Decimo Encuentro: Confesión

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9 de febrero de 2009

No importa qué tanto avance, siempre hay alguien más fuerte, con más ira dentro de su corazón, con más determinación a asesinarme. Las sombras se dispersan en la larga vereda qué recorro. Puedo ver a la distancia la luz que lo rodea, justo al final del largo camino, así como también se distinguen una gran cantidad de aberraciones dispuestas a acabar con él.

Debo llegar a tiempo, debo salvarlo. Jamás me perdonaré si no puedo hacerlo, es por lo que estoy aquí, mi razón de ser, de existir. Sujeté con fuerza la empuñadura y salté lo más alto que pude, a la par que las criaturas volteaban a verme, con sus brillantes ojos purpuras y azules, gruñendo al unísono tan pronto se percataron de mi presencia.

La sangre fue derramada, el suelo se cubrió de ella por doquier, el trabajo había sido terminado. Yací en el suelo, casi desfigurado, viendo al gran astro que iluminaba el sitio, acompañado de una gigantesca tristeza.

«No puedo hacerlo», pensé, escuchando cómo horridos pasos iban cada vez más cerca de mí.

Desperté bruscamente una vez más, como no lo había hecho en ya muchísimo tiempo. Aquellas pesadillas aún no se detienen, son una horrible tortura que parece me acompañará siempre, junto al amor que siento por Gin.

Días, semanas y meses han pasado desde que comencé a salir con Gin. Y ahora que estamos en un nuevo semestre, nuestros horarios son muy similares, exceptuando una clase que el lleva ya muy tarde, hasta casi anochecer. Ya a estas «alturas del partido», no me da pena esperarlo solo ahí donde siempre, al lado de ese gran árbol. Gin sabe que me gusta irme con él y aunque me ha pedido que me vaya ese día que sale tarde, yo me niego hacerlo. Él se extraña un poco, mas no dice nada, le parece normal que desee irme con él, aunque deba esperarlo cuatro horas para ello.

Eso levantaría muchas sospechas, obviamente; pero no es así, ya que no me quedo todo el tiempo ahí solo, varios amigos van a verme o a veces me pasó a la facultad de ciencias Matemáticas y Físicas, donde juego cartas con otros amigos que he ido haciendo a lo largo del anterior y este semestre. Inclusive, en «arqui», también me he encontrado con gente, como Neiko: una chica un año mayor que yo que estaba en la misma preparatoria. Ella me caía muy bien, aunque de repente era medio acosadora. Me dijeron que yo le gustaba, pero nunca se me confesó. Hace poco le conté lo de Gin y salió su lado «Yaoi» de su corazón, ayudándome día a día para acercarme a Gin, según ella.

— ¡Tonto! Estoy segura de que Gin ya siente algo por ti.

— Es muy osado estar así de segura. Y no lo creo del todo, Neiko. Simplemente se me hace demasiado bello para ser cierto. Sé que ya somos muy buenos amigos, pero creo que es todo.

— Recién me enteré de esto y ¿sabes? Estoy en desacuerdo contigo. Cuando no estás cerca, Gin se la pasa hablando de ti y de cosas que hacen juntos.

— Me parece que exageran, y pues sí, somos mejores amigos y él no tiene novia. Todo lo que hace, lo hace conmigo. Es totalmente normal que sólo hable de mí.

— Increíble... ¿En verdad has perdido toda esperanza, Nate? — preguntó otra amiga que estuvo conmigo en el grupo 5. Ella se llama Izume y es pequeña, delgadita y muy bien persona. Como todos, conoce a Gin de la preparatoria y nunca tuvo una relación muy amena con él, pero se llevan bien. Nosotros nos la pasábamos haciendo historias en el salón de clases, sobre todo en física; nunca pusimos atención, siempre estábamos dibujando un pequeño comic que comenzó como un diminuto chiste y se convirtió en una increíble historia llena de aventuras, romance y de más cosas.

— No es eso, Izu; pero no me quiero hacer ilusiones. No antes de tiempo, al menos.

— ¡Ay, Nate! Yo creo que deberías decirle que eres gay.

¡Corre!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora