Capítulo 5

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Dieciocho años atrás

Esa noche Juliana soñó con su hermanito, soñó que jugaban como siempre en el patio bajo los amigables rayos de sol. Soñó con el adorable niño de rulos dorados y ojos marrones que le trajó un gatito todo mojado y sucio para navidad.
Y a la mañana, al despertarse con el sol, pensó que su sueño era realidad y olvidó todo lo que había pasado el día anterior.
Se levantó de entre las sábanas y corrió en pantuflas y con el pelp rubio desordenado, hasta la habitación que estaba al lado de la suya para despertar a su hermano.

Abrió la puerta con una gran sonrisa dibujada en su carita redonda, pero luego al ver las persianas cerradas y la cama vacía recordó que en realidad su sueño no eran mas que recuerdos imposibles de repetir ya.
Juliana aspiró el perfume de la habitación,había un olor raro como amargo.

Ver el colchón sobre la cama sin sábanas y las ventanas sin cortinas con las persianas cerradas le dolía infinitamente.
Un pesar la empujaba hacia abajo, así que se deslizó por la pared y quedó sentada en el suelo.Abrazó sus piernas y dejó caer su cabeza entre sus brazos.
Lágrimas amargas caían a la alfombra mientras Juliana lloraba a gritos.

-¡¿Por qué!?- exclamó- ¡El nunca le hizo nada a nadie!

El día anterior estaban en el jardín de infantes sentados juntos como siempre, una nena le había regalado una galletita. Cuando llegaron a casa el se quejó con su mamá que le dolía la cabeza, ella le dijo que fuera a dormir que ya se le iba a pasar.

Pero todo se puso peor, el niñito se levantó de la cama horas después y comenzó a vomitar sin parar, tanto que ya vomitaba sangre.
Sus padres preocupados lo llevaron al hospital y dejaron a Juliana en casa. Pero ella estaba muy asustada y convenció a su abuela de que la llevara al hospital.

Cuando llegó sus padres la abrazaron con fuerza y le dijeron la triste verdad.

Su hermano habia muerto.

Alguien lo había envenenado, decían los médicos.
Al principio Juliana se había negado a creer eso. Su hermano era demasiado bueno, no conocía a nadie que no quisiera a Giovanni.

Ni siquiera la habían dejado despedirse y sabía que no le permitirían ir a su funeral.

La pequeña seguía llorando a gritos, su madre entró a la habitación y la tomó en sus brazos, también lloraba pero en silencio.

Bajaron las escaleras juntas hasta la sala de estar, donde además estaba Bruno, su padre.

Todos estaban muy serios, las mujeres lloraban, pero Bruno estaba furioso.

-Linda- la llamó su papá tratando de serenarse- Mírame Juli per favore.

La niña levantó la carita humeda del pecho de su madre y fijó sus ojitos bañados en lágrimas en los ojos azules de su padre.

-Dime nena, es importante que recuerdes- aseguró- ¿Alguien le dió algo de comer o beber a tu hermano ayer?

-Si, Helen le regaló una galleta- dijo la chiquilla entre mocos.

-Gracias nena- Bruno le regaló a su hija media sonrisa que tuvo que forzar- Juli, la semana que viene vas a ir con Mamá a visitar a tu Nona en Italia ¿Te gusta la idea?

-Si- susurró suavecito,más para no molestar a su padre que porque quisiera realmente viajar.

-Bueno- el hombre se levantó y saludó con un beso a su esposa y a su hija- voy a salir, despierten a mi madre por favor.

Bruno Maroni, salió de su casa hecho una furia.

-Esto me pasa por ser compasivo- pensó- debí acabar con los Vespaciani hace tiempo.

Subió al auto y condujo con dos guardaespaldas en el asiento trasero hasta el centro comercial donde estaba la casa que se encargaba de los entierros.Recorrió los pasillos del enorme lugar sin mirar las tiendas caminando derecho a la funeraria.

-Señor, miré allá- dijo uno de los guardaespaldas señalando una pareja que entraba a una juguetería.

Bruno levantó la cabeza y se encontró con John Vespaciani y Cecilia su esposa, el era el hermano de Alejandro, "El jefe" Vespaciani.

- Vamos- le ordenó a sus guardias dirigiéndose a la juguetería.

Cuando estuvo a un par de pasos de la pareja que estaba absorta en sus compras, sacó una pistola de su abrigo y tomó a la mujer poniendo el arma en su vientre.

Daniel, uno de sus muchachos había hecho lo mismo con John.

-¿Su casa ésta muy lejos?- preguntó Maroni.

La mujer negó con la cabeza.

-Bien- Sonrió Bruno- vamos alla, caminen.

MaroniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora