Capítulo 1: Parto Peligroso

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Era noche cerrada en Mill Valley.

Las farolas iluminaban vagamente las calles de la pequeña ciudad, muchas de ellas parpadeantes.

Un silencio sepulcral reinaba, roto sólo por el ulular de los búhos y el ligero caminar de los roedores.

Todo indicaba tranquilidad, nadie imaginaría la escena que se desarrollaba en el hogar de los Bennet.

Danielle Bennet luchaba por traer al mundo a su bebé rodeada de su marido, su hermana, sus padres y sus suegros, con la ayuda de una matrona.

Todo parecía normal: Danielle iba dilatando y las contracciones eran cada vez más frecuentes.

El miedo y la emoción inundaban la habitación, la tensión era palpable, pero la fuerza que Danielle mostraba los tranquilizaba.

Tras seis horas de contracciones, dilataciones, lágrimas, gritos y sonrisas la espera terminó y el bebé llegó.

Todos estaban cansados, pero felices.

Felicidad que no les duraría mucho.

La Muerte observaba desde una esquina, esperando su momento.

El bebé nació sano y fuerte, de unos tres kilos. Tras limpiarlo y arroparlo la matrona se lo dio a su madre, que lo abrazó junto a su marido.

-Un niño...- susurra Danielle sonriendo agotada- se llamará Christian.

En ese momento sintió algo espeso y caliente bajar por sus piernas y cada vez más cansancio.

Entonces le quitaron al bebé, que se estaba resbalando de sus brazos, los cuales pierdían la fuerza poco a poco.

La partera entró en pánico ante la hemorragia, junto al resto de los que ocupaban la sala, pero intentó mantener la cabeza fría y salvarla.

La Muerte, mientras veía cómo todos se desesperaban y muchos lloranban ante la idea de que muriese, se preguntaba por qué lo hacían.

Por qué se sientían tan reacios a la muerte, qué les causaba tanto apego a ese mundo lleno de desgracias.

Mientras el pulso de Danielle se volvía cada vez más lento se preguntaba por qué la odiaban tanto, qué hizo para causar tanto temor.

Tantas preguntas se hacía la Muerte mientras la matrona hacía uso de todos sus medios para que resistiese hasta que llegue la ambulancia.

Ambulancia que, como bien sabía la muerte, no llegaría a tiempo.

En ese momento el pulso de Danielle se detuvo, dejando ir su último suspiro hacia su hijo, mirándolo con amor.

Entre divagaciones y cuestiones, frente a la Muerte apareció el alma de Danielle, mirando confusa a su alrededor, sin saber qué hacer, hasta que la Muerte se acercó a ella.

Sus familiares rompieron en llantos desesperados ante la pérdida mientras la Muerte cogía la mano de Danielle e intentaba que avanzase, pero ella se negaba.

La Muerte la miró con pesadez y notó angustia y una gran tristeza en su mirada, la cual estaba fija en sus seres queridos, tan desolados.

-Por favor, dejame quedarme, necesito estar con mi bebé no puedo dejarle...- suplicó Danielle, que de alguna forma sabía que hablaba con la Muerte, cómo si la conociese desde siempre.

-No puedo hacer eso, yo sólo te guío y me aseguro de que has llegado- le respondió sin mostrar emoción alguna.

-Algo podré hacer, ¿no?- preguntó desesperada- Un trato...quiero hacer un trato- le dijo mirando a la Muerte con decisión.

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