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Se dice que ser un omega es algo de lo que se debería de estar complacido. Después de los Alfa, que entran al mundo del poder con gloria, poder y todos bajo su mando a pesar de ser hijos de casta inferiores, era algo particularmente bueno, el ser omega era la otra cara de la moneda.

Sobre todo porque estos últimos tenían una escasez; así que omega que naciera, era acogido por algún Alfa que quisiera. Cualquiera y lo cuidaba y era suyo. O estaban otros que simplemente aumentaban su ego de magnate al hacer pequeños institutos educativos para mantenerlos y darles buena vida.

Porque repito: los omegas, eran una minoría. Eran sólo un tercio de la población beta que era la mitad representativa de los Alfa.

Y los beta eran la clase baja. ¿Quién querría un beta que tan solo otro beta? No servían para una reproducción adecuada; y les resultaba doloroso de todos modos. Eran rechazados, o mantenían una vida normal hasta su muerte. Sin glorias ni sufrimientos.

Y para Jason, el ser conocido como beta era lo mejor que había planeado luego de su resurrección.

Los supresores eran una maravilla; ocultaba su olor del todo, y sus deseos de celo y casta a los años le fueron pareciendo lejanos hasta el olvido. Porque él no resultaría tan humillado como cualquier omega que conocía; siendo las sucias perras de algún hijo de puta que se creía la gran cosa en sus lujos que se decían inigualables.

Que se jodieran todos ellos y sus castas.

Él haciéndose conocer como alguien irrelevante había conseguido más de lo que pudo haber conseguido haciendo conocer su casta. Era un vigilante, sin asociación oficial.

Bien, sí, tenía conexión con el murciélago ¿Y qué? No estaba bajo su yugo ni hacia caso de lo que pudiese decirle. Mucho menos hacerle. ¿Sabían que todos sus Robin han sido omega? Vaya mierda, al menos hasta que su hijo por derecho biológico rompió esa regla. Sí, claro, Bruce era el tipo que se pensaba todo recto, resguardando a los pequeños. Llevando a sus compañeros por caminos decentes y dándoles la solución para que no se les fueran encima los criminales de quinta cada noche. Al menos eso hasta que crecían lo suficiente y... sí, no era sorpresa, los reclamaba.

El primero fue Richard. ¿Pensaban que se fue por una mera pelea? ¿O porque al final siendo lo que era pensaban que iba a ser tan pasivo como para subyugarse a un hombre?
Y con él fue diferente, porque la muerte le salvó llegar a los 17 y terminar como el primero acabó. Con Timothy en realidad no se sabe que mierda le hizo, pero también terminó alejándose. El chico siempre fue listo; quizá por eso antes, sus visiones lo llevaron más rápido a separarse del murciélago. Stephanie duró muy poco como para que le pasara algo; la chica fue la más lista, fingiendo su muerte. Y luego estaba Damian, el hijo alfa, era claro que ese se saltaba la regla.

Pero vayamos al grano, ¿Por qué todo el recuento de eso? Oh claro, el dolor en su quijada le hizo volver a la realidad.

- ¡Jason! Es suficiente. - Bruce vociferó, con guardia en alto, cansado, alterado en su máxima expresión y con aquel grado de casta que le hacía verse imponente para cualquiera. Menos para el chico que le importaba poco sacarlo de sus casillas y que su sensibilidad estaba dormida a las feromonas. ¿Ya había dicho que los supresores eran excelentes?

Red Hood apuntó su arma hacia Batman, con una decisión impuesta. Sus ojos, sus habilidades, todo apuntaba a lo que no era. Un disparo; el murciélago tuvo que esquivarlo. Red Hood nuevamente se fue de su radar, sin dejar rastro.

No, Jason nunca fue un cualquiera.

OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora