Yo

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No supe bien en que momento terminé aceptando que me había vuelto completamente loca. Pero recuerdo aun todo lo que me llevó a asumir que era un hecho. Aunque no recuerdo nada de mi vida anterior a las vacaciones en las que comenzó esto. No recuerdo amigos, ni escuela, ni país, ni ciudad. No recuerdo haber aprendido a nadar, ni haber dado mi primer beso, si es que lo hice, ni mi comida favorita. Solo  recuerdo bien una noche de primavera en la que mis padres habían decidido  viajar a México sin importarles que yo y mi hermana menor aún no saliamos de vacaciones aún había clases y sin preguntar si estábamos de acuerdo o no. Unicamente decidieron y listo, maletas empacadas, boletos comprados, hotel alquilado, y una señora que cuidaría de la casa mientras no estábamos. A primer hora de la mañana metimos las maletas y equipaje en la cajuela del coche de mi papá,  desayunamos los 4 en el jardín  y descansamos un rato en la sala viendo una película, puesto que el vuelo era a las 8pm. 

Dadas las 5 de la tarde en punto, mi hermana comenzó a gritar que nos fuéramos ya a México, que ya quería nadar en el mar. Así que salimos al aeropuerto de la linea Aerodom, que presume de tener servicio de nivel mundial y salas vip para pasajeros como mi mamá que pueden pagar esos lujos. En el camino mi hermana menor iba jugando con  un gameboy y mis padres hablaban sobre mil cosas que querían hacer al llegar a Yucatán, de mil lugares donde nadar y comer y más cosas que ya no escuché después de que me sumergí  dentro de mi mundo, opacando todos los ruidos exteriores para poder estar sola aun teniendo gente alrededor . Algo que todas las adolescentes dicen hacer tratando de llamar la atención y sentirse especiales. Y traté de mantenerme en ese estado todo el camino, pero una melodía que parecía sonar desde  el interior de mi cabeza consiguió romper mi barrera imaginaria y fantasiosa captando mi atención. Al inicio se escuchaba como un eco profundo, como si la melodía resonara en mi interior, siendo mi cabeza una enorme cueva. Sorprendida volteé a todos lados, no llevaba audífonos puestos y aun así sentía la canción en mis oídos, por dentro. Poco a poco noté que la melodía venia de afuera del coche y curiosa abrí la ventana, para investigar de dónde venía.  Aun así, no escuchaba ruido alguno que fuera ajeno a esa canción pero veia pasar algunos carros al lado del nuestro. La canción provenía de una casa blanca, con rejas blancas y puertas blancas, muebles blancos y luces blancas, que estaba a mitad de la cuadra que comenzamos a atravesar. Me quedé mirandola mucho tiempo y teniendo una sensación extraña que me otorgaba la combinación de la casa, con la música de fondo. Entonces observé un carro negro llegar a esa peculiar casa blanca, que curiosamente, sí emitia el ruido de un automovil. Sí podía escucharlo. No me había dado cuenta hasta ese momento, pero el tiempo había empezado a transcurrir extremadamente lento y ese fragmento se extendió demasiado, cuando debió durar menos de 10 segundos. Se estacionó en frente de la casa, dando un total contraste. El automovil era tcompletalmente negro, con las ventanas negras y los rines de las llantas negros. Los tapacubos negros y las placas negras. No supe si era mi padre quien avanzaba demasiado despacio, pero al seguir adelante, vi a un hombre salir de aquel automóvil, para colmo, también vestido de negro. Peinado con un estilo demasiado formal y con un sombrero de copa en la mano, se coloco al lado de la puerta del coopiloto de manera que me daba la espalda sin hacer ruido alguno, o al menos eso parecía por la aun presente falta de sonido a mi alrededor, exceptuando la música que seguía retumbando en mis oídos. A medida que el coche de mi papá avanzaba, yo seguía con la mirada a ese sujeto de negro, el cual se quedo parado al lado del automóvil sin moverse y la canción seguía sonando dentro de la casa blanca. Ya cuando estaba a punto de perderlo de vista, el hombre giró a su derecha, quedando de frente a la casa blanca. No alcance a distinguir su rostro, ya que tenia puesta una mascarilla blanca que cubría la mitad superior de su cara. Al parecer iría a una fiesta veneciana. Al avanzar más el coche, la música se fue apagando detrás de mi, pero aun cuando yo sentía que habíamos avanzado kilómetros, su eco seguía sondando dentro de mi cabeza. 

Llegamos al aeropuerto y mi atención estaba centrada en aquella casa demasiado blanca para  mi gusto, y en la canción que salia de su interior.  Por alguna razón me gusto demasiado. Incluso comencé a tararearla. Durante todo el camino desde la entrada hasta el avión fui guiada por mi padre sobre la marcha, gracias a él no me fui caminando por otro lado, no podía pensar en nada más. Cuando me di cuenta estábamos ya en los asientos del avión, que estaba ya listo para despegar. Me encontré sentada en mi asiento favorito, al lado de la ventana, y en el otro asiento estaba mi padre, quien por lo que comencé a escuchar hasta entonces, trataba de explicarme algo sobre el mecanismo de los aviones y la forma en la que logran volar manteniéndose en el cielo, seguro hablo solo por un buen rato pues lo único que alcancé a escuchar fue lo que dijo a partir de que el avión ya estaba en el aire. Fingí sorpresa y admiración, pero en realidad no había entendido absolutamente nada. Tardó poco tiempo en dejar de hablar. Solo Hasta entonces me di cuenta de que esa canción seguía ahí, parecía haberse implantado en mi ser, en mi subconsciente. Una melodía melancólica y sentimental, sin llegar a ser triste o desalentadora. Me recargué en la ventana del avión y me quedé mirando como las luces de mi ciudad comenzaban a desaparecer mientras más nos elevabamos, quedandome completamente dormida. Con la imagen de una casa blanca con rejas blancas y puertas blancas, muebles blancos y luces blancas. Y un caballero vestido de negro, con un auto negro con rines y ventanas negras. Y aquella canción retumbando, en lo más profundo de mi mente.

Toda esa gente amistosaWhere stories live. Discover now