Capítulo 1

683 73 8
                                    


Lo único que podía escuchar, era el fuerte sonido de la música, parecían estarse divirtiendo, a excepción mía.

–¿Bailas? –eleve la mirada, encontrándome con un par de ojos color café oscuro.

–No estoy muy segura –confesé.

–No acepto un no por respuesta –contesto el tipo, me tomo del brazo y me llevo hasta el centro de la pista–. Soy Seth.

–¡Rachel! –grité, pues la música no ayudaba de mucho.

Sus manos se posaron en mi cintura y comencé a moverme con torpeza, tratando de imitar su ritmo. Mi mirada estaba perdida entre las personas, sólo intentaba dar con mi amiga quien se había perdido al poner un pie en la enorme propiedad.

–¿Y cuantos años tienes, Rachel?

–Diecisiete, ¿y tu?

–Diecinueve –contestó.
No estaba tan grande, pero la fiesta era para chicos de preparatoria, no para universitarios.

–Oh... –murmuré, esto era demasiado incómodo–. Iré al baño, ahora vuelvo.

Corrí lo más lejos que pude de el, me estaba asfixiando ahí dentro. Al salir de la casa, me tope con el enorme patio, por fin pude respirar el aire fresco, y no el humo de los cigarrillos.

Saqué mi móvil para ver la hora. ¡Mierda! Ya eran las dos de la mañana y aún no daba con mi amiga.

–¿Dónde estas? Taylor –murmuré para mi misma. Seguramente mi madre me mataría, era demasiado tarde como para estar por la calle sola, y estaba segura que los taxis habían dejado de pasar hace rato.

Me senté en el pasto, abrazándome a mis piernas, la noche parecía pasar con lentitud. La luna brillaba y era algo difícil el ver las estrellas, gracias a la contaminación.

Mi celular comenzó a sonar, y parecía no querer parar. Al ver el usuario, no pude evitar sentir miedo, era mi madre. Gran regaño que me llevaría, seguro. Hice lo mismo que siempre, ignorar la llamada y apagar el móvil.

Estuve un par de minutos así, por lo menos hasta que me decidí al ir a buscar a Taylor.

–Con permiso –susurraba a medida que avanzaba. Las personas me empujaban sin cuidado alguno y el olor a cigarro volvió a mi.

–¡Taylor! –grité, y como era de esperarse, no obtuve respuesta alguna.

Justo cuando estaba por rendirme, la rubia pasó por mi lado ignorándome por completó.

Rodé los ojos y me posé detrás suyo. Toqué su hombro dando fuertes golpes, no tardo en darse la vuelta.

–Oh, Rachel, amiga –se acercó a pasos torpes y me dio un abrazo.

–¿Estas borracha? –tenía el aliento a cerveza barata.

–¿Quien? ¿Yo? ¡No! –soltó la carcajada.

–Si, estas borracha –afirme, la sujete por la cintura y comencé a llevarla a la salida.

–¡Hey! ¿Qué haces? –gritaron a mis espaldas–. Deja a mi chica.

–¿Tu chica? –dije confundida, aunque rápidamente recordé como era mi amiga–. Sólo eres uno del montón, no te emociones.

Seguí mi camino con algo de dificultad, aunque estuviera flaca, pesaba demasiado. Y cada pasó que daba, se resbalaba más de mi agarré.

–Ayúdame, no puedo contigo –susurré, sentí como se acomodó y comenzó a dar pasos torpes–. Gracias...

Logre sacarla de la casa, pero ahora faltaba el como llevaríamos hasta las nuestras.

–¿Cómo vamos a regresar?

–Caminando –dijo ella adormilada.

–¡¿Qué?! No, es peligroso –hablé al instante.

Esto era el colmo, ¿ahora que haría?

–Llama a mi padre –contesto adormilada.

–¿Estas segura? –ella asintió, dándome a entender que está de acuerdo.

[...]

–¡Rachael! –me levanté de golpe al escuchar un grito.

–¿Uhm?

–Vas tarde, rápido –contestaron.

¡Mierda! La escuela, la había olvidado por completo.

–¡Auch! –me quejé al sentir una almohada estamparse contra mi rostro.

–¡Ya levántate! –ese fue el grito de mi hermano.

Eran unos agresivos por la mañana. No tarde mucho en alistarme y aún me quedaban diez minutos para llegar al instituto, mi hermano se había ido ya, pues se le hacia tarde y no podía dejarme antes.

Baje corriendo las escaleras y me despedí de mi madre con un beso en la mejilla. Salí de casa y me puse frente a la parada, esperando al camión institucional.

Afirme los libros contra mi pecho y me moví nerviosamente, estaba tardando más de lo que quisiera aceptar.

Sentí un familiar olor, introducirse en mis fosas nasales.

Levanté la mirada encontrándome con unos penetrantes ojos color verde. Estiro la cajetilla posándola frente a mi.

–¿Quieres uno? –pregunto a lo que me negué rápidamente.

Lo mire de arriba a bajó, por su vestimenta, me pude dar cuenta de donde provenía.

–¿Bronx? –pregunté, el asintió.

–¿Upper East Side? –asentí–. Bueno, eso es obvio, tomando en cuenta donde nos encontramos.

–Así es... –guarde silencio. Se sabe que no se debe hablar con tipos de Bronx, son peligrosos, lo podía comprobar por mi propia cuenta.

–¿Niña de papi? –negué.

–¿Chico malo? –asintió.

–Típico cliché –reí, el camino se aproximo y me encontraba despidiéndome del chico–. Adiós...

Subí al camión y guarde silencio al no saber el nombre del chico.

–Erick –dijo el.

–Pues adiós Erick –di un pasó más para adentrarme al camión–. Nos vemos luego.

–Tenlo por seguro –lo escuche decir.

Me senté en uno de los primero asientos, con una sonrisa en mi rostro.

Erick, lindo nombre.

Toxic |Erick Colón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora