EL INVASOR (Relato)

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La amenaza, estaba ya tras de ella como si fuese su propia sombra, y ésta sabía perfectamente cómo lucía aquella abominable entidad...

La había descubierto minutos antes, cuando le vio lanzarse y descender por los aires desde un circular vehículo metálico pequeño, el cual sobrevolaba curiosamente a una velocidad claramente manifiesta, por las inmediaciones de la arteria principal de su manzana.

Maldijo el momento mismo, cuando por casualidad, se asomó a la ventana cuyo cuarto se encontraba en la parte alta de la residencia familiar, a contemplar la melancolía que revestía un cielo gris plomizo, y que se ocultaba parcialmente entre el follaje rojo-ocre, de un otoño a punto de romper en llanto.

Vio con asombro, en un claro visible del avistamiento, la osadía acrobática del peculiar intruso precipitarse al vacío, pero que en segundos, y antes de una inminente reacción pavorosa, sintió cómo esa intimidante presencia le rozaba el espinazo, ya internada dentro del cuarto. No obstante, cuando intentó voltearle la espalda para huir y dar alarma al resto de quienes compartían el hogar, algo antinatural la inmovilizó.

Estaba aterrada. De pronto, se sintió incapaz de moverse con la soltura que normalmente un ser humano, puede acelerar su paso o echar a correr. Y su voz, se fue aletargando en un torpe y casi inarticulado ¡¡POR FAVOR, AYÚDENME!!

No, a estas alturas, ya le costaba a su mente conectarse con el resto de sus extremidades, sin embargo, los esfuerzos por superar este desequilibrio eran generados por una voluntad inequívoca, que batallaba junto a su corazón desbocado, para evitar el ser arrebatada por aquel invasor alienígena.

En segundos, todo había cambiado. Su pacífico y melancólico día otoñal, se había convertido en la peor de las pesadillas. Nada había hecho prever, o siquiera suponer con antelación, el acontecimiento perturbador del que estaba siendo protagonista.

Y al acto reparó en... ¡¡Las niñas!! Sus pequeñas. Las hijas de la menor de sus hermanas, quienes cada fin de semana, visitaban a sus abuelos y tías, y llenaban de risas y de vida a toda la casa. Temió por ellas.

Súbitamente y de manera brusca, mente y oídos fueron invadidos por un ruido de extraña vibración, un zumbido que se percibía entre eléctrico y metálico y que quizá, semejaba a un potente ronroneo amplificado que parecía querer bloquearle la voluntad que se estaba resistiendo. No era un asalto cualquiera, estaba más que evidente. Aunque sin dudas, le resultaba de una violencia irrebatiblemente sobrecogedora. Estaba siendo forzada a detenerse.

Pero ella seguía resistiendo, no dejaría que usurpara su cuerpo ni su mente, ni que tampoco llegara a sus afectos. Estaba dispuesta a no ceder de ninguna manera. Pero su mente y extremidades cada vez se iban disociando, y el tiempo, más su lento andar, semejaban a un caracol intentando llegar a una lejana meta. Sus sobrinas... Salvar a sus sobrinas era su mayor inquietud. Pero..., ¿cómo? ¿Cómo llegaría hasta la puerta del cuarto..., y luego qué, si lo lograba? ¿Cómo se las arreglaría para explicarles lo que estaba sucediendo, y más aún, hacer que su gente le creyera?, se debatía.

Ya estaba atrapada y su resistencia no duraría por mucho. Porque entonces, se dio cuenta de que mientras avanzaba, no era ella misma quién guiaba su marcha, torpe y lenta. La delgada criatura gris, manipulaba sus pasos y atacaba su cerebro con aquel monótono zumbido invasor para anular y doblegarle la temple.

Finalmente, la hizo llegar hasta un cómodo sillón individual de tela clara en tonos pastel en la misma habitación, que servía como un pequeño estar que se anteponía a los dormitorios, y como a una muñeca dirigida por control remoto, la hizo sentar. Su cuerpo, al igual que su corazón, temblaba en la misma sintonía de un desquiciado pulso, mientras aguardaba alguna clase de tortura experimental. O su sentencia de muerte, tal vez. ¿Y qué pasaría luego? Proseguiría con esta misma rutina de avasallamiento hacia el resto de los miembros de su familia, deducía con singular angustia.

Inmovilizada, aún su mente se negaba a dejarse tomar. Y entre esa férrea lucha por conservar la lucidez, de pronto, unas vocecitas infantiles que se filtraban desde el cuarto contiguo, la alarmaron aún más, motivando a que el perturbador ruido, fuera mermando poco a poco.

Una de las niñas entró repentinamente, como lanzándose hacia ese cuarto de manera divertida. Y el peor de los temores de la tía se había hecho presente.

Sin poder mirarla directamente, percibió cómo la pequeña de seis años se fue ubicando despreocupada, hacia su costado izquierdo. ¿Acaso no advirtió la presencia de la enjuta criatura a sus espaldas?

La mujer hacía un esfuerzo enorme por articular las palabras que pudieran echarle de prisa del cuarto.

-¡¡VETE... POR FAVOR, YA VETE!!- le imploraba con una desesperada angustia que mentalmente intentaba gritar, con histérico impulso.

Pero la niña, que parecía ajena a la situación, permanecía inmutable en el mismo lugar... Hasta que por fin habló.

-Tía..., -¿qué haces?- preguntó con inocente desconcierto al observarla sentada allí, tiesa como un frío maniquí.

La mujer, en su intento inútil por girar la cabeza, solo pudo atinar a ladear la mirada por el rabillo del ojo, en dirección a la pequeña.

Y fue en ese preciso instante cuando una aterradora imagen la sacudió de un horror inimaginable.

Ahora, la chiquita lucía una extraña palidez grisáceo-verdosa en la piel, una gran cabeza completamente calva, y dos enormes ojos azabaches, profundos y perlados que se distinguían notablemente de los demás rasgos, casi imperceptibles en el pequeño rostro ovalado. Aún vestía la misma ropa casual de fin de semana, similar a la que solían vestir sus hermanas mayores, sobre aquel cuerpecito escuálido.

Un terror indescriptible golpeó a la mujer al percibir al pequeño monstruo que la contemplaba inexpresivo a su lado, y una emergente oscuridad acabó por cegarla, mientras iba siendo consumida por su propio espanto.

FIN

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⏰ Última actualización: Oct 27, 2020 ⏰

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DE SUEÑOS NÍTIDOS Y OTRAS PESADILLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora