Tercer Riel

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No sé que es lo que me matiene despierto a tan tempranas horas, tampoco sé que es lo que no me deja conciliar el sueño en las noches. Luces blancas y el tacto humedo incomodan mis mañanas, el calor de un recuerdo incansable, un recuerdo que se escapa, que no lo logro divisar. ¿Será un sueño? Nadie recuerda lo que sueña, pero esto es más que un sueño, lo presiento, lo sé.
Escribo en esta nota mi día, para recordarlo al día siguiente.
Mi mañana transcurre así, me levanto, me baño y me quito toda la suciedad que me acompaña. El agua corriendo por mi cuerpo despeja mi mente y aleja las incognitas que se presentan sobre mis sueños. Al verme en el espejo solo veo un cuerpo pálido, escualido. Este cuerpo, débil como se ve, delicado como una flor soporta mis desdichas, encierra mi alma y la protege, aunque temo que algún día de estos caiga el último pétalo y esta se marchite.
Las personas van y vienen, me pregunto a donde van, que será de su vida, si están felices, satisfechos o solo caminan con un rumbo determinado por las cirscuntancias que les impone el sistema.
Ese sistema, odiado por muchos y alabado por pocos, es el que me obliga a moverme de mi refugio todas las mañanas, despegarme del único lugar donde siento que todo me pertenece, incluso la piel muerta que compone el polvo que baña mis muebles.
Aunque miento, no me gusta hacerlo y pido disculpas, mi casa no es el único lugar que siento mio y solo mio. Debo esperar hasta el final del día para encontrarlo, pero vale la pena cada segundo que transcurro en él. Es ese, el que se mueve con un rumbo fijo, inamovible, permanente, o así parece.
Creo que la única razón de asistir al colegio es él, la fiel serpiente que me espera al final del día.
El día aún no termina, todavía tengo que soportar la burla de mis compañeros, su constante palabrerío e insultos vacíos hacia mi persona, mi cabello, mis ojos, mis dientes, mis manos, mis piernas, incluso mis orejas. Todo lo nombrado es motivo de burla, es motivo de odio, yo sé que lo hacen porque se sienten poderosos. Lo que más me molesta es el silencio de los demás y la vista gorda de las autoridades. Solía ponerme los auriculares y resguardarme en mi imaginación, dejar que las letras me llevaron por caminos infinitos de todo lo que yo quisiera, pero ya no me es posible, mis auricalares los rompieron. No entiendo el porqué de tanta maldad, qué les hice yo a ellos, nada, no les hice nada.
Estoy en el baño de mujeres, ocultandome de mis compañeros, estoy harto de volver morado o rojo a casa, volver y convertir mi habitación en un oceano interminable de sangre y lágrimas.
Basta, no puedo seguir con esta forma de vida, no es sano, no creo poder soportarlo.
Tengo miedo de que los traumas me afecten la memoria, pero lo que más me da miedo es no sentir miedo, no sé si me explico. El dolor que siento en mi pecho es demasiado fuerte para alguien como yo, la muerte me aterra, pero más me aterra verlos a ellos, verlos y saber que se viene lo inevitable.
Escucho como dan patadas a las puertas de los baños, alguna niña me habrá delatado, pero la perdono. ¿Por qué soy así? ¿Por qué se me hace tan fácil perdonar al que me lastima? ¿Es algo propio del ser humano o soy el único imbécil que perdona a sus abusadores?
Están a 3 puertas de distancias, pienso correr, voy a correr. Están a dos puertas de distancia, mi respiración se acelera. Están a una puerta de distancia, el sudor recorre mi cuerpo y la adrenalina se ramifica en mi interior.
Golpean mi puerta, les lanzo mi mochila y corro, corro lo más rápido que puedo. La estación no está lejos, pronto llegaré a mi refugio, a mi segundo hogar. Seré comido por la serpiente blanca bañada en celeste.
Mis pies no pueden detenerse, están fuera de control.
La sala de espera de mi refugio está llena de personas, le llevo ventaja a mis perseguidores, todavía no me ven.
Ahí está el tren, mi glorioso salvavidas está a punto de escaparse por las vías de rumbo fijo.
Creo estár a salvo, logré subir por los pelos... No, por favor no, han subido conmigo, están a 3 vagones de distancia.
Me siento en el único lugar libre, una anciana es mi compañera, amable se ve en la superficie, mas ese rostro lleno de arrugas guardan deseos y malicia, se le nota en la mirada.
Están a un vagón de distancia, me acerco a la ventana y observo todo. Desde el suelo en el exterior diviso una chispa, no le doy importancia, luego aparece otra, a la quinta chispa el tren se envolvió en llamas, el sudor volvió a envolver mi cuerpo, para luego darle lugar a las quemaduras que lo destruye. Termino de escribir esta nota, aunque ya no sirva, aunque sea mi último momento, gracias tren por darme seguridad y por quitarme lo que más me pesaba sobre mis hombros, mi vida.
No sé que es lo que me matiene despierto a tan tempranas horas, tampoco sé que es lo que no me deja conciliar el sueño en las noches. Luces blancas y el tacto humedo incomodan mis mañanas, el calor de un recuerdo...

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