Raijin

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13 de julio

I

—Muy bien, ¿quién ha sido esta vez? —preguntó el joven Kishitani luego de subir a la terraza y ver a su amigo estar lo más cerca que podía de las rejas que la cercaban.

Sin dar ninguna señal que indicara que había notado la llegada de Shinra, Shizuo permaneció tendido sobre su espalda en una de las muchas bancas que ahí había.

Al ser un día extremadamente caluroso del mes de julio, al grado de resultar sofocante, era esperado que gran parte de los alumnos de la escuela estuvieran sin vestir el saco verde, la corbata y con las mangas de la camisa enrolladas a medio brazo. Sin embargo, los dos jóvenes se habían quitado los sacos del uniforme por motivos diferentes: el primero por el bochorno —al igual que la mayoría—, y el segundo porque tanto el saco como las mangas de su camisa ya no eran sino meros jirones.

Así, pese a que cualquiera hubiera preferido permanecer en el interior de los salones de la escuela a arriesgarse y sufrir un golpe de calor —a una de sus compañeras la habían llevado a la enfermería por tal motivo no hacía mucho—, Shizuo llevaba por lo menos 20 minutos en la terraza, cubriéndose los ojos con un brazo para protegerlos del sol.

Con la mirada cubierta pretendía protegerse del sol —en ese momento, en su punto más alto— y del mundo. En una mano sostenía un cigarro de la marca Blue American Spirit que se consumía lentamente.

—Shizuo... —probó a llamarlo de nuevo.

—...

—¿Con quién te has peleado? —insistió Shinra.

—¿Acaso importa? —gruñó.

—No lo sé. ¿Importa? Has faltado a la clase luego del descanso.

—...

—Tú nunca pareces muy afectado luego de tener una pelea. Así que hoy algo debió de ser diferente. ¿Con quién te peleaste?

Shizuo se incorporó con tal celeridad que Shinra retrocedió por instinto. Miró la expresión que se había formado en el rostro de su amigo, una que le hizo saber que se había molestado —aunque no adivinó la verdadera razón—, y no tuvo más remedio que no insistir pese a fingir que se hallaba falto de respuestas.

—Está bien. No hablemos de lo que no quieras, pero, no importa lo que haya pasado, sería bueno que te decidieras por entrar. No hace falta que te tortures estando aquí. Ya tienes la piel muy enrojecida...

—...

—Oye...

Tsk. No me pasará nada, joder... soy un monstruo, ¿o se te ha olvidado?

—Shizuo...

II

Luego de que las clases concluyeran, Izaya se dirigió al salón acordado, adelantándose así a Kadota.

Al entrar, miró durante unos cuantos minutos por la ventana como el patio se vaciaba de casi todos los alumnos y los profesores, y después permaneció sentado encima del escritorio.

Eran las 5 de la tarde.

Mientras esperaba la llegada del otro, Izaya continuó balanceando las piernas como si fuera incapaz de permanecer quieto. Quizá, luego de haberse librado a duras penas de su persecutor, aun sentía la necesidad de seguir corriendo y exhibir lo hábil que podía llegar a ser con una navaja...

Kadota no tardó en reunirse con él, trayendo, además de su mochila, una bolsa de hielo que obtuvo en el depósito del primer piso. Aunque los hielos estaban destinados a usarse únicamente durante las prácticas en los laboratorios, en esta ocasión, Kadota los tomó para Izaya.

El día a día de Shizuo HeiwajimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora