Celos

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IMPORTANTÍSIMO LEER LAS NOTAS DEL FINAL.

Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen.

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Sakura

La Universidad Autónoma de Konoha tenía muy buena relación con otras universidades de gran prestigio, pues, después de todo, la hermandad era un factor primordial para el buen levantamiento de una institución. Era algo que tenía muy en claro y la idea del intercambio de alumnos me emocionaba. También adoraba ver cuando autobuses de otras escuelas llegaban al estacionamiento de la Universidad trayendo consigo a alumnos y docentes, ya sea para que en las instalaciones se realicen actividades o conferencias.

Aquella mañana las actividades escolares se habían suspendido –causando euforia en muchos– para que los alumnos pudieran desenvolverse con los llegados.

Sin embargo, la estaba pasando digamos, no tan bien. Mi mañana parecía ser prometedora, la Universodad de Kirigakure había llegado y yo estaba muy contenta en parte por la visita y en otra parte por que al ser la Presidenta del consejo estudiantil de mi facultad pasaría casi todo el día cerca de Madara.

Y es que es normal que el anfitrión, en este caso, el respetado Madara Uchiha esté involucrado en cada una de las actividades que se llevaran a cabo, claro, por ser el Director. Pero poco me esperaba que la Directora de la Universidad de Kirigakure fuera Mei Terumi, en otras palabras, una mujer de exuberantes curvas por doquier, con una belleza letal y sobre todo con la fama de ser algo –por no decir mucho– coqueta con los hombres.

Tuve que ser testigo de los comentarios, los acercamientos y las risitas eróticas que ella hacía en compañía de Madara. La Directora no había ocultado ni un sólo momento los efectos que un hombre como Madara causaban sobre ella, y aunque los acercamientos me tomaban el pelo, no podía evitar no culparla; pues incluso para mí era difícil comportarme cuando estaba con ese hombre. Es por ello que, en un principio me obligué a soportarlo
"Está bien, tú también tratas de obtener su atención" me había dicho para guardar la calma, pero mientras el tiempo fue avanzando y Madara se mantenía neutral ante los gestos de la mujer, mi enojo fue aumentando tanto, que para la hora del almuerzo yo ya estaba completamente roja del coraje.

"–Madara, realmente no sabía que tenías un lado juguetón". Había escuchado decir a Mei Terumi entre risas tras el escenario donde ambos Directores darían sus pequeñas charlas con los alumnos.

Shizune-san, la secretaria del Uchiha me había pedido amablemente que la ayudara a traer bebidas para los adultos y no pude negarme. Pero estaba totalmente arrepentida de, en su momento, no haberle dicho alguna excusa que me evitara estar en aquel preciso momento escuchando como las dos autoridades parecían compartir un momento íntimo, aunque estuvieran rodeados de otras personas.

En muchas ocasiones quise encontrar algún momento para ver a Madara y que notara mi descontento, pero ello no pudo ser, pues, nunca nadie se le despegó en todo el día, mucho menos la Directora, y además, aunque me costó, entendí que quitarle minutos de su tiempo para reclamarle por la situación solo era un estúpido berrinche de poca relevancia.

Quise no rendirme y al menos tratar de mandarle pequeñas miradas inconformes, pero como era de esperarse, ignoró cada una de ellas.

Para el final de la tarde, estaba sumamente agotada, y es que apesar de no haber tenido "clases" el puesto de presidenta no era nada fácil, mis pies estaban tan adoloridos de tanto caminar y estar de pie que lo más seguro es que las suelas de mis zapatos se hubieran desgastado hasta desaparecer por completo. Entonces estaba afuera de la dirección, sentada en una banca con mi bolso a un lado y los brazos cruzados. Las risas femeninas, provenientes del interior de la oficina, podían escucharse desde mi posición y eso sólo aumentó mi malestar. Hasta que de repente recordé que había olvidado pasar a recoger en el aula didáctica los exámenes de nuevo ingreso. Reuní todas las pocas energías que me quedaban en el día y, haciendo un enorme esfuerzo, tomé mis cosas y me dirigí corriendo hasta el aula pues no tenía tiempo que perder. Fue una desastrosa carrera y ciertamente no sé cuánto tiempo me pudo tomar ir por los exámenes, pero imaginé que fue bastante por que al regresar a la dirección –cargando por cierto, una pila de hojas en los brazos– no escuché ningún sonido, ni siquiera esas femeninas risas. Con un mal presentimiento, quise abrir la puerta pero, sorpresa, esto nunca sucedió, pues estaba cerrada con llave.

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