Capítulo XIV. «Erys»

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Calum estaba furioso, deseaba hundir a su hermano en las profundidades del inframundo, sufriendo hasta el final de los tiempos, no sin antes asesinarlo de la forma más dolorosa posible.

Pero todo sería a su tiempo. No podía hacerlo a plena luz del día, tenía que planearlo meticulosamente antes de hacerlo.

La mejor manera era haciendo parecer que él ya tenía muchos enemigos antes de que sucediera. Así que, mientras estaba distraído con Amaris, Calum fue hasta el clan de los bandidos para asignarles una honrosa y maravillosa misión.

Kalim y su grupo estaban bailando en las afueras de aquel punto de reunión mientras bebían y reían, olvidando todo lo que les esperaba.

Al llegar, el príncipe los observó reír por alguna cosa sin sentido, una sonrisa se formó en su rostro al ver lo patéticos que parecían.

—Necesito de sus servicios —anunció, haciendo que un gran silencio se formara en el ambiente, al verlo.

Zara Pickerhell, que bailaba con Kalim, su novio, se detuvo, una pose alta demostrando su prepotencia y confianza.

Estaba distinta a las veces que Calum la había visto en las reuniones reales. Mucho más llamativa, no intentando camuflajearse detrás de Kalim y pareciendo la que mandaba en aquel grupo.

—¿Servicios para qué? —preguntó, dejando ver su tono de borrachera, y mirando al príncipe con una curiosidad palpable.

—En especial los de usted, princesa del cuarto reino independiente —apuntó, sin inmutarse—, he oído de la magia que puedes hacer y estoy seguro de que tienes asuntos que resolver con mi hermano y sus princesitas...

—Tengo que admitirlo, has llamado mi atención —dijo Zara, su cabello castaño volviéndose negro al instante, sus labios tomando un tono violeta. Si eso sorprendió a Calum, no lo evidenció en sus acciones, sino que se mantuvo firme en conseguir sus motivaciones—. Pero antes de que lo hagamos necesito... —hizo un tintineo con su lengua, como si estuviera siendo usada para algo más que para alardear de su poder—, terminar con los intrusos.

Dicho esto, Zara estiró su mano derecha, atrayendo algo de los arbustos. Estos crujieron dando a entender que estaba usando sus habilidades, pero no fue hasta que Elmhir Houndlight salió de estos que Calum entendió lo que estaba sucediendo.

—Marica cobarde —señaló Kalim, divertido—, todos sabemos lo que sucede con personas como tú, en especial si...

— ¡Si intentan terminar con nuestros planes! —exclamó Saimon Wulfred, uno de los chicos que casi nunca hablaban en ese grupo. Pequeño, escurridizo y con apariencia de gnomo.

Todos rieron al oír las palabras de Saimon. Zara estiró su mano hacia Elmhir, cerrándola instantáneamente en un puño.

Al tiempo de los movimientos de sus manos él cayó al suelo, convulsionándose. Sus ojos se ennegrecieron, todo su cuerpo se tambaleaba por el esfuerzo de evadir aquella magia, algún raro tipo de saliva negra salió de sus labios, para, después, caer al suelo sin un rastro de vida en sus ojos.

—Mucho mejor —señaló la bruja. Calum cuadró los hombros, claramente intimidado—, ahora, príncipe encantador, ¿Cuál es tú plan?

—Te encantará, créeme —respondió él. Algo, no sabía que, gustándole de aquella aterradora y oscura chica—, mi amado hermano no sabe lo que le espera.

☀☀☀

—Claramente pareces haber averiguado grandes cosas, príncipe —dijo Amaris mientras ambos avanzaban hacia el sitio donde Zedric había visto a Naín en su visión. La zona que rodeaba la fogata era peligrosa especialmente por el hecho de que aquel bosque, (a pesar de lo mucho que fuera cuidado) dejaba sus ramas y árboles crecer a una velocidad sorprendente, como si estuvieran vivas.

Cantos de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora