Las pequeñas luces que tintineaban en la calle chocaban contra mi ventana, dejándose ver tímidamente un rayo de luz que caía desbordante hasta un cuaderno. Me deslicé por mi cama, y agarré él objeto como si se tratase del más frágil. Lo acerqué a mí, y doblando mis piernas con la intención de que tuvieran un papel de mesita, lo abrí y empecé a escribir en la última página. Todas y cada una de ellas olían de manera diferente, algunas aún guardaban el olor característico a las tartas que mi madre preparaba, cuando podía sentirme libre a su lado y se reía sin necesidad de fingir. Otras, en cambio, evidiaban dulces olores, y mi nariz podia percibir aquel sentimiento de agonía, a pavimento mojado y mi intento de arrastrame débilmente por él suelo en busca de mi cuaderno, mientras, a mis espaldas, varias personas esperaban como si fueran una jauría de lobos hambrientos queriendo ser alimentados del más debil. Pero esta vez por mi cuerpo chocaron nuevas sensaciones, a las cuáles, siendo tan desconocidas, no soy capaz de atribuirles un nombre. Cada instante en el que mis párpados se rendían ante la noche, la imagen de aquel chico moreno observándome sin pedir nada a cambio, hacia estallar toda la cordura que aún podía almacenar. Quería conocerlo, saber él por qué me resultaba extrañamente agradable recordar como se había inclinado en su silla, y con total seguridad, dicho su nombre. -Lance-. Repetí, acompañando a mis pensamientos. Así, me tumbé y agarré con fuerza mi cuaderno, aferrandolo a mi, con la misión de cerrar mis ojos y tener él privilegio de pensar, al menos un día, qué no todo en la vida era tan malo.
. . .Me desperté al día siguiente sin gritos ni sacudidas de almohadas, y me resultó tan extraño, que después de estirarme y volver a ser persona (o vampiro) atravesé él pasillo de puntillas como un buen y sigiloso detective. Aunque la interpretación no duró mucho tiempo cuando los ojos enfadados de mi madre se clavaron en mí mientras sostenía él teléfono en su oreja y avanzaba. -Maldito crío-. Repitió tantas veces que no fui capaz de contarlas y apagando el objeto se inclinó hacia mi, agarrándome por la tela de mi pijama, y apretando los labios con la intención de decir algo, o de no estallar en cólera.
-¿P-pasa algo, Madre? -yo no quería llamarla así, pero siempre me decía que debía ser respetuoso con la mujer que me dio la vida, así que opté por una forma algo menos incomoda-. Ella tiró más hacia mi, pudiendo escucharse algunos hilos descosiendose y alargando aún mas esta. -¿¡Tienes la cara de preguntarme que ha pasado?! -suspiró profundamente-.
-no te comprendo.- fui capaz de soltar aún teniendo él cuello de la camiseta presionando contra mi piel. Entonces sonó de nuevo el teléfono, y me soltó como si se tratase de una bolsa de basura.-Hoy vas a volver a esa terapia, y nada de marcharte antes-. Dirigió una mirada fría hacia mi cabellera para después removerla. -Preparate-.
Es cierto que la primera vez, justo después de terminar aquella merienda, me escabullí por ni recuerdo donde... Simplemente no quería estar ahí, y Lance continuaba mirandome como si yo fuera un bolso en algún escaparate.
Con más temores que espectativas, salí de casa y esperé al resto del grupo en una pequeña parada de bus. (Aún no he sido capaz de coger él bus sólo). Diez minutos mas tarde observé en la lejanía a Lance, a Shiro y a Leo, este último, con sus manos tan ocupadas como su boca por querer terminarse un dulce. En el tiempo que sacudí mi cabeza y respiré hondo para intentar canalizar mi nerviosismo, él moreno ya estaba parado frente a mi, con esa sonrisa característica y molesta.
-¡Buenos días Keith!- movió su mano y después él resto les acompañó en él gesto.
-H-hola- fue lo único que pude decir.Todos comenzaron a caminar, y yo mantenía mi vista perdida en el suelo, pues ver a alguien de frente hacia que mi corazón se acelerara. -Oye Keith-. Dijo él moreno en un tono suave mientras me extendía una pequeña libreta. -El otro dia te fuiste rápido y no pude darte lo que Shiro nos regaló-. Mi mueca de confusión fue suficiente para indicar a Lance que debía explicarse mas. -Es una guía de todas las actividades que vamos a hacer este año, algunas son una pasada ¡hay hasta un campamento! -sus brazos se alzaron para darle más énfasis-.
-Ya veo... -tragué saliva, y ver todas aquellas letras juntas que terminarían en ansiedad hizo que guardara él papel rápidamente en un bolsillo.
-Por cierto Keith, hace calor y llevas una sudadera, ¿sabes? -rió un poco mientras observaba la prenda. -Estoy bien así -alcé un poco mi vista.
Tiempo después, un paisaje bastante diferente a lo habitual (al menos para mi) se alzaba ante nosotros. Grandes arboles y mesas de madera, con una pila de platos que chocaban con la luz solar, viéndome obligado a taparme con una de mis mangas.
-¡Esta es nuestra primera actividad! Todos estos platos tienen una explicación -comenzó a decir Shiro- Hoy habrá una pequeña bievenida a una nueva escuela, y nos hemos prestado -como si yo hubiera tenido opción de negarme- A servir a todos diferentes platos tradicionales de esta isla. Ayudará a Lance a controlar su hiperactividad, pues debe estar concentrado y rellenando los platos, junto a Keith, que en este caso hará la misma función pero intentando relacionarse con los clientes, y mientras Leo los servirá -una sonrisa de padre orgulloso aparecía en su rostro, mientras nosotros tres, presas de cañón, nos encontramos rodeados de muchedumbre hambrienta.
-¡Oye, Oye! -se escuchó la voz de Lance- ¿Nos traes aquí y tenemos que pasar todo él día haciendo esto? -por alguna razón, dentro de mi provocó una pequeña risa (tan solo pequeña). -Por supuesto que si acabáis, tendreis recompensa -intentó calmar él mayor de sus ansias por jugar como un niño pequeño.
Entonces, sentí una mano reposar en mi hombro. -Vamos Keith, lo haremos bien -sonrió y me agarró de la muñeca hacia nuestra mesa.
"Ya veo, así que este es él nuevo aroma que ahora hinunda mi cuaderno" -pensé mientras observaba con detenimiento los dedos de Lance entrelazarse con mi piel.
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Mis páginas queman, Lance.
ФанфикDía a día garabateo sobre una pequeña libreta, tal vez moriré escribiendo, y después le pediría a alguien que redactara sobre mi muerte, pero a mi alrededor solo existe una habitación vacía. No encuentro una sola persona, solo un ápice de luz en el...