Estudio de caso del "Cusabi" descubierto por el Dr. Henson MacLeod.

Diario de Dr. Henson MacLeod del 18 de Junio de 1612, Mar Mediterráneo:

Estoy agotado. Por fin levantamos anclas y todo está en orden en el Tempestad, sin embargo, me apura la necesidad de apuntar estas notas a la luz de la lámpara de mi camarote antes de cerrar los ojos: Tuvimos que movilizar la flota entera en menos de un día del puerto y el cargamento terminó parcialmente en manos de oficiales de la Cámara de Comercio de Marseille.

Tras la recepción y entablar plática con varios secretarios, estoy convencido de que sus intenciones son honestas y que tendrán bajo resguardo esos bienes en lo que nos encargamos de la empresa urgente que nos obligó a zarpar: Piratas, posiblemente de los Países Bajos, atacaron una serie de puertos en Portugal y el Rey Felipe IV de España solicitó la inmediata presencia de Eiskid y, mi hermano, a su vez, me forzó a acompañarlo. Era un asunto de vida o muerte, así que los objetos materiales podían esperar. Aún así, nunca he perdido una carga en mi vida y me angustia pensar que no tengo el control por ahora. Sólo espero que al regresar todo esté como lo dejamos.

Debido a estas premuras, fui interrumpido en medio de mi cena con el profesor Antoine quien apenas alcanzó a explicarme la ubicación de las Islas Monebao, al sur del Atlántico, y las particulares características geográficas: Cayos selváticos rodeaban unas cuantas islas montañosas de riscos escarpados. También me comentó que era habitada por la tribu Hiboria, la cual, a pesar de llevar una vida rústica, se trataban de"grandes artesanos e ingenieros" y su cultura era rica en artes manuales. De un miembro de esta tribu, Subotai, el profesor recibía preciosas figurillas de madera tallada que representaban especies locales: Desde aves, peces, reptiles y mamíferos, hasta plantas, frutas e insectos. Fue una de estas figurillas la que le llamó la atención pues, pensó que Subotai se había vuelto loco o que algún daño o deformación extraña sufrió la pieza en su traslado, pero algo ponía muy nervioso al profesor y al ver un dibujo en carbón de esta figurilla comprendí por qué... Ahora me urgía regresar a París, después de ir a Portugal, para volver a ver al profesor. Todo lo demás podía esperar.