Ikebukuro

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Punto de vista de Shizuo Heiwajima

23 de diciembre

[domingo]

I

En vista de que no tenía que ir a trabajar al ser domingo, Shizuo no se vistió con el acostumbrado traje de camarero. En su lugar, apenas salió del futón y lo hubo enrollado y colocado en su sitio —es decir, arrumbado en la esquina del cuarto—, prefirió vestirse con un suéter y un pantalón tejano. Y después, sin dejar de pasarse la mano por encima del alborotado cabello rubio, alcanzó una botella de leche del interior del refrigerador y durante un rato se dedicó a contemplar solamente a la nieve caer; miró su delicada caída a través de la ventana de su modesto apartamento.

Como tenía lugar la época de invierno, en todo Japón hacía frío y, claro, la mayoría de los nipones mantenía en mente los preparativos para las futuras celebraciones del Shōgatsu o Año Nuevo.

Así, en esos momentos, eran la nieve y las luces de variados colores los que revestían el tejido urbano que componía al bullicioso barrio de Ikebukuro...

Pero, él, así como muchos otros, trabajaría el resto de la semana antes de las vacaciones.

Tras colocar encima de la mesa para el café, la botella de leche vacía, Shizuo se tendió en el suelo alfombrado, pero las piernas las subió al sillón.

«¿Qué podría hacer hoy...?»

Como parte de su rutina de todos los fines de semana, el domingo se dedicaba exclusivamente a realizar las compras y aprovisionarse de víveres para el resto de la semana. Sin embargo, algunos cuantos negocios se adelantaron a las fechas festivas y permanecían cerrados. Siendo así, tal vez podría dedicar su tiempo a caminar por Ikebukuro sin dirigirse a ningún sitio en particular... Sin embargo, al pensar en lo altamente probable que sería que algún sujeto lo provocara, o él se permitiera ser provocado en situaciones que no ameritaban el despertar del monstruo, descartó de inmediato la opción.

Je.

«Si no soy capaz de responder a una pregunta tan simple como esa, no tendría motivos para quejarme de la vida que he llevado; si no sé de qué manera pasar el rato cuando no me comporto como un monstruo, ¿cómo podría pensar que puedo tener una vida como el resto?»

«Pero, si me fuera posible vivir una vida tranquila, ¿qué haría con ella?»

Chasqueó la lengua. La idea le pareció remota.

Remota y absurda.

Luego de ver el armario abierto de par en par y la gran cantidad de trajes de camarero que ahí guardaba y traer para sí un mal recuerdo —al poco tiempo de descubrir el cambio de aspecto al que se sometió, Izaya Orihara no tardó en espetarle que resultaba una completa idiotez vestirse así y teñirse el cabello si lo que buscaba era evitarse una pelea—, Shizuo contempló el techo agrietado.

«Él tiene la culpa...»

«Pero ¿será posible que pueda saber qué significa vivir en paz, durante un tiempo, si acaso lo mato? Si él no está, ¿otra persona tomaría su lugar? ¿O yo, al ser un monstruo, daría con la manera de serlo siempre, esté presente la Pulga o no lo esté?»

«Si él... si ese cretino hubiera podido...»

«Si tan solo él...»

Con semblante serio, Shizuo se acomodó en el suelo y se sentó en la posición de loto.

¡Bah!

«No sirve de nada pensar en lo que pudo ser.»

Se incorporó.

El día a día de Shizuo HeiwajimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora