Me necesitan.

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#Grecia, Atenas 3:45 Hrs. AM. "Teatro Municipal"

- ¡La tocas y te mato!- Gritaba John

- ¡No te atreverías! ¡Tu sabes exactamente que tu no la amas y que yo si a ella!- Gritó Jonathan empujándolo hacia la pared con una fuerza infernal

- ¿¡Tu amarla!? ¡Já! ¡Lo tuyo siempre fue, es y será algo carnal! ¡Tú no la amas! ¡Yo la amo, la necesito y tú lo sabes!

-¡Oh! ¡Por supuesto que lo sé! ¡Sé que la estás utilizando! ¡Porque sin ella tú mueres!

-Vamos John, ¡Vamos! ¡Golpéalo!.- murmuré

-¡Shh! Julieta, estamos en el teatro y cómo puedes ver no somos las únicas aquí.-dijo Danielle golpeándome el brazo

-Tú siempre tan aguafiestas Danielle.-suspiré acomodándome en el asiento nuevamente.

Fueron dos horas de aburrimiento puro dentro de esa sala, me dolía el cuerpo, el sueño se apoderó de mí al instante de que comenzó la obra. Este tipo de "pasatiempos" no son para mí.

¿Por qué estoy contando esto? Si ni me conocen, ni yo me conozco, la verdad es que hasta yo me pregunto quién soy.

Mi nombre es Julieta Lekker, más conocida como "Julieta de Atenas", tengo veinte años y vivo con Danielle, mi hermana, en un reformatorio donde se preocupan de las actitudes y la moral de cada mujer en formación... O al menos eso dice la directora. Mi padre murió en la guerra y mi madre esta encerrada en casa sufriendo de una crisis post depresión. Tarde o temprano la encontrarán y se la llevaran a un "lugar de locos". Ninguno de mis padres me quizo forzar a aprender cosas que no quería, ellos sabían quien era y que estaba haciendo aqui en la tierra, pero así debia de ser, debia ir como toda señorita a mejorar mi actitud y aprende sobre como actuar frente a un hombre o persona superior a nosotras. Debía seguir la ley si no queria levantar sospechas.

No estoy loca como para que me tengan encerrada en cuatro paredes, puedo reaccionar sin pensar, como todo ser humano en la faz de la tierra, pero la mente de la gente del pueblo aun es primitiva, les queda mucho por aprender... Al igual que los dioses.

Hoy es 26 de Octubre de 1843, es el aniversario del Reformatorio, lo cual nos deja solo una horas para salir y divertirnos. En realidad nunca entendí que hay que celebrar este día.

-¡Derecha Julieta! ¡Derecha!.-me reprochó Danielle.- Hemos practicado desde muy pequeñas tu postura y aún no logras enderezarte.

-¡Danielle, déjame! ¿¡Quieres!? ¡No mejoraré mi postura, no actuaré sumisa frente a un hombre, no aguantaré que me hagan sentir inferior a todas las personas pudientes del país! -grité. Todas las personas que por ahí pasaban me miraron, pues que miren todo lo que quieran, pero esta boca no la cerrarán.

Nos dirigimos hacia la carreta que nos movilizaba. Danielle se había quedado atrás; yo corría pero ella caminaba.

Carcajeé al mirar la cara de decepción de Danielle. Iba a seguir mi camino pero un hombre me detuvo.

-¿Julieta... Eres tú?-me preguntó aquel hombre. Esa voz, ese aroma, ese cabello oscuro y esos ojos de otro mundo, jamás olvidaría a un ser humano con tal belleza.

-¿Liam? ¡Liam eres tú!-grité mientras me abalanzaba a sus brazos.- te he extrañado demasiado.

-Yo igual te extrañé pequeña, yo también lo hice.- sonrió acariciando mi cabello, pero esa sonrisa desapareció al ver a lo lejos la silueta de Danielle.

Ambos habían tenido una relación de esas que no cabe duda que hay algo más que amistad, pero la madre de Liam hizo que este lazo se rompiera, provocando así una incontrolable furia de ambos. Sus miradas intercambiaban más que palabras, más que recuerdos, algo más que odio y furia.

- Julieta, no estoy aquí por una visita placentera, estoy aquí porque la madre de Tyco me mandó.-*¿Tyco? -Pensé- ¿Su madre? Esto... esto no debe ser bueno*.- Atenea te necesita Julieta, todo el Olimpo te necesita.

-¿Qué el Olimpo me necesita? ¡Já! Todas las veces que fui a ofrecerles ayuda ninguno me escuchó ¿y ahora me vienes con el cuento de que me necesitan? Será mejor que les digas que me rehuso a volver a ede lugar.-afirmé emprendiendo camino con Danielle hacia la carreta que se encontraba a solo unos metros de nosotros, pero él fue mas rápido y tomó mi brazo con fuerza.

-¡Por favor, Julieta, no seas inmadura por todos los dioses! ¡No puedes seguir enojada por algo que pasó hace más de un siglo!-murmuró fuertemente en mi oído, impidiendo que pudiera seguir

-No soy inmadura, sólo que no puedo creer el nivel de cinismo que puede llegar a tener Atenea con tan sólo ganar.- dije zafándome de sus manos.

-Escúchame Julieta, lo único que te voy a decir es que si no aceptas ir conmigo será tu último día de vida.-me advirtió Liam. Miré a Danielle y ella tenía esa expresión en los ojos que te decían más que mil palabras.

-Disculpe que me meta, Señorita, pero lo que dice su amigo es cierto.- comentó de repente Richard, el señor que nos movilizaba.

-¿Ha escuchado todo?-dijo desconcertada Danielle.

-Ni necesito estar mas cerca para escuchar los gritos de la pequeña Julieta.-dijo bajando de el carretón.- Mi nombre es Amadeo, yo soy su guardia y protector. Soy la persona que Hermes mandó para que las cuidara.- Todo se silenció de un momento a otro. ¿Richard el señor de la carreta? ¿Un enviado de Hermes... Para protegernos?

-Usted... Usted es un...- interrumpí poniendo mi mano sobre los labios de Danielle.

-¡Porque nunca nos dijo nada!- dije alterada. No puedo creer que la única persona que oyó mis plegarias en el Olimpo no me haya contado de su enviado.

- Julieta tranquilízate, era mi deber y el de Hermes no decirte nada.-prosiguió- Nadie allá en el Olimpo sabe que Hermes me envió para protegerte, porque seguramente tu, Danielle y tu hermano estarían muertos.-

-De que hermano me hablas, Amadeo.- pregunté seria.

-Disculpe, señorita, pero de que hermano me está hablando usted.-respondió con la mirada serena, observando cada pequeño movimiento de las personas que por allí pasaban.

-No me mientas, Amadeo, sé perfetamente lo que es escuché.

-Pues debes tener un poco de sordera ¿no crees?- carcajeó.- Julieta, yo jamás dije la palabra hermano.

-Amadeo...

-En el Olimpo hay muchas más personas que te necesitan y tú necesitas de ellos.- dijo de repente Liam.

-No digas estupideces ¿Quieres?-resoplé indignada.-

-Bueno, señoritas, hemos llegado. La Señora Nickerie las espera en la sala principal.-dijo Amadeo ayudándonos a bajar.

-Suéltame la mano.-dije zafando rápidamente mi mano de la suya. Un odio comenzó a apoderarse de mí, no podía controlarme.

-Tranquila, ¿O es que Atenea está comenzando a tomar control de ti?- dijo eso y se subió a la carreta. *¿Comenzando a tomar control de mi? Pensé*

-Pero Amadeo como...- dirigí mi mirada hacia la carreta, pero ya no estaba, se había ido y había dejado en mi pecho todas esas preguntas sin respuestas.

-¡Algún día tendrás que responderme!-grité hacia donde iba Amadeo y sus caballos.

- Tú nunca aprenderás ¿no es así?- dijo Danielle con una sonrisa nerviosa en su rostro.

-Danielle, tu sabes que este no es mi destino, tu sabes que yo no pertenezco a este lugar. Mi destino está en la guerra, en el triunfo, en ganar cada batalla que se interponga en mi camino y tú lo sabes muy bien.-

Un Mundo de Dioses entre Mortales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora