules) hay montañas cubiertas de verde. Parece un paisaje dibujado por un niño de Pre-escolar.

Voy caminando por el sendero, miro una de las casas y veo que alguien me está observando también desde dentro.

Mi libreta sigue escribiéndose.

Un crudo silencio es roto por el sonido de una puerta abriéndose.

Sale de la casa un perro parado sobre sus patas traseras, es bastante alto, lleva puesto un pantalón color marrón, y un abrigo verde a cuadros. En las manos lleva una taza de té, al mirarlo mejor me doy cuenta de que tiene manos humanas. No es un perro antropomórfico, es un humano con cabeza de perro (o un perro con cuerpo de humano)

No puedo evitar pensar que soy lo único con sentido en este mundo. Parece que no le agrado al perro-hombre, hace ya un rato que me observa, doy media vuelta para salir corriendo (¿hacia dónde? –Derecho, siempre derecho) se escucha un gruñido, lo vuelvo a mirar, de la boca le sale espuma negra, sus ojos están volviendo totalmente rojos, aúlla. Todas las puertas de las casas vecinas se abren y de cada una sale un perro igual al primero, a diferencia del abrigo, algunos son rojos, otros azules y otros verdes. Todos tenían él te en sus manos, sostenían la taza con todos los dedos excepto el meñique, como perros ingleses.

Como si todos fueran uno soltaban la espuma, el cielo se va tornando rojo, tiran la tazas, el sol ahora tiene una risa maliciosa, y las montañas se tornan azules.

Todos se abalanzan hacia mí en sus cuatro patas (pies y manos), corro hacia el horizonte, corro, corro y corro.

En nuestro mundo, cuando uno mira al horizonte, parece que si uno va hasta allí va a caer, parece ser el límite del planeta, pero gracias a un tipo llamado Cristóbal Colon, sabemos que no, sabemos que si vamos al "limite" no vamos a caer, sino que vamos a ver el camino que este frente nuestro.

Pues aquí las cosas no son así. Llegue hasta lo que parecía ser el límite, y así era. Estaba corriendo y caí. El Sol me observaba, los perros se quedaron en el límite rabioso, maullándome a gritos, algunos más tontos no se frenaron y cayeron, así como yo...

En Las Tinieblas de la Sabiduria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora