Capítulo 6: Un camino sin fin

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-¡Volteate!- Me vociferó al oído entre gritos colérico al tirar de mi hombro izquierdo el mismo negro delgado y calvo, el cual apuntaba a mi cuello con aquel fino cuchillo. Luego apretó con su mano derecha mi cabeza y, la empujó con feroz brutalidad sin pena alguna hacia la puerta del vehículo sin importarle nada, en ese efímero instante sentí cómo la parte izquierda de mi cara golpeó fuertemente el ventanal del vehículo, tan fuerte fue, que quedé total y completamente aturdido por algunos segundos, no sólo por el dolor, sino también por el impacto.

-¡Espera chico!- Le grité nervioso mientras me tenía de espalda.

Después que él chocó mi rostro contra el cristal, se pintó en mi cara el color rojo de una buena golpeada, una de esas marcas que quedan gravadas a tu rostro después de haber recibido una buena bofetada, aunque a decir verdad esto era algo mucho peor (Mucho... peor) Pues el dolor que sentía era intenso y recorría poco a poco toda mi cara - ¿ qué se supone qué haces? - Le pregunté con cierta solemnidad. Traté y lo hice, me mantuve tranquilo a pesar de que el chico me tenía de espalda contra la puerta de aquel viejo autobús en contra de mi voluntad, a pesar de haber sentido a quel dolor tan intenso y molesto, a pesar de saber que tal vez no saldría vivo de allí. Así que, en ese mismo momento de quietud volteé lentamente mi cara hacia a tras, pues creí encontrar una pizca de humanidad en los ojos de aquel muchacho y tal vez así suplicarle que me dejase en paz, pero lo único que alcancé a ver fue el brillo amargo que desprendía su mirada; ese brillo que te da entender que no existe la mas mínima bondad dentro de sí , ese que refleja la ira eufórica de un alma, ese brillo que emanan los ojos de un asesino, ese, era el pesar de mis mares en aquel instante. Entendí que para salir vivo de allí tenía que permanecer con la cabeza fría y pensamientos efectivos, pues así podría poner en marcha el plan que tanto había elaborado en cuanto se presentara este tipo de situación, pero...¿quién demonios podría estar asi de tranquilo cuándo la punta de un cuchillo está a punto de penetrar tu cuello? Nadie, absolutamente nadie más que yo "Jacob Scott de norteamerica"

¿Qué cree usted qué estoy asiendo?- Preguntó él mientras retiraba mi cuerpo del ómnibus y lo empujaba con tal fuerza hacia un tronco secó, bajo y viejo que ya posaba a mi derecha.

-Sí, sí , lo sé- Asentí al sacudir mi cabeza- Esto es un secuestro, pero... ¿ a qué se debe? Te aseguro que nadie va a dar un solo sentavo por mí, o sea... sé que soy bello y todo eso, pero vamos amigo, tú y yo sabemos que esto aquí no vale nada- Le expliqué con una voz baja y agradable, aunque forzada a la vez, mientras él pegó con fuerza mi brazo derecho a una de las ramas secas de aquel tronco.

-Gringo- Dijo- No es un secuestro ésto- afirmó- es dinero lo que quiero y más vale que te calles y me lo des- Informó. Quitó la soga que colgaba en su hombro izquierdo y, luego de tirarla sobre mi pecho, me amenazó con la navaja para que yo mismo atara mi mano derecha al tronco y así lo hice, luego él escondió el cuchillo entre su cinturón y después ató mi mano izquierda al tronco del árbol. Acto seguido entró a la camioneta y sacó junto con él la mochila negra, llevaba también entre sus manos la pequeña maleta que había llevado conmigo, luego de esto arrojó al suelo ambos equipajes frente al autobús. Se inclinó y, al abrirlo empezó a indagar sobre mis pertenencias; primero abrió la mochila, sacó de allí con sus manos  una sudadera negra café junto a unos pantalones gean de campo, los cuales volvió a entrar. Después prosiguió con mi maleta; echó fuera las corbatas, mis sacos negro, y los pantalones finos que había puesto junto a las camisetas blancas, luego tiró y sacó esa misma ropa con gran desesperación, tiró y revolvió entre toda la maleta, y buscó cómo si estuviese desenterrado un tesoro entre todo lo que allí se encontraba, y no encontró absolutamente nada. Y cuando ya se había cansado de buscar y buscar, se levantó de entre el suelo, sacó nuevamente aquel hierro plateado con punta fina, y me miró con una de esas miradas parecidas a la de una bestia que están a punto de atacar, y preguntó:

Jacob y el Misterio de los árboles caídos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora