Capítulo 3

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Mi cabeza daba vueltas, literalmente, y sentía que toda la comida saldría expulsada.

–¿Hey? –escuché su voz de nuevo, levanté la cabeza con cansancio y pude verlo de pie frente a mí.

–Creo que debo irme –mencioné antes de levantarme. El puso sus manos encima de mis hombros y empujo de ellos, poniéndome de vuelta en la silla.

–No creo que sea lo mejor en estos momentos, ¿quieres agua? –simplemente negué–. Es bueno para los mareos y esas cosas.

–¿Y tu como sabes que tengo mareos?

–Cuando te pusiste de pie, casi te ibas de lado –soltó una risita, aunque no le encontré la gracia.

–Cómo sea, me tengo que ir. Ya te lo he dicho.

–Sólo aguarda unos minutos más –asentí no muy convencida y eche mi cabeza hacia atrás–. Por cierto, ¿qué hacías acá? Digo... No es un lugar donde personas cómo tú, suelan pasarse.

–¿Qué has querido decir con personas como yo? –cuestioné, su boca se abrió ligeramente, en señal que hablaría–. Qué es una persona como yo, exactamente.

–Pues como tú –se encogió de hombros–. Ricos, sin problemas en sus vidas. Una persona que vive en un pedestal, jamás se pasaría por los lugares de mala muerte.

–¿Y qué te hace pensar que soy así?

–Sólo mira tu ropa.

–¿Qué tiene mi...? –mire el atuendo que llevaba, y por un mínimo momento, concorde con el chico–. Tienes razón respecto a la vestimenta, pero no soy cómo ellos.

–Ajá –soltó una risa–. Bien, cómo sea.

Rodé los ojos y me cruce de brazos. Creó que la primer impresión que tuve de él, fue demasiado buena, a comparación de esta.

Saqué el móvil de mi bolsillo, y busqué el número de Taylor entre mis contactos.

-¿Hola?

-Tay, soy Rachel. ¿Dónde estas?

-En casa.

–¡¿Qué?!

-¿Y tu donde te metiste? Te busque por todos lados y desapareciste por completo.

-¡No puedo creerlo! ¿Cómo llegaste tan rápido? Y porqué no me buscaste bien! Jamás me moví de acá.

-Lo siento, me tengo que ir.

-Ni se te ocurra colgarme... Tay... ¡TAYLOR!


Alejé el celular de mi oído, y lo golpe contra mi pierna. Esta era la última vez que le pasaba sus jueguitos, siempre era yo la que salía perdiendo.

–¿Ya te vas?

Preguntó el, me límite a asentir mientras me paraba del asiento. Me sentía un poco mejor, más no del todo aún. El me miro no muy confiado y me guió hasta la salida.

–¿Vendrán por ti?

–Si.

Abrió la puerta y el frío viento golpeó mi rostro. Realmente estaba oscuro afuera y debo admitir que me entro el pánico, más seguí caminado.

–Fue bueno el verte, aunque fueran en estas circunstancias –gritó a mis espaldas.

–Si, supongo.

Le di una última sonrisa antes de emprender rumbo hacia mi casa. Mis padres me mataran, y no era un quizá, era una afirmación.

Metí las manos a los bolsillos traseros de mi pantalón, y comencé a caminar, en pasos rápidos. Pues no quería que se diera cuenta de que en realidad iba sola.

–¡Tay! Acá estas –fingí verla a unos pasos más. Y corrí hasta donde se suponía que ella estaría.

La mirada del ojiverde se esfumó, y entro de nuevo al local. Solté un suspiro de alivió, lo último que me faltaba era que decidiera acompañarme.

[...]

–Lo siento, ¿si?

Se disculpó, llevaba al rededor de las primeras tres horas de clase, disculpándose por el mal rato que pase ayer. Y en parte ella no era del todo culpable, porque al final la que había accedido a ir, fui yo.

–Ya te lo he dicho, ahora mismo no estoy de humor, hablamos al finalizar la clase, ¿si?

Ella muy apenas y aceptó mi oferta, volví la vista al frente, intentando prestar atención. El maestro escribía las ecuaciones, y las fórmulas, todos escribían en silenció, queriendo que la clase pasará rápido.

–¿Entonces sustituyo por X? –preguntó un chico que está al fondo.

–Así es, Mario –respondió–. ¿Alguien más tiene una duda?

–¿Pero aplica en todas?

–No entiendo su pregunta, joven –el chico soltó un suspiro y negó con la cabeza.

–Olvidelo, yo sólo me entiendo.

La clase entera soltó una carcajada, aunque a mi parecer no sonó gracioso. Y el chico se había quedado sin resolver las dudas que tenía, pero bueno.

Comencé a anotar los ejercicios y las fórmulas que estaban en el pizarrón. Nunca había sido buena en las materias que conllevaban las matemáticas, podría considerarme pésima en esto.

Vi cómo el chico de adelante se movía, pasó su brazo por detrás de su nuca y estiro de ellos. Ni siquiera pude evitar que el café que ahora yacía regado por todo mi pupitre, terminara regado.

–¡Mateo!

Me quejé, tome mi mochila y me levanté de golpe, todos mis apuntes estaban estropeados y tenía las miradas de los presentes en mi.

–Fue un accidente –se encogió de hombros.

–¡Accidente será el que yo te meta un lápiz por el... –guarde silencio al ver como el maestro se cruzaba de brazos, negó con la cabeza y se acercó a nosotros.

–Ambos van a tener que limpiar eso.

–¡¿QUÉ?! Pero si el fue el que lo tiro –me defendí, aunque pareció no importarle mucho–. ¡Ya que!

Afirme la mochila a mi hombro y comencé a caminar hasta llegar al cuarto de limpieza. Dónde estaban todos los productos que debía utilizar.

Sentí unos pasos detrás de mi, no me hizo falta dar vuelta para saber que se trataba de Mateo. Rodé los ojos y tome el trapo color verde limón, dejándolo sólo en aquel cuarto.

El timbre sonó, indicando que era hora del receso. Más sin embargo aún tenía que ir a limpiar el desastre que Mateo había hecho.

–Qué chica tan más extraña –lo oí susurrar a mis espaldas.

¿Extraña, yo? Si claro.
Lo ignore por completo mientras caminaba por el pasillo, las personas salían de sus salones mientras sostenían una sonrisa en su rostro.

–¡Mati! –escuché una voz completamente chillona.

Me di la vuelta rápidamente, sólo para ver como mi amiga se lanzaba a los brazos del chico.

¿Pero qué...?

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⏰ Última actualización: Nov 07, 2017 ⏰

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Toxic |Erick Colón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora