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Hace no mucho tiempo había una chica de cabello algo rojo, algo sobras de café en el fondo. Andaba con una mochila pegada a su espalda de todos los tonos, que ya formaba parte de su cuerpo.

No le importaba mucho lavarse su obscuro cabello y disfrutaba contar historias acerca de magia.

Sus oídos se habían acostumbrado a la melodía de las criticas, las burlas y los insultos, la chica mitad magia mitad telescopio, de cabello algo rojo y algo sobras de café en el fondo, escribía sus delirios en una libreta negra y diminuta. Pero con ideas mas grandes que las de una galaxia entera, repleta de estrellas, planetas, soles y nebulosas.

Tocó levemente la cabeza peluda de su gato y decidió que su brújula la llamaba, que ella la había bautizado como su hija sin saberlo y por ende debía seguirla, viajera fue el nombre que le puso el sur, aventurera la llamo el norte, curiosa el oeste y audaz el este.

Y así, con ese ápice de incertidumbre y chispas de magia, esta chica siguió con su aventura, rescatando princesas, liberando perdices, reconstruyendo templos, visitando aldeas y limpiando escamas de dragones.

Sus botas, dos tallas mas grandes que sus pies, repletas de flores, caracoles y sueños se movían por un sendero artesanal de rocas alineadas, iba dejando barro por donde pisaba y sin vergüenza caminaba sabiendo que el norte tenia grandes planes para ella.

Cartas de una viajera en tránsitoWhere stories live. Discover now