JOHNNY.
La voz melódica de Lana Del Rey resonaba en su cabeza, perdido con sus auriculares puestos. Viajando hacia la escuela en la camioneta que pronto sería suya, no dejaba que su padre escuche la bella voz de aquella artista.
Bueno, no era la única cosa que le ocultaba a su viejo ese día. Tampoco le había dicho que no quería viajar en el autobús porque se sentía demasiado observado por los demás chicos, no le había dicho que prefería alejarse de las miradas curiosas de los chicos "blancos".
Si le decía seguramente iba a soltarle el típico sermón de "ya estás demasiado grande para sentir miedo de esta gente". No quería que piense que se sentía discriminado o algo así (había nacido en esa maldita ciudad, carajo, él tenía todo el derecho de sentirse como quisiera y andar donde se le diera la gana). Pero se sentía mucho más cómodo en la familiaridad de la camioneta, junto a su padre, que en ese autobús repleto de crías.
"Al menos hasta que me ceda de una vez por todas la camioneta" pensó con entusiasmo. Realmente quería ese cacharro.
— ¿Estás seguro que no pasa nada? Te noto algo extraño —su padre, como siempre, lo conocía como la palma de su mano.
Johnny puso los ojos en blanco, haciéndose el desentendido.
— ¿Qué tiene de malo querer que me lleves a la escuela? —se excusó—. Pasamos más tiempo juntos y a mamá también le gusta.
"Dándole justo en el centro"
Su padre no dijo nada, tan solo dejó escapar un resoplido. Tenía razón en que su madre se había puesto contentísima cuando Johnny pidió que lo llevase. Seguramente pensaba que ellos por fin hacían "conexión".
Pero la verdad es que no se sentía conectado a su padre de ninguna manera. Y gracias a Dios por eso.
Ellos podían ser tan distintos, igual que el agua y el aceite...
Llegando a la escuela ambos se miraron, se despidieron con una sonrisa dura y Johnny salió rápidamente de la camioneta. Misión "llegar a la escuela sin tener que ver a los demás en el autobús" cumplida.
El instituto estaba plagado de gente, Johnny intentaba entrar por la puerta sin tener que chocar a nadie. Parecía que los chicos lo hacían a propósito, pero él no dijo nada ¿para qué abriría la boca? Tampoco quería meterse en problemas.
El casillero de él quedaba cerca. Tomó sus cosas y fue a la clase de historia con la rapidez de un atleta.
¿Algo que le gustaba? Estar antes que todos en el salón; la paz de ese lugar era tanta que podrías dormirte y no te darías cuenta. Solo cuando Matt (su mejor amigo y eterno compañero de clases) entraba en segundo lugar media hora después, ahí era cuando la paz desparecía y él se convertía en su compañero de juegos. Así eran todos los días y le encantaba que así sea, le parecía imposible que algo cambie en esa rutina.
Además, ¿para qué quería cambiarla? Se sentía cómodo.
Todo lo que estaba pensando en ese momento se fue al cuerno cuando entró al aula y la vio.
Sentada en el pupitre más alejado, leyendo un libro de incontables páginas.
Perdida en su mundo, pareciendo más un personaje animación que un ser humano.
Johnny se le quedó mirando y la chica alzó la vista hacia él.
— Hola —murmuró.
Tan solo eso bastó para mover un poco lo que, en todos estos años de tranquilidad, había sido su vida.
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El sol y la luna.
Fiksi PenggemarJohnny Seo es reconocido por ser miembro de NCT 127, famosa boy's band de K-pop. Actualmente reside en Seúl, Corea del Sur. Viviendo con los miembros de su grupo, lleva la vida llena de energía de un idol joven y entusiasta. Pero hay una historia...