...de una pobre chica...

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Antes de ir a nuestra historia déjame llevarte a un lugar muy lejano. Casi dos siglos antes de que nazca nuestra Blancanieves. Es una aldea abandonada, pobre y llena de muerte. Negras figuras caminan por sus calles sin asfaltar. Cuerpos de muertos de hambre adornan las esquinas tirados por allí o por allá. Gatos y ratas se revuelcan en la basura junto con algún chucho pulgoso que roe un hueso. Las casas más o menos habitables albergan en su interior a algunas familias con los estómagos vacíos. Era época de sequía y el campo no había querido compartir nada con nadie. Los más ricos en ese pueblo pretendían ignorar la situación. Tenían dinero suficiente para abastecerse comprando a los mercaderes ambulantes durante una buena temporada. No sacarían beneficio siendo caritativos y por ello se encerraban en sus casas. Si salían lo hacían a caballo mirando con repulsión al suelo como si pudiese contagiar algo maligno.

Es en ese pueblucho donde comienza todo. En una de las más apartadas edificaciones vivía una joven de no más de dieciséis años. Durante su niñez vivió junto a sus padres viajando de pueblo en pueblo a causa de su pequeño negocio de boticario. Sin embargo, tras la muerte de su madre, ella se vio abandonada por su padre quien se sumergió en el vino para ahogar sus penas. Sola, desechada, marginada... No era su culpa, su curiosidad y ganas de aprender marcaron la diferencia. Era la rara de su familia cuando la tenía y ahora en el pueblo era la bruja que nunca salía de casa. Corrían rumores de que sabía hacer magia, pero la joven nunca dijo que eso fuese verdad. Si tenía que dar explicaciones hablaba de herbología y las propiedades de las plantas. Los viejos supersticiosos asustaban a los críos diciéndoles que si hablaban con ella tendrían mal de ojo.

¡Qué malas fueron las circunstancias! Mala suerte tenia la chica que fue blanco de la ira del pueblo. La culpa de la escasez de comida y agua recayó sobre ella. Fueron pocas semanas hasta que el pueblo quiso quemarla para ver si el humo del fuego traía de vuelta la lluvia. Ya de camino a la plaza para su ejecución, la joven perdió toda esperanza. No intento escapar, ni luchar. Con la mirada en el suelo caminaba como un ser sin voluntad. Mas qué grande fue su sorpresa al ver como la obligaban a subir a un caballo y ver como el jinete la alejaba de su sino. Un hombre había logrado engañar a los pueblerinos haciéndoles creer que él la llevaría a la pira cuando en realidad la sacaba de allí. Tras un rato de viaje de detuvieron junto a un pozo.

— ¿Por que estamos aquí? — la chica preguntó desconfiada de su supuesto salvador.

— Esa no es la pregunta adecuada — suspiró el hombre, el cansancio de todos los años que cargaba a su espalda pronto haría que la muerte tomase su mano — pero supongo que servirá para empezar... Estás aquí por que necesito tu ayuda.

La joven le miró de forma inquisidora esperando más explicaciones. Esperó a que el hombre se sentase en una piedra.

— Te llamaban bruja, no sé si lo serás o no. Pero te lo ruego, quítame mi guía, está maldita... — el colgante que mostró era una gema de color sangre — estoy cansado, no puedo morir con ella... Ayúdame por favor.

Una súplica muy conmovedora, casi me hace sentir pena por aquel desdichado. Seguro que si alguien más a parte de la joven lo hubiese escuchado se le habría roto el alma. Pero ella ni se inmutó, sabía que las personas eran traicioneras y aquella situación parecía tener gato encerrado.

— Si está maldito por qué lo iba a querer — escupió con desagrado, no tenía un pelo de tonta y no aceptaría así por las buenas.

— Poder... — el mayor tosió de mala manera, estaba gravemente enfermo — es el amuleto... del hechicero. Una guía para alcanzar el poder... Ríos de sangre han corrido por su causa. Es la clave para comunicarse con el Gran Hechicero...

A duras penas se incorporó y caminó hasta la chica. Tomó su mano izquierda y colocó en ella la gema. Cerrando los ojos murmuró unas extrañas palabras. Cuando los abrió besó la mano de la joven y dijo:

— Yo te elijo como mi heredera. El amuleto te pertenece...

Apenas terminó de pronunciar eso cuando las fuerzas le abandonaron. Cayó de rodillas frente a ella quien no sabía cómo reaccionar. Su último aliento vació la luz de sus ojos y volvió su rostro inexpresivo.

Ahora el amuleto estaba vinculado a la chica. Durante los siguientes minutos intentó dejar la gema junto al cuerpo y marcharse, pero por alguna extraña razón era imposible. Yo me divertí bastante viendo como se desesperaba cada vez que el colgante reaparecía en su mano si se alejaba más de diez metros de él. Tan distraída estaba con eso que varios jinetes alcanzaron el pozo sin darle tiempo a reaccionar.
Eran varios hombres del pueblo vecino que ante el alboroto por la fuga habían ido en su busca. Al ver el cadáver creyeron que fue cosa de la joven. Esta no se había molestado en tocarlo y lo había dejado tal cual había caído. Uno quiso degollarla allí mismo, secundado por otros dos. A punto de cortarle el cuello con la espada fue detenido por el último recién llegado. Para disgusto de los demás se opuso a ejecutarla y la tomó bajo su custodia prometiendo que pagaría por sus crímenes.

Viendo las opciones que se le presentaban, no de opuso a marcharse con aquel hombre que no parecía pasar de los vente y pico años. Era un noble bien parecido con una mirada inteligente. La forma en la que la miraba la incomodaba enormemente pero si quería seguir viviendo debía resignarse. Los hombres la llevaron consigo a su pueblo. Durante el camino, la chica se dedicó a examinar con disimulo la gema. Recuerdo a la perfección su rostro de extrañeza al escuchar las palabras que salieron de la piedra.

"Deberás agradecerme por esto más tarde, mocosa"

La Verdadera Historia, BlancanievesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora