01| Encantado de conocerte, Lara

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Lara




El autobús frena de golpe y yo tengo que aferrarme con fuerza a la barra verde para evitar caerme sobre las personas que se amontonan a mi alrededor porque no hay ni un solo asiento libre, todos están ocupados. Miro hacia abajo, asegurándome de que ninguna de las botellas de la bolsa de plástico, la cual llevo fuertemente sujeta con la mano libre, se hayan roto por el repentino frenazo. Suspiro al ver que todas están intactas, si alguna se llega a romper mis amigos me matan. Gruño al sentir como alguien me da un codazo en el costado derecho, pero con toda la gente que hay no puedo saber quien ha sido; así que no me queda de otra más que resignarme y pensar que ha sido un accidente o, de lo contrario, acabaré sacando alguna de las botellas de Vodka o Malibú y me liaré a botellazos con la gente.

Miro por la ventana rezando para que quede menos y así poder bajar del autobús cuanto antes; necesito un cigarro con urgencia para calmar mi ansiedad existencial. Sonrío al darme cuenta que solo queda una parada. Me preparo para salir, aunque para eso más de uno se lleva un empujón para nada intencionado. El autobús frena por última vez, haciendo que más de uno se vaya hacia delante, casi al punto de caerse, mientras que los demás salimos lo antes posible hacia el exterior.

Avanzo un par de pasos, alejándome del autobús, del cual veo salir a mis amigos, los cuales he perdido de vista a medio viaje por la cantidad de gente. Nos reunimos de nuevo y lo primero que hago es sacar de la pequeña mochila que he traído mi paquete de tabaco junto al mechero, el cual tiene un diseño de pequeñas piñas rojas con el fondo amarillo: se lo robé a mis padres. Sin perder tiempo me lo enciendo y me siento algo más calmada; algunos de mis amigos también se encienden el suyo y, al mirar a las demás personas que han bajado del vehículo, me doy cuenta que no éramos los únicos con ganas de fumar ya que la gran mayoría ya tienen el cigarro en la mano.

—¡Vamos! —nos alienta Carol siguiendo a los demás adolescentes con ganas de fiesta y alcohol —Que ganas de emborracharme —confiesa tras darle una calada a su cigarro.

Sonrío y niego con la cabeza. A todos nos gusta beber de más y en este tipo de fiestas es lo que todo el mundo hace: cogerse el pedo del siglo y al día no recordar nada. Y eso, exactamente, es lo que pienso hacer yo hoy. Quiero olvidarme de todo —sobretodo de mi miserable vida sentimental — y divertirme a lo grande con mis amigos.

Todos los adolescentes que hemos bajado del autobús emprendemos el camino de menos de diez minutos hacia el enorme parque dónde va a tener lugar el botellón. Por el camino me voy intercambiando la bolsa de plástico, la cual contiene nuestras bebidas, con mis amigos para así no tener que ir cargada todo el camino yo sola. El sol de mediodía hace que muchos se quiten la sudadera que llevaban puesta y otros, incluso, la camiseta. Yo me limito a lo primero, guardo la sudadera en la pequeña mochila que traigo conmigo —en la cual llevo una botella de agua, un bocadillo y algo para picar después — y me quedo solo con la camiseta de manga corta que llevaba dejado; por suerte mi sujetador es blanco y a penas se nota.

Al llegar, lo primero que hacemos es coger un sitio bueno, con sombra para no asarnos de calor, pero no demasiado alejado de la gente. Empezamos a beber a los pocos minutos —al igual que la gran mayoría —. Me hecho una cantidad considerable de alcohol en mi vaso grande y cuando Carol me ofrece CocaCola para mezclarlo niego con la cabeza; no miento cuando digo que quiero emborracharme. Llevo el vaso a mis labios y bebo del líquido color violenta que arde al pasar por mi garganta y me deja una sensación cálida en el estómago. Trago tras trago consigo terminarme esa copa al cabo de quince minutos y vuelvo a rellenarme el vaso, pero esta vez con algo más de cantidad.

Me voy con Carol y Adrián a dar una vuelta mientras los otros se quedan en nuestro sitio. Durante nuestro recorrido nos encontramos con gente conocida que nos presentan a sus amigos y a compañeros de clase que también nos presentan a sus amigos. Yo saludo a todos y, también, les robo un poco de su bebida. El mareo pronto se hace presente en mí, pero me da igual, me lo estoy pasando muy bien.

No me crees falsas ilusiones, gilipollas #3Where stories live. Discover now