El sábado el colegio parece otro. Solo estamos nosotros y el equipo de baloncesto, que se irá en media hora. El profesor nos ha dejado solos y no se nos ocurre otra cosa que explorar.
Diego propone ir a la sala de calderas y, claramente, yo digo que sí. Asique Diego, Marta, Hugo y yo entramos con las llaves que el profesor nos ha dado para abrir la clase. Allí hay tres calderas y, como gente de casi 17 años madura que somos, empezamos a jugar al escondite en la penumbra de la sala. Veo a Diego detrás de una caldera y este sale, pero pierde el equilibrio con el pie de Hugo, y se llega a Marta por delante. Y tocan una palanca. Empieza a hacer ruidos raros y nosotros salimos escopeteados de allí como si nada hubiera pasado.
El lunes nos enteramos de que se suspenden las clase hasta nuevo aviso debido a la explosión de una caldera.
Irene, ya recuperada de su gripe, me ayuda a dar en adopción a los 7 perritos, de los cuales yo me quedo uno y ella otro. Son geniales, y muy juguetones. A los tres días solo quedan dos para dar en adopción y esta tarde viene alguien a verlos. Cuando llaman al timbre, a la hora acordada con esa persona, mi asombro no da para más. Son Sandra y Daniel, los "popus", los que me hacen la vida imposible. Casi les cierro la puerta en las narices, pero necesito que adopten a esos perros, cada vez hacen más ruidos y mi madre empieza a sospechar. Por lo que les hago pasar y les enseño a los dos perritos restantes. Entonces Sandra hace algo que me impulsa hacer lo que empieza todo...
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un cliché sin tanto cliché
Novela JuvenilLia no quería vivir una historia de amor. Ni de acción, ni de nada. Solo quería estar en el sofá, con un bote de Nutella y Netflix. Pero claro, nada puede ser como ella quiere. Kyle quería enamorar a la chica popular, rubia, con cuerpo, y claramente...