2. El Psiaquiatra

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Conforme seguían avanzando las consultas el psiquiatra se hacía mas rico y mi malestar seguía creciendo. Llegué a ir hasta dos veces por semana si no mal recuerdo. Tomaba mis antidepresivos como me mandaban y no me hacían sentir nada mejor. Tomaba Prozac que prometía ser de lo mejor.

Digamos que todo iba marchando “regularmente” hasta que llegó el momento del quiebre que no sé decir cuando pasó. En algún momento de la relación médico-paciente comenzamos a retarnos y fue el principio del fin.

Yo para esas épocas había comenzado a hacerme cortes en los brazos y piernas, las llamadas automutilaciones. Esas cortadas que descubrí en esa época y que me han acompañado desde entonces, alivian el dolor del alma que se siente sustituyéndolo por dolor físico que es más soportable.

El psiquiatra me comenzó a retar diciéndome “a que no te atreves a hacerte una cortada en frente mio”. Sinceramente nunca le encontré caso a ese reto. Él me decía que él tenía una paciente bulímica que sí que se atrevía a vomitar en frente de él. Pero a mi eso se me hacía muy desagradable. Yo simplemente le decía que no me las hacía por estética, sino me las hacía en momentos muy puntuales cuando el dolor que sentía interno era tal y era tan insoportable que la única manera de apaciguarlo era causándome un dolor físico que sí pudiera controlar, pero no significa que me guste el dolor como para agarrar un cuchillo y así por lucirme hacerme una cortada enfrente de mi psiquiatra, ni que fuera masoquista!!

En otra ocasión, cuando ya estaba yo tratando de subir un poco de peso tratando de salir de la anorexia, me hizo llevar una foto mía de bebé. Cuando se la mostré me dijo que estaba muy gordita, que los cachetes aun los conservaba… resultado: me tomé laxantes y el hombre me reto! me dijo que a que no me atrevía de en verdad a tomarme todo el paquete, porque si lo hacía me internaba. Claro que sí que lo hice y cuando supo que lo había hecho y no pudo hacer nada se molestó mucho sólo recuerdo que me repetía: ¿quieres te te interne? ¿quieres que te interne?

Por un tiempo los juegos y los retos insanos continuaron de esa manera, al psiquiatra le hacían ganar dinero y de alguna manera le divertían y a mi me iban consumiendo poco a poco. Cabe recordar que yo era una niña de 15 o 16 años.

Llego un momento que los juegos dejaron de gustarme. Perdí el interés en jugar con él y simplemente me cansé de todo. Me dí cuenta de que no tenía solución, de que no había alguien que pudiera ayudarme, ni que estuviera dispuesto a hacerlo y veía como mis papás sufrían viendo como me consumía y como me lastimaba. Cada vez me lastimaba más seguido, ya mi hermano y mis papás se daban cuenta y se convirtió en toda una proeza en esconder los cortes y las cicatrices. Así es que después de sufrir mucho un día… recuerdo perfectamente bien ese momento, estaba mi mamá manejando, estaba yo sentada al lado, estaba sufriendo mucho por dentro, mi mamá algo estaba diciendo de que me veía mal, de que la cita con el psiquiatra, realmente no la estaba escuchando, solo pensaba que ya no podía más y en eso pensé: ¿y si termino con todo? ¿y si me muero? y recuerdo la paz que sentí en ese momento. Recuerdo que sentí como si me hubieran quitado el mayor peso de encima y creo que después de muchos meses por primera vez sonreí.

A partir de ahí todo giró en torno a ese plan. En ese entonces mi hermano estaba estudiando la carrera de medicina y en casa tenía a mano toda clase de libros de medicina. Entre ellos el que se convertiría en mi mejor amigo y peor enemigo: el Conforme seguían avanzando las consultas el psiquiatra se hacía mas rico y mi malestar seguía creciendo. Llegué a ir hasta dos veces por semana si no mal recuerdo. Tomaba mis antidepresivos como me mandaban y no me hacían sentir nada mejor. Tomaba Prozac que prometía ser de lo mejor.

Digamos que todo iba marchando “regularmente” hasta que llegó el momento del quiebre que no sé decir cuando pasó. En algún momento de la relación médico-paciente comenzamos a retarnos y fue el principio del fin.

Yo para esas épocas había comenzado a hacerme cortes en los brazos y piernas, las llamadas automutilaciones. Esas cortadas que descubrí en esa época y que me han acompañado desde entonces, alivian el dolor del alma que se siente sustituyéndolo por dolor físico que es más soportable.

El psiquiatra me comenzó a retar diciéndome “a que no te atreves a hacerte una cortada en frente mio”. Sinceramente nunca le encontré caso a ese reto. Él me decía que él tenía una paciente bulímica que sí que se atrevía a vomitar en frente de él. Pero a mi eso se me hacía muy desagradable. Yo simplemente le decía que no me las hacía por estética, sino me las hacía en momentos muy puntuales cuando el dolor que sentía interno era tal y era tan insoportable que la única manera de apaciguarlo era causándome un dolor físico que sí pudiera controlar, pero no significa que me guste el dolor como para agarrar un cuchillo y así por lucirme hacerme una cortada enfrente de mi psiquiatra, ni que fuera masoquista!!

En otra ocasión, cuando ya estaba yo tratando de subir un poco de peso tratando de salir de la anorexia, me hizo llevar una foto mía de bebé. Cuando se la mostré me dijo que estaba muy gordita, que los cachetes aun los conservaba… resultado: me tomé laxantes y el hombre me reto! me dijo que a que no me atrevía de en verdad a tomarme todo el paquete, porque si lo hacía me internaba. Claro que sí que lo hice y cuando supo que lo había hecho y no pudo hacer nada se molestó mucho sólo recuerdo que me repetía: quieres te te interne? quieres que te interne?

Por un tiempo los juegos y los retos insanos continuaron de esa manera, al psiquiatra le hacían ganar dinero y de alguna manera le divertían y a mi me iban consumiendo poco a poco. Cabe recordar que yo era una niña de 15 o 16 años.

Llego un momento que los juegos dejaron de gustarme. Perdí el interés en jugar con él y simplemente me cansé de todo. Me dí cuenta de que no tenía solución, de que no había alguien que pudiera ayudarme, ni que estuviera dispuesto a hacerlo y veía como mis papás sufrían viendo como me consumía y como me lastimaba. Cada vez me lastimaba más seguido, ya mi hermano y mis papás se daban cuenta y se convirtió en toda una proeza en esconder los cortes y las cicatrices. Así es que después de sufrir mucho un día… recuerdo perfectamente bien ese momento, estaba mi mamá manejando, estaba yo sentada al lado, estaba sufriendo mucho por dentro, mi mamá algo estaba diciendo de que me veía mal, de que la cita con el psiquiatra, realmente no la estaba escuchando, solo pensaba que ya no podía más y en eso pensé: y si termino con todo? y si me muero? y recuerdo la paz que sentí en ese momento. Recuerdo que sentí como si me hubieran quitado el mayor peso de encima y creo que después de muchos meses por primera vez sonreí.

A partir de ahí todo giró en torno a ese plan. En ese entonces mi hermano estaba estudiando la carrera de medicina y en casa tenía a mano toda clase de libros de medicina. Entre ellos el que se convertiría en mi mejor amigo y peor enemigo: el PLM Vademecum.

Su historia, su primer intento de suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora