Capítulo 5.

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-Vámonos, chicas-dice mi madre animadísima ante la perspectiva de pasar la tarde entre las paredes de un centro comercial.

-Sí. Yuju-respondo yo. Eli pone los ojos en blanco y el motor empieza a sonar. Pero suena raro. El coche no se mueve. Gracias mundo, por una vez te has portado, de verdad.

-¡Sí!-grito ahora con verdadera alegría mientras salgo del vehículo y me abstengo de abrir el capó para sacar el motor (o lo que quiera que haya fallado) y casarme con él. Claro que ahora que lo pienso, mi super piedra (la cuál he dejado en mi habitación) se pondría celosa... En fin, es lo que tiene estar tan solicitada. Que esos solicitantes sean objetos inertes y no humanos son detalles sin importacia, para que conste.

Justo cuando estoy a punto de entrar de nuevo en mi casa, mi madre chafa toda mi alegría.

-Cariño, coge tu abono. Nos vamos en autobús.

Si me hubiesen matado me hubiesen hecho menos daño. Vaya jarro de agua fría.

Cuando paso por la cocina y mi padre me ve mi cara de frustración, se compadece de mí.

-Yo lo intenté. Le quité la gasolina al coche, pero tu shhhh-confiesa mientras me guiña un ojo. Mi padre es mi padre y mi salvador (en el 87% de los casos). Y respeta mi personalidad. Respetar mi personalidad es la clave.

-Muchas gracias papá. Tú me entiendes-contesto aflingida.

Cuando salgo de la cocina, levanta los tres dedos centrales de la mano izquierda. Entre sus perfectas cualidades se me olvidó mencionar que ha leído practicamente todos mis libros favoritos (y es un crack fangirleando).

Mi madre y Eli están fuera esperándome. Y problablemente ideando cómo obligarme a vestir faldas de corazones rosas. La unión Mamá-Eli es mortal. Debería de ser ilegal.

Caminamos, o más bien, tiran de mí hacia la parada infernal. Los diez minutos de espera se hacen eternos mientras Elizabeth comenta los diez mil ochocientos cincuenta y tres artículos que comprará, de los cuales el 51% son zapatos.

El sonido del autobús acercándose duele cómo mil balazos. Y tengo el presentimiento de que esto puede ir aún peor. Creo que el sexto sentido femenino es uno de los pocos clichés sobre las mujeres que realmente cumplo.

Cuando el vehículo se detiene y abre sus puertas, subo la primera (mi madre se quiere asegurar de que no escape corriendo, y no sin razón) y paso mi tarjeta por el cacharro que hay junto al conductor. Nadie se molesta en comprobar si es mío el abono. Desde luego, sería fácilisimo ir gratis. Y en esto voy pensando cuando el puñetero autobús arranca y casi me caigo. Si alguien conoce a alguien más torpe que yo, por favor, que me lo presente y me haga sentir la persona más mañosa del universo. Me siento en el primer sitio libre que veo para evitar más sustos y Eli se sienta a mi lado.

-Si te llegas a caer, me estoy riendo de ti hasta tu funeral.

-Querida Elizabeth, se dice hasta el día de tu boda.

-Querida Alice, no te vas a casar.

Digiero el golpe y la miro con cara de vete-a-la-mierda. Desvío mi atención de esta pérfida cabeza rubia y la centro en mi móvil, conectando los auriculares que he tenido la prudencia de coger antes de salir de casa y buscando una buena canción. Hurgo entre mis listas de reproducción y The reckless and the brave es la elegida. Y mientras la estoy escuchando y tarareando, una voz masculina llega a mis oídos desde el hueco entre el asiento de Eli y el mío, haciendo que me pegue tal susto que bote en mi asiento y de todo.

-Vaya, bellas damas. Volvemos a encontrarnos. ¿Casualidad? No lo creo. ¿El destino que insiste en que la señorita peliazul me de su número? Estoy firmemente seguro de ello.

Primer fallo de hoy: despertarme. Si llego a saber que el día iba a ser tan horrible, ni me levanto.

-Tranquila, Alice. Creía que ya habíamos arreglado eso de que soy perfectamente guapo. No creo que sea necesario que te asustes de verme. ¿Adónde van estas señoritas, si se puede saber?

-No se puede saber. Deja de seguirme. Déjame en paz. Olvídame.

-Ali... no seas así. El chico solo quiere ser amable-me reprende Elizabeth. Si tengo que aguantar a este también en las compras, me mato-.Vamos de compras, que a esta la hace falta un toque de color en su oscura vida.

-Eli y Ali... que graciosas-intenta bromear, pero para al ver mi mirada de odio absoluto- Si se me permite opinar, el negro está bastante bien-me examina de arriba a abajo (tanto como puede con la cabeza incrustada entre dos asientos de un autobús público)-, aunque ahora que lo pienso... El color te sienta muy, muy bien. Pero dejemos la ropa a parte. Hablemos del tema de que sigo sin tu número, querida Alice.

-Hablemos de que seguirá siendo así mucho tiempo-respondo cortantemente.

-Hablemos de que yo te doy mi número-se mete por medio como quien no quiere la cosa Eli.

Mientras ellos hacen cambio de números, yo me pongo mis dos auriculares y subo el volumen, a ver si así me olvido de su presencia. Nada, ni por esas. Ahora me han quitado un auricular. Corrijo, EL CHAVAL ESTE LLAMADO RYAN ME HA QUITADO UN AURICULAR Y SE LO HA PUESTO ÉL. SACRILEGIO, HA INTERRUMPIDO MI MOMENTO MÚSICA.

-All time low. Muy buenos.

Le quito de un tirón MI auricular y me lo vuelvo a poner yo mientras me hundo en el asiento tratando de desaparecer. Solo espero que Elizabeth no sea tan idiota como para darle mi número sin mi permiso.

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Pues lo mismo de siempre, queridos lectores, que espero que os guste y me votéis C:

Link de The reckless and the brave.

Saludos de una futura escritora.

Bienvenidos a mi extraña vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora