El Reencuentro.

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#Reformatorio - Internado 7:30 Hrs. PM. "Oficina Sra. Nickerie [Sala Principal]"

-Mis mas grandes disculpas, por lo que sea que haya hecho Julieta.- se disculpó Danielle al segundo que abrió las puertas de la sala principal.

-Yo no he hecho nada.- dije tratando de defenderme. En verdad no había hecho nada.

-No es por Julieta que están acá.- comenzó a hablar la señora Nickerie mientras se sacaba sus lentes y apoyaba sus codos en la mesa para así entrelazar sus manos.- Su madre ha sido encontrada muerta, mis condolencias.

¿Es que no hay una manera mas fría de decir las cosas? Danielle lanzó un pequeño grito al aire y llevó su mano a su boca. Me a paralicé. Es mi madre, obviamente siento tristeza, pero en su estado tarde o temprano debía de pasar.

Miré a la directora, eso significaba que nadie tenía nuestra custodia, éramos libres de partir... Soy libre por fin. Su rostro cambió de uno serio a uno confundido, como si hubiera olvidado que acaba de pasar.

-Se pueden retirar.- la señora se puso de pie, aún confundida y caminó hacia la ventana, nuestras respiraciones eran lo único que se escuchaba.

*

*

*

Tomé mi bolso y junto a Danielle salimos de nuestra habitación. La señora Nickerie ni se digno en aparecer. Después de cruzar esa gran puerta de entrada vi la carreta de Amadeo, en ella se encontraban armaduras, espadas, escudos... Todo lo que necesito para poder defenderme en el Olimpo, pues sabía que lo que veían no era fácil. Algo me lo decía, algo en mi me decía que lo que venía era muy peligroso y no podría hacerlo sola.

-El camino será largo.- dijo Amadeo una vez que ya estábamos arriba.- pero valdrá la pena.- y así comenzó todo.

Fue un largo camino hacia Cabo de Hornos, ya que allí nos habría de encontrar Hermes e Iliam. Amadeo dijo que debíamos ir "Al fin de la otra tierra, donde los rayos de sol alumbran la última roca, ahí será cuando se abran las puertas del Olimpo, sólo a ojos sagrados". Página 49300, párrafo quinto, línea tres. "No hay luchas en vano" - Atenea.

-Linda frase, Amadeo, de donde la sacaste, ¿Del libro de una cobarde?-escupí con desagrado.

- Julieta, yo se que te puedes aguantar, ya lo has hecho.-Danielle sabía lo que me pasaba, y estaba más que segura de que podría controlarme, pero eso sí, podría matar más de una persona por el solo hecho de aguantarme.

#FLASHBACK - (*1630 a.C*)

Comencé a tiritar, mi cuerpo sudaba al máximo golpeaba todo a mi paso, mientras con una de mis manos apretaba mi estómago. Tomé la manilla del baño, pero de un momento a otro ya no había pared.

-¡Julieta por favor detente!.-gritó Danielle asustada. La tomé de su ropa y la empujé contra la pared.

-Vete.-susurré con fuerza. ¡Por favor!, no quiero hacerte daño.- mis manos comenzaban a apretar cada vez más su ropa, su cuerpo comenzaba a atravesar la pared, entonces ahí fue cuando la solté y escapé. No recuerdo como, lo único que recuerdo fueron cinco hombres, con sus propias espadas enterradas en su corazón.

#FIN FLASHBACK

Me quedé en silencio recordando. Tantas miserias que he vivido, tanta mierda que he tenido que soportar.

Lloraba descontroladamente, tocando las heridas que aquel hombre había hecho en mi cuerpo. Me enrollaba en las sábanas para deshacer el dolor, las mordía para que no escucharan mis plegarias, las rompía para liberar de mi cuerpo toda esa furia; me sentía sucia, maltratada violentamente, sentía que esas manos impuras que recorrieron mi cuerpo virgen, eran una desgracia de todos los dioses.

No soportaría más esos abusos contra mi persona, no más, sufrí demasiado con la pérdida de mi padre y no dejaré que pasen por encima de mí.

Tomé el cuchillo con el cual dormí todas las noches bajo mi almohada, con mi cuerpo envuelto en las sábanas, caminé hacia el baño donde se encontraba él, abrí lentamente la puerta y ahí se encontraba él, bañándose en agua de manantial.

Me miró con ojos desesperados e impresionados, mientras que yo caminaba lentamente raspando el cuchillo en la palma de mi mano.

-¿No intentarás matarme verdad cariño?

-¡Cierra tu boca, maldito imbécil!-grité desesperada con los ojos llenos de lágrimas. Tomé el cuchillo y lo lancé en dirección a su cara; el cuchillo rozó su rostro sin producirle rasguño alguno.- No eres un hombre malo Augustos, no intentes ser algo que no puedes ser.

-Julieta, ya llegamos.-susurró Amadeo moviéndome de un lado para otro.- Ya llegamos hermana.-dijo Amadeo y emprendió camino hacia la montaña más alta que ahí se encontraba.

-¿Seguirás insistiendo en que tengo sordera?-sonreí somnolienta.

-Bienvenida a la familia Julieta.-me abrazó Amadeo. No separamos y él estiró una mano en dirección a Danielle, para que se uniera al abrazo.

-Julieta... Siempre quise decirte lo de nuestros padres, pero jamás tuve las fuerzas para decirte.-dijo Danielle tomando mi rostro entre sus manos. Acaricié su mano y la miré directamente a los ojos mientras ella acariciaba mi cabello.

-A que te refieres.- pregunté aturdida.

-Nos liberaron, Julieta, cuando Tifón se apoderó del mundo de los dioses se desató la guerra. Tifón había fallado en el mundo de los mortales y venía por venganza. Ahí fue cuando Ares, Dios de la guerra y nuestro padre nos liberó, nos dejó con Aida y Martin, nuestros padres.

-¿Qué hay de nuestra madre?-Danielle baja la vista y Amadeo mira el océano. ¿Habrá muerto?

-Debemos llegar a la cima de la montaña antes de que se oculte el sol. El último rayo de sol será la entrada al Olimpo, pero no podemos llegar justo en ese momento, Hermes y Liam nos estarán esperando en la cima para que ellos después nos guíen hacia el Olimpo.- y así emprendimos camino hacia la cima de la montaña más alta que ahí se encontraba.

Tuvimos que detenernos un par de veces, ya que lo caballos no resistían tanto peso. Le dije a Amadeo que los dejara abajo, para que pudieran descansar y alimentarse, pero dijo que no podía hacer eso, ya que debemos ofrecerles tributo a los grandes Dioses del Olimpo, como muestras de gratitud y paz.

Llegamos a la cima después de más o menos cuarenta y cinco minutos; cansados, embarrados, sedientos.

Descansamos unos minutos y fue cuando del cielo salió una luz brillante, pero a la vez oscura, que iluminó el frente de nosotros, dejando salir de ella a dos personas. Una de ella era una figura alta, de cuerpo trabajado, cabello rubio y unos ojos verdes que asesinaban el alma de una mujer débil. Hermes. A su lado un hombre un poco más bajo que él, rubio y de mirada tierna, con una lanza atrás de su espalda, cicatrices en sus brazos y algunas en su pecho; él, era Liam. Hermes se acercó a mí, con una caminata de guerrero, tomó mi mano y la besó con tanta delicadeza que mi piel se erizó al momento de sentir el contacto de sus labios contra mi piel. Se acercó a Danielle e hizo lo mismo, sólo que le beso la mejilla mientras pasaba una sus manos por su cintura. Sentí celos, no tengo la menor idea de por qué sentí eso, pero al ver como besaba a Danielle y como la miraba, me provocó celos... muchos celos. Abracé a Liam y este beso mi mejilla con cariño y ternura, lo miré a los ojos, siempre fiel a la felicidad. Puse mis dos manos en su rostro y lo volví a abrazar, el era como mi hermano, siempre estuvo ahí para mi, incluso desde antes de nacer.

-El último rayo de luz abrirá las puertas del Olimpo. Estén preparados, ya que el impacto es demasiado fuerte.-sonrió Hermes.

Un Mundo de Dioses entre Mortales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora