"Bien ¿y ahora qué?"

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Pasaron las horas, hasta el punto de que el sol ya había salido de su escondite. Ambos pasaron la noche hablando de simples tonterías tal y como solían hacerlo después de haberlo hecho. Tomaron y fumaron hasta el punto de quedar totalmente ebrios. Ebrios a tal punto de arrojarse a la cama y dormir casi uno sobre el otro.

Eran ya las diez de la mañana, el sol se filtraba a través de las ventanas de la  habitación de Jack. El sol chocaba sobre su rostro, aunque el simplemente estaba acostumbrado y sólo se removía de un lado a otro en la cama, cosa que Danielle odiaba.

— Deja de moverte maldito. — Se escuchó en un tenue murmuró en la habitación, mientras la pelinegra arrojaba su brazo hacia el pecho del castaño.

— Este maldito sol... Es un fastidio. — Respondió Jack, mientras movía su cuerpo hacia ella, apoyando su cabeza sobre los pechos de Danielle, los cuales estaban cubiertos por una camiseta de él, la cual se colocó en algún momento de la noche. — ¿Por qué tienes mi camiseta? — Cuestionó este, soltando una leve risa.

— Yo qué sé, seguramente me la puse anoche antes de dormir. — Terminó Danielle, mientras abría sus ojos con algo de dificultad debido a la claridad que inundaba la habitación.

— En fin, no sé tú. Pero yo tengo hambre. — Comentó Belmont, mientras levantaba con dificultad el torso de su cuerpo, sentándose a la cama mientras su antebrazo rascaba sus ojos, los cuales sufrían un tanto por la claridad.

Danielle sin decir nada, se quedó tirada en la cama, como sí para ella no existiera algo más que dormir. Sin embargo, Jack se levantó de la cama, dándose cuenta de que sólo tenía boxers, lo cual le causó bastante gracia, al punto de soltar una leve risa. El castaño salió de la habitación, dirigiéndose hasta la cocina, en la cual había un completo desastre; vasos por doquier, un par de botellas de whisky vacías, junto a unas cuantas cajas de cigarrillos, las cuales fueron su objetivo principal.

Caminó hacia la encimera de la cocina, tomó una de las cajas y la arrojó al suelo, ya que esta estaba vacía, al tomar la otra a esta le quedaban tres cigarrillos. « Un milagro » Pensó el castaño debido a que ambos, como bien decían sus amigos "Fumaban más que una prostituta en la carcel". Sin más, el castaño colocó un cigarrillo entre sus labios y encendió este, era una pequeña costumbre que tenía, Siempre fumar un cigarrillo al despertarse.

Caminó hacia el balcón, lugar donde pasó gran parte de la noche con Danielle, se apoyó contra el barandal y simplemente fumó de aquel cigarrillo, pensando en todo lo que hizo la noche anterior, o al menos lo que recordaba de esta. Al cabo de no más de un par de minutos, escuchó los pasos de Danielle a sus espaldas, la cual llevaba la misma ropa interior de encaje y ahora, su camiseta, junto a su largo y negro cabello suelto.

— ¿Acaso no iras a lavarte los dientes y tomar una ducha, imbécil? .— Comentó la fémina desde su espalda, mientras rodeaba las caderas del castaño con ternura, apoyando su cabeza a su hombro.

— Sabes que no puedo comenzar mi día sin fumar, además, mi aliento huele a alcohol, el mejor olor de todos. — Respondió con sorna mientras una leve risilla se escapaba se sus labios. El más alto miraba la ciudad desde aquel balcón; las personas caminando, los autos moverse de un lado a otro, estando allí se sentía el rey del mundo.

— No sé en qué estás pensando, pero dame de ese cigarrillo si no quieres que te arroje por el barandal. — Soltó Danielle desde atrás, en un tono tan sarcástico como siempre, mientras su diestra iba en busca de la ajena, arrebatando aquel cigarrillo de sus falanges.

— Bien, bien. Yo iré al baño. — Agregó Jack, mientras se soltaba del agarre de su pelinegra, caminando tras de ella a su habitación y acto seguido, hacia el baño.

Entre humo y alcohol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora