Te quise tanto.

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Apago el despertador sobre la mesita de noche mucho antes de que suene. Sin abandonar mi posición sobre la cama, que reposa con las cobijas intactas, observo a través del traslúcido cristal que me deja apreciar el paisaje glamoroso de la ciudad del amor, limpiando todavía el camino que las gruesas lágrimas derramadas desde la noche anterior han dejado sobre mis mejillas, normalmente blancas, pero tan rojas por el sentimiento acunado en mi corazón desde que había llegado a mí esa noticia tan devastadora.

Es el día... Pero no es mío... Para nada mío... Siento un gigantesco peso encima, quedando en un estado inconstante, depresivo, insuficiente. Siento el nudo en la garganta ensancharse más cada vez que vuelvo a pensar en ti, en ustedes dos, en mi amor unilateral, jamás correspondido.

No me importa haber permanecido la madrugada entera en medio del frío, a medio vestir, con el cabello desecho cayéndome sobre el rostro. No hay razón ni motivo alguno para darle un cambio urgente a mi imagen, mi mundo entero se desmorona con cada segundo que transcurre.

Si tan sólo no fuera tan cobarde...

Estaría a tu lado en ese altar y no ella.

¿Por qué tardé tanto en decirlo?

Me incorporo para caminar hacia el armario y buscar algo que ponerme para irme tan pronto llegue la mañana. Aparto de la puerta una maleta no tan grande donde ya había guardado algunas prendas y un par de cuadernillos de bocetos de los que jamás me despegaba desde que había empezado mi trabajo en el mundo de la alta costura.

Observo mi imagen en el espejo de cuerpo entero, notando las grandes bolsas oscuras bajo mis ojos, junto a la rojiza irritación en los mismos, resultado de una noche entera en vela acompañada de amargas lágrimas que no terminan de caer. Mi corazón está hecho añicos. ¿Cómo puedo siquiera pensar en darme ánimos cuando yo misma había sido partícipe de alejarte de un futuro juntos? No puedo... todo este sufrimiento que cargo conmigo es solamente mi culpa, ni tuya ni de nadie más.

«Mientras tú seas feliz... », intento forzar en mi mente, aún cuando la única respuesta que tanto mi corazón como mi cabeza lanzan es una contradicción tan certera. Pues yo no lo sería... no mientras aún guardara un fuerte sentimiento por ti en mi interior.

Continúo removiendo entre los objetos del cajón de la cómoda interna del armario, intentando hallar los documentos que estaba segura de haber guardado la tarde anterior; tan solo para encontrar un objeto que inevitablemente incrementó esas ganas de echarme a llorar como una chiquilla desdichada. Varias lágrimas me devolvieron hacia ese pasado que tanto atesoraba, que tanto añoro incluso en esta situación.

Repaso con mis dedos el relieve del amuleto de tonalidades azules y doradas que me habías regalado hace nueve años, ese amuleto que significaba el cielo entero para mí, pues... aunque no lo supieras, tu obsequio había sido mi ancla a la realidad, mi fuerza para levantarme cada que estaba por caer. Y aunque ahora me siento en un abismo sin retorno, sé que en cualquier momento, no importa cuánto tarde, dejaré este dolor y me armaré de valor para reconstruir mi vida de una buena vez. Lo aprieto contra mi pecho, sintiendo por enésima ocasión esas punzadas de dolor que llegan cada vez que te recordaba junto a alguien que no era yo.

Una llamada entrante en el teléfono fijo me saca de mi ensimismamiento, haciendo que recobre un milímetro de compostura momentáneamente para contestar, mismo que no bastó para brindarme la valentía necesaria para hablar con alguien ahora. Dejo que la llamada entre al contestador automático, encontrando la efusiva voz de Alya preguntando por mí.

—¿Dónde estás, niña? Dijiste que estarías aquí temprano —hizo una pausa, como intuyendo que estoy aquí, atenta a sus palabras. —¿Mari? ¿Qué ocurre?

Te quise tanto [2shot || Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora