Stirb nicht vor mir

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En un pequeño poblado europeo, durante el siglo XIX, a las afueras de una pequeña iglesia después de una misa dominical, un hombre de cabello rubio con extravagantes gafas alargadas de cristal oscuro se apresuraba para abordar al sacerdote que se encontraba dando cálidas y paternales despedidas a los asistentes de la ceremonia que había impartido.

—Nunca dejara de parecerme extraño verte con esa ropa, querido hermano—dijo el hombre de las gafas pintorescas posicionándose al costado izquierdo del sacerdote. El cabello de este hombre estaba peinado en extraños y un tanto puntiagudos mechones. Su piel estaba ligeramente bronceada y su altura llegaba, aproximadamente, al 1.90.

—Pensé que después de unos años te habrías acostumbrado, Doffy—respondió el clérigo cuyo cabello rubio, un tanto espeso y ondulado, le cubría ligeramente los ojos. Este hombre era casi tan alto como su hermano—. No recuerdo haberte visto en misa... ¿Acabas de llegar?

—Efectivamente... Oye, Rosinante, ¿Qué harás esta tarde? ¿Ya te invitaron al festival?

—Sí, me lo habían mencionado... Tal vez vaya un rato, quisiera comprar una dotación de mermelada de mandarina de la señora Bellemere.

—Genial, estaré ahí haciendo mi espectáculo de marionetas.

—No me lo perdería. Bien, tengo que regresar adentro. Nos vemos más tarde... —y el sacerdote se despidió de su hermano mayor dándole una palmadita en el hombro.

Rosinante Donquixote volvió al interior del templo que dirigía. Echo una mirada hacia las bancas y noto con cierta curiosidad que aún había una persona en la primera banca de la fila izquierda.
El clérigo se aproximó con paso calmado hacia aquella dirección, se imaginó que tal vez dicha persona necesitaría algún consejo u orientación de su parte. Al acercarse un poco más, Rosinante noto que se trataba de un muchacho.

—Disculpa, hijo, ¿puedo ayudarte?—dijo el sacerdote con voz suave. Rosinante se encontraba en la segunda fila, justo detrás de él.

El muchacho se puso de pie y dio media vuelta.
Era un joven de cabello negro, corto y algo erizado; piel morena clara, con un rostro sumamente atractivo; intimidantes ojos de color gris; de delgada complexión enfundada en un elegante traje que consistía en un saco gabardina, camisa y chaleco de color negro; y una corbata de color dorado que adornaba su pecho.

Rosinante observo que el muchacho sostenía un sombrero de copa con sus manos cubiertas por guantes negros.

— ¿Estas bien?—pregunto Rosinante con precaución al ver que el muchacho le dedicaba una mirada un tanto inquisitiva.

—Claro que sí, padre. Perfectamente...

—Me alegra oír eso—dijo el clérigo sonriendo con paternalismo. A pesar de que Rosinante apenas estaba entrando en sus treinta años, hablaba de un modo particular que diera la impresión de ser alguien con más experiencia—, pensé que tal vez estarías pasando por alguna angustia...

—No, nada de eso—contesto el joven con un tono de voz muy peculiar, se notaba un acento británico que realzaba su aspecto elegante—. Solo quise contemplar un poco más el lugar, es un hermoso templo, padre.

—Sí, vaya que lo es...—suspiro Rosinante mientras observaba los hermosos vitrales de la iglesia—. Por cierto... No recuerdo haberte visto por aquí antes, ¿eres nuevo en el pueblo?

—Así es, señor. Acabo de llegar...—y el joven salió del perímetro de la banca de madera para dirigirse al pasillo principal.

—Oh pues bienvenido seas, hijo. Eres bienvenido en mi comunidad, espero que el pueblo sea de tu agrado.

Stirb Nicht vor Mir (No mueras antes que yo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora